En México el tamaño del fenómeno político del Movimiento de Regeneración está por expresarse el 1 de julio, la elección más votada de la historia habrá de hacer que el país acabe con el más agresivo de los neoliberalismos: el salinismo.
El sueño de Carlos Salinas de Gortari, el sueño de la modernidad es en realidad el infierno para millones de mexicanos, a los más de 60 millones que condenó a la pobreza se suman 10 millones de desplazados, los 300 mil ejecutados, los 35 mil desaparecidos. Ríos de sangre corren en medio de un mar de pobreza.
Hoy hay un número importante de obradoristas que históricamente han participado por el cambio democrático y hay otro número aún mayor de gente que tiene confianza en que puede cambiar el rumbo del país, progresistas que sumados con los obradoristas son prácticamente la mitad de los mexicanos, son cerca del 50 por ciento de intención del voto en favor de Andrés Manuel López Obrador.
La otra mitad del país se encuentra dividida entre los que piensan que en México no pasa nada, que las cosas están bien, que López Obrador es un Chávez que podría traer el comunismo, estos son los reaccionarios. La mayoría de esta otra mitad son los que reconocen que las cosas están mal, pero son irremediables.
Este último grupo es el que puede hacer la diferencia, son los pesimistas, los que tienen interiorizado el autoritarismo, los que saben que la corrupción es el cáncer del país, pero están seguros, que sea quien sea gobierne, lo hará corruptamente. Son los que llegan incluso a la conclusión de no votar porque la decisión de quien llega ya está tomada.
De hecho, hay dentro del pesimismo quienes saben que López Obrador es la alternativa, pero se encierran en la idea del no lo dejarán pasar, en su opinión es ingenuo pensar en una elección en la que se le reconozca su triunfo, piensan que es normal que el poder se retenga en contra de la voluntad de la mayoría.
Ese es el pensamiento que debe conquistar Morena para librar el fraude, el fantasma del fraude anda a lo largo y ancho del país, los pesimistas aún se preguntan ¿cómo será el fraude? sin reparar que traen el fraude en la boca.
En un país en el que se cumplieran las condiciones democráticas mínimas el triunfo obradorista sería el desenlace natural, en cambio en México el presidente del Instituto Electoral en medio de esa percepción de triunfo alimenta al pesimismo con sus declaraciones, sostiene que está preparado frente a una elección cerrada.
Lorenzo Cordova actúa desde la reacción al servicio del régimen y desde la máxima posición de imparcialidad que supone la lucha electoral niega la expresión de la voluntad popular y manda señales de respuesta a la pregunta que no acaban de responderse los pesimistas.
México debe cambiar y puede cambiar, no se trata de que no lo dejarán pasar se trata de que haremos que pase, el pueblo manda en democracia. La democracia mexicana pese a ser inexistente cumple a medias la condición básica del cambio de poder a través de elecciones.
No son libres, sin embargo, tenemos como premisa la vía pacífica y las elecciones controladas por el poder son el desafío, un juego en el que hay muchas reglas sólo para el verdadero opositor mientras que a los oficialistas les está permitido hasta matar y llegar al extremo de criminalizar a su víctima.
Bajo esta consideración es que puede explicarse porque pese a tener cerca de la mitad de la intención del voto en una elección de tercios es posible hablar de una elección cerrada, por eso la necesidad de contagiar esperanza al pesimismo, convencer al pesimista que su voto cuenta bajo la condición de que vaya y vote.
La mayoría es la condición de la democracia, sin embargo, en la mexicana tendremos que darle dos a uno al régimen para quitarle la tentación del fraude, por eso vamos contra el pesimismo.
