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Contra la mente

Contra la Cultura (VIII)

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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La sensación de vértigo histórico me atenaza. La crisis no ha sido más que la toma de consciencia de la injusticia vergonzante que supone la economía mundial. Técnicamente no ha fallado nada, han fallado las personas, hemos derivado hacia la explotación total y sin regulación de todos contra todos, el problema no es sólo la capitalista que obtiene sus rentabilidades sin importar cómo sino ese turista de clase media que aspira como único bien a ir a sitios donde todo esté dispuesto para su «diversión», y tampoco le importa el precio que pagan los explotados (como ellos: su propia vida).

El mal es esencial, no es un síntoma: la alimaña humana, atada por la naturaleza a sus instintos y falsamente elevada al más allá por esa pérfida mutación evolutiva llamada mente, destruye sistemáticamente cuanto toca. Si fuéramos animal, la supervivencia nos controlaría, nos regularía; pero creyéndonos más que eso (sin serlo), hemos llegado a ser el cáncer de la Tierra.

El problema no es nuevo, simplemente ha crecido tanto que ya es un riesgo para la supervivencia de la Naturaleza tal y como la conocemos… no olvidemos que no somos necesarias para que la vida siga existiendo aquí, la Tierra seguirá, sin duda, nosotros no significamos nada… nada significa nada.

Las claves radican en invertir la teoría: no es la Cultura la que salva al ser humano, sino su Naturaleza. El tópico es entender como si fuera un bien la producción cultural, ya que constituye los rasgos de comportamiento de las diferentes sociedades. No. Hay que volver a la Naturaleza, esto es: el pensamiento no debe alejarnos de lo que somos sino ayudarnos a entender lo que siempre se nos ha vendido como lo más bajo: nuestra relación con la higiene, la sexualidad, las frustraciones personales, todo eso que se ha ocultado sistemáticamente como lo «privado» es el fundamento de una vida feliz y, por tanto, no sólo no debería ser privado sino el motivo fundamental del adiestramiento de nuestra prole para ser felices… Todo lo que usted no haría en una comida oficial en la Casa Real es lo que le gustaría ser, no se engañe.

No promuevo una iconoclastia, una destrucción de lo cultural, claro está, sólo una reinterpretación. Ahora les enseñamos esquizofrénicamente las supuestas alturas de ser culto cuando en realidad los adocenamos para que se sometan y vivan con estos valores perversos de la explotación del otro (incluida la propia) como una inevitabilidad. La Cultura así se convierte en divertimento, en entretenimiento y bien de consumo, pierde la única utilidad evolutiva que tiene: racionalizar la consecución de los placeres para evitar el dolor. La Cultura o es crítica o no lo es. La divergencia es la dignidad de cada ser humano, para eso debería vivir; lo otro, ser masa indiferenciada, es la barbarie peor y por ello, y está ocurriendo, cuando el pensamiento tiende a unificar por clases, razas (al fin y al cabo: riqueza), llegan las depuraciones, las guerras, los exterminios, la destrucción total y perfectamente organizada por la ingeniería: el holocausto humano.

Nos dirigimos a un matadero sin remedio. No es que el ser humano haya olvidado su naturaleza, es que la vive subrepticiamente, avergonzado de ella, la oculta y la practica sin tener en cuenta a los demás: la represión lleva a la violación, la explotación lleva a la esclavitud, la religión lleva a la locura que niega la vida (haciendo como que la reivindica en un ejercicio magistral de falsificación)…

Nadie escapa a su cuerpo. La frase es una contradicción en los términos, porque no hay yo sin cuerpo, el cuerpo es el yo, yo soy mi cuerpo, indiscerniblemente. No hay diferencia entre la mente y el cerebro, la mente es el funcionamiento del encéfalo: llamaríamos loco a quien afirmara que el moverse de un coche es más real que el propio coche en movimiento… y eso hacemos con nosotros mismos, vivimos pendientes de un supuesto fantasma de la máquina que sólo es la actividad de esa máquina.

Aquí arranca esa perfidia destructora de lo humano llamada religión, el miedo que nos da nuestro animal de fondo, nuestro subconsciente en realidad velado por la educación pero más presente y explícito de lo que nos atrevemos a admitir, esto es: nuestro sistema límbico o de supervivencia (evitar el daño, comer y follar); la religión es la forma del control del individuo, a través de la moral controla nuestros deseos y por tanto la forma de vivir.

Ser culto consiste en desvelar, mondar el fruto civilizatorio para llegar a descubrir que la «cultura» es la perdición del ser humano; parece contradictorio pero no lo es, porque nuestra realidad es animal, olvidar la vinculación, la supeditación: la identificación de la mente con el cuerpo es volar por encima de nuestras posibilidades. Situados en el territorio de la sensación, del placer y el dolor, sólo entonces surge la ética como específicamente humana, no la moral que es sólo la transducción de la veleidad espiritualista a una realidad que es indomable e inexplicable; la ética es el territorio de la decisión y la responsabilidad, nunca de la valoración apriori…

La virtud de la mente es descubrir la trampa de la mente. Cuando esto no ocurre, se facilita la manipulación, el dominio, el orden, el sistema, el poder, todo queda claro (excesivamente claro): el universo cerrado… cuando en el mundo real el vértigo del cuerpo nos lleva a la caducidad, al absurdo, a la muerte: a la vida.

 

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