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Conceptos para vivir

Cristian Omar Valerio
Cristian Omar Valerio
Sociólogo titulado en la Universidad de Chile
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análisis

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Según definición de la Real Academia Española (RAE), los conceptos son representaciones mentales, es decir, imágenes que tenemos sobre el mundo que nos rodea, sobre todo aquello que consideramos como realidad concreta y palpable. Sin embargo, también son imágenes de aquello que no es concreto y que sólo queda, precisamente, en la imaginación, como podría ser el concepto de unicornio o amor. El asunto es que los conceptos nos permiten conocer, entender e interpretar cualquier tipo de realidad, ya sea, la “objetiva” que existe fuera de nosotros y podemos percibir con nuestros sentidos o aquella realidad que se construye desde nuestros propios esfuerzos mentales, lo que podríamos designar como realidad “subjetiva” (recordemos al unicornio o el amor).

En ausencia de los conceptos no podríamos existir como conjunto social. Imaginemos a alguien que desea generar un vínculo social de algún tipo con otra persona, imaginemos que son las primeras dos personas en poblar el planeta. Ambos, de alguna manera, tendrían que comunicarse ¿Cómo? Enviando un mensaje de algún tipo ¿Cómo se generan los mensajes? Con palabras, con gestos, con actitudes ¿Cuál podría ser el contenido de esos mensajes? Sólo puede ser alguna expresión de nuestra racionalidad o emocionalidad. Si se desea expresar ideas necesitamos conceptos, si se desea expresar emociones o sentimientos necesitamos conceptos. En definitiva, si no los utilizan, no podrían vincularse y llegar a un acuerdo para vivir conjuntamente. Debemos asumir que comparten, aunque sea básicamente, las definiciones de los diferentes conceptos.

De esta manera podemos entender que los conceptos son elementos que sostienen la vida práctica, posibilitan el desarrollo de nuestro vivir cotidiano. Por ejemplo, para configurar sanos y fuertes vínculos solidarios tenemos que, de manera obvia, comprender primeramente el concepto de solidaridad. Se podría argumentar que sería posible generar acciones solidarias en base a posturas casi “innatas “o “instintivas” (lejos de la racionalización conceptual), como cuando se facilita ayuda en casos de “desastres naturales”, de manera casi instantánea. Sin embargo, serían acciones momentáneas y frágiles que desaparecen tan rápido como desaparece la necesidad de satisfacer ese “instinto de ayudar al otro”. En realidad, lo que emerge no sería algo instintivo, sino más bien una noción conceptual difusa de solidaridad.

Podríamos tomar como otro ejemplo la crianza de los niños. La forma en que los niños serán educados en sus hogares, los valores, principios y actitudes que se le inculquen, dependerá fundamentalmente del concepto de crianza que tengan internalizados los padres o tutores. Nadie educa a sus hijos de acuerdo al concepto internalizado por otros padres o tutores, esto forma parte de las prerrogativas propias del concepto de familia (inevitablemente tenemos que llegar a los conceptos). Aunque estamos insertos en un conjunto socio-cultural que entrega lineamientos generales sobre esta mencionada crianza, las directrices específicas emergen de las particulares nociones conceptuales que poseen los padres o tutores.

Después de esta breve reflexión pareciera obvia la conclusión a la que deberíamos llegar. Toda construcción es tan fuerte como lo son sus pilares, sus bases, sus fundamentos. Por tanto, para crear una mejor realidad social es necesario configurar e internalizar los conceptos más idóneos para sostenerla. Para vivir una humanidad basada en el respeto, la solidaridad, el compromiso, la responsabilidad, es necesario tener internalizados de manera absolutamente concientes sus respectivos conceptos.

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