Comienza el Mundial, pero no el fútbol

Rusia arrolla a Arabia Saudí (5-0) mientras La Roja trata de concentrarse y evitar que los últimos acontecimientos le pasen factura en su debut, ante Portugal

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La fiesta del Mundial 2018 ha llegado a Rusia, a la espera de que el futbol lo haga ya en la próxima jornada con el partido entre España y Portugal. La fiesta inaugural –más inaugural que fiesta– continuó en el terreno de juego con la selección anfitriona que se lució ante sus fieles sin fútbol pero con muchos goles que, al fin y al cabo, es lo que hizo disfrutar a una afición entregada que vivía su momento, su mundial. Cinco tantos –que pudieron ser más– dominio arrollador del partido y la visualización del paso de ronda fueron más que suficientes para disfrutar de la jornada.

Los goles, buenos, de Gazinsky y Cheryshev –que sustituyó al lesionado Dzagoev– fueron lo único destacable de la primera mitad, en la que Rusia no tuvo rival en Arabia Saudí. Incapaces de elaborar jugada alguna, los pupilos de Juan Antonio Pizzi apenas se acercaban al área de los anfitriones en algún intento individual con más deseo que resultados.

Arabia Saudí no fue capaz de crear peligro y Rusia bajó el pistón ante la poca necesidad que tenía de esforzarse, si no era por agradar a su presidente, Vladimir Putin, que vigilaba desde el palco tras disfrutar de las actuaciones musicales de una pobre ceremonia inaugural que protagonizó Robbie Williams.

La segunda parte fue una consecuencia lógica de la primera, con Rusia y sus ganas de reivindicarse en su Mundial, aunque Arabia Saudí se lo puso fácil. Dzyuba, recién llegado al terreno de juego, ratificó la superioridad con el tercer tanto mediada la segunda parte. El resto del tiempo fue un domino arrollador de los anfitriones, aunque más por deméritos de sus rivales, que no dieron la talla para un Mundial. Ya en tiempo de descuento, Cheryshev llevó al delirio a su afición con un golazo por la escuadra y Golovin desbordó la fiesta con un impresionante tanto de falta directa sobre el pitido final.

Ahora, Rusia llega crecida para encontrar un empujoncito ante Uruguay y Egipto y asegurarse el pase a la siguiente ronda.

 

Selección española

El interés de la jornada estaba fuera del terreno de juego, con el vestuario de La Roja en busca de unidad y apoyo para paliar los efectos adversos del terremoto que ha sacudido sus cimientos. El flamante seleccionador, Fernando Hierro, tras recomponer el cuerpo técnico aprovechó para reivindicarse como seleccionador y poner en valor la profesionalidad de los jugadores que ha llevado Lopetegui a Rusia.

A pesar de su escasa experiencia como primer entrenador –una temporada en el Oviedo de segunda división– confía en la capacidad de liderazgo que ejerció durante su larga carrera como jugador, su fuerte personalidad y en que el respeto que de forma merecida ganó en el césped mantenga su efectividad con la plantilla.

El trabajo de Hierro no va a ser técnico –no hay tiempo–, sino psicológico y emocional. Tiene que unir más que nunca al banquillo y aprovechar su excelente relación con los veteranos de La Roja para buscar su complicidad y crear una burbuja que aísle a los jugadores de los problemas extradeportivos.

Va a ser fundamental la sensación que ofrezcan los jugadores y su capacidad de concentración en el partido ante Portugal, el estreno de una selección española que ya ha hecho historia en esta Copa del Mundo. Ahora, que la parte deportiva supere y convierta en anécdota lo que nunca debó haber ocurrido.

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