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Contra Dios

Contra la Cultura (IV)

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Si admitimos que la creencia religiosa merece un respeto diferente que cualquier otra actividad humana, estaríamos dándole una carta de realidad que, para quien no la profesa, es absurda y contradictoria. Es como si pidiéramos a la chiquillería de un colegio que ante una operación matemática mal realizada no deba argumentar sino callar incluso y, por supuesto, acabar con toda nuestra espontaneidad emocional y ante un “2+2=5” un respetuoso inclinar de la cabeza sin jocosidades.

No existe el ateísmo. Ése es un invento del creyente para calificar a alguien a quien necesita catalogar, la persona sin Dios no tiene por qué estructurar su posición para explicarla, no tiene nada que explicar… el debate ganaría interés si quienes sostienen la existencia del más allá y su patrón estuvieran dispuestos a explicar, a someterse al análisis, a la crítica y reconocieran que lo noticiable, frente a la vida cotidiana, sería constatar la existencia de ese mundo fantástico. Eso sería una noticia que cambiaría el curso de la Historia.

La imbricación de las religiones con el poder político no es interesada; porque son la misma expresión de las mismas debilidades humanas, por eso hay religión en todas las culturas, no se da ésta sin aquella: pero de ahí no podemos concluir más que la universalidad de la creencia, hoy sabemos lo suficiente del cerebro y de antropología y psicosociología para entender por qué ocurre, pero esto nada tiene que ver con que la creencia se justifique. Sería como afirmar que las torceduras aparentes provocadas por la refracción lo son de verdad en el objeto.

Cualquier intento de reparación de las injusticias sociales, cualquier tiento para cambiar algo en un grupo social choca contra la religión, poder refractario supremo, totalitario y reaccionario ante todo cambio; políticamente, hay que reconocerles a los cultos religiosos la habilidad para apropiarse de todo cuanto condenan y sobrevivir manipulando lo novedoso hasta transformar su enemistad en continuidad, una vela a Dios y otra… Esto explica que el conservadurismo tenga su esencia en la religiosidad, o que el progresismo tenga ahí su Escila y Caribdis. El ecologismo y el feminismo, motores de la izquierda contemporánea (más que la puesta en duda de los mecanismos económicos) son ideales contrarios a la idea de Creación: ni la Tierra es una finca en explotación ni la mujer una parte del hombre necesaria para su completud. Todas las religiones reaccionarán sosteniendo al Capital y sometiendo a la sexualidad femenina, reafirmación de la brutalidad varonil y monstruo invencible para el patético macho, respectivamente.

Educar a la infancia en creencias religiosas es un crimen contra la libertad y la dignidad humanas, aunque, curiosamente, quienes reclaman educación religiosa lo hagan en nombre de la libertad. Volvemos a las preguntas, ¿sería libertad enseñar a un esclavo a serlo? ¿Es libertad femenina enseñar a la mujer a servir al varón? Incrustar conscientemente en la mentalidad de una criatura un mundo de asesinatos truculentos, demonios, espíritus sedientos de dolor y sangre, la amenaza permanente de lo sobrenatural, las presencias invisibles que condicionan nuestras vidas, la idea del castigo moral, el miedo a la venganza eterna de un todopoderoso inexpugnable, incestos autorizados, embarazos involuntarios, violaciones… nada tiene que ver con la espiritualidad, la mente que se forma va a tener mil oportunidades mucho más ricas de desarrollar su espiritualidad a lo largo de su crecimiento sin necesidad de creer las gilipolleces arbitrarias que se les ocurren a los iluminados y perpetúan los psicópatas, casi siempre bien pagados de bienes mundanos o anímicos.

Esto no es un ataque a la religión sino un intento de negar el amparo disfrazado de cordero de Dios que pretenden. La religión es enemiga del Humanismo, no la creencia o la espiritualidad, que son indistinguibles de lo humano. No pretenden la paz, no pretenden el amor universal, es mentira: son violentas, excluyentes, intolerantes, contrarias a la racionalidad y el análisis, son enemigas de la paz. Aún así, se debe reconocer la libertad de culto siempre que sea privada y que en lo educativo no atente contra los valores reconocidos por los Derechos Humanos y los códigos legales vigentes en las sociedades libres y democráticas. Esto es, con los papeles en la mano la mayoría deberían ser investigadas y procesados sus dirigentes. Pruebe usted a hacer un club en el que esté prohibido por escrito presidir si eres mujer… ¿qué ocurre con el catolicismo o el islam, verbigracia?

Toda religión es una perversión de los sentidos. No toda espiritualidad, eso es diferente. Las religiones niegan lo que somos para redefinirnos a mayor gloria de sus intereses (¿los de Dios?); cuando el proceso comienza al nacer, dejar de creer no es una decisión: es una reconstrucción de la realidad y la vida que requiere sufrimientos, estudio para la redefinición de todo y, si no se favorece desde el Sistema Educativo, supondrá castigo con aislamiento social por parte de los proselitistas para quien lo intente, representantes siempre del poder dominante, de la estabilidad, de la muerte en vida.

“Si niegas tu naturaleza, llegarás a contradicciones”, dijo Epicuro, un hedonista materialista cuya obra, a pesar de ser uno de los autores más prolíficos de la Antigüedad, se ha perdido casi al completo. La cuestión es básica: hay más motivos para poner a las religiones en manos de los Tribunales que para reclamar una supuesta respetabilidad que no respetan; nótese que esto no afecta a lo personal, a usted, creyente, lo emplean como escudo humano, no lo olvide. Hay que recuperar la naturaleza de nuestro cuerpo para encontrar la sostenibilidad, el futuro es el Humanismo.

 

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