Me lo imagino. Tienes ganas de escribir, te consideras un principiante y puede contigo la responsabilidad. Así que, al encender el ordenador, empiezas a sentir cierta angustia, un poco de ansiedad, algo de nerviosismo… ¿qué hacer? Muy sencillo. Existen dos reglas de oro que todo artista (escritor, pintor, escultor…) cumple consciente o inconscientemente: buscarse un nido creativo, unas rutinas de trabajo y por supuesto tranquilizarse. Repasa la vida de cualquier artista y ya verás cómo cumple con estos preceptos.

1.- El nido creativo. Necesitas un rincón, un espacio físico, donde poder trabajar sin ser molestado. Piensa. Si fueras aficionado al maquetismo, los puzzles, el colage, las manualidades, las figuritas de barro, la ebanistería… ¿no te hubieras creado ya un pequeño taller, habitación, cuarto o despacho donde poder trabajar a gusto y, ya de paso, almacenar cada una de sus creaciones? Seguro que sí. Seguro que lo hubieras hecho de manera inconsciente.

Entonces ¿por qué no hacerlo cuando escribimos? ¿Acaso la escritura es menos importante?

Para escribir necesitas espacio, silencio, tranquilidad, olvido del mundo, comodidad y rodearte de todo lo necesario para tus creaciones. Libros, muchos libros, bolígrafos, lápices, libretas para borradores, ordenador personal, wifi, una mesa y un sillón. ¡Ah! Y una puerta que poder cerrar cuando así lo creas conveniente. En definitiva, necesitas un despacho, un taller, un rincón creativo y unas rutinas de trabajo. Igual que lo necesita un pintor, un restaurador de muebles antiguos o un aficionado al bricolaje.

Hace años, el escritor peruano Vargas Llosa se confesaba “totalmente rutinario de sus hábitos de trabajo”. Se levantaba todos los días a las 7.15 de la mañana, corría 30 minutos por los alrededores de su casa de Lima y volvía después para desayunar y leer los periódicos. Comenzaba a escribir a partir de las 8.30 de la mañana y sólo paraba cada dos horas para despejarse dando breves paseos. En la primera parte de la mañana escribía a máquina, en la segunda, releía y corregía lo escrito. Por la tarde y noche sólo tomaba notas.

Terenci Moix no se imponía un horario fijo ni un mínimo de trabajo, aunque solía escribir todos los días. Escribía a máquina y a veces hacía anotaciones en una libreta. Para sus memorias, se rodeó de música clásica y se instaló a la vista de los jardines colgantes que rodeaban su estudio. “Procuro darme un baño de lirismo que me provoque el reflujo sentimental de mi infancia, de mis recuerdos», aseguró en una entrevista.

Rosa Chacel se levantaba cada día a las siete de la mañana y empezaba a trabajar una hora después. Hacia las diez, interrumpía su tarea para tomar café y fumar en pipa. Escribía directamente a máquina en el despacho de su casa. «No tengo manías especiales. Ni siquiera el silencio. Con la ausencia de ruidos y la quietud total soñaba cuando era jovencita, pero ahora ya renuncio a toda clase de imposibles», aseguró una vez.

2.- Tranquilidad. Pues sí, tranquilidad. Pero para tener tranquilidad exterior, lo primero que debes procurarte es tranquilidad interior. Así que tranquilízate ante todo. ¿Cómo? No dejándote llevar por la responsabilidad de tus escritos. Te doy un dato: de cinco borradores, apenas te servirá uno. O ninguno. Con esto quiero decirte que, ante todo, has de escribir sin preocuparte de lo demás. Ya te darás cuenta más adelante de lo que sirve y de lo que no. De forma que:

1.- No escribas obsesionado con el día o la hora

2.- No le des importancia a lo escrito: ni te alegres por lo bien hecho ni te decepciones por lo inacabo

3.- No busques lo más original del mundo

4.- No quieras ser un tipo raro escribiendo

5.- No te atormentes por la perfección formal

Si supieras la cantidad de bocetos que tanto el escultor Eduardo Chillida como los pintores Joan Miró o Pablo Picasso realizaban antes de comenzar a componer sus obras, nunca más tendrías ansiedad en tu escritura. Así que agénciate con un rincón creativo, cierra la puerta, enciende el ordenador, toma una idea y comienza a desarrollarla como tú sabes: escribiendo.

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