En Euskadi no se puede votar NO al candidato a Lehendakari. O apoyas a un candidato o votas en blanco, pero el voto de bloqueo no existe. Esta diferencia podría resumir bien las actuales diferencias entre la realidad vasca y la del resto de España.

En virtud de esa diferencia, y ante la imposibildad del resto de formaciones de ponerse de acuerdo en una alternativa, hace cuatro años el PNV se lanzó a gobernar Euskadi con 27 de los 75 parlamentarios, sin haber tejido acuerdo de estabilidad alguna.

Pero tras unos primeros meses sin rumbo y de inestabilidad parlamentaria, a finales del 2013 el PSE-EE decidió dar oxígeno a un PNV en situación agónica. Con aquella decisión, se puso fín a un primer «annus horribilis», a partir del cual el lehendakari Urkullu y su partido comenzaron a afianzarse. Recuérdese que tanto Ardanza como Ibarretxe tardaron casi una legislatura en consolidarse al frente de la Lehendakaritza.

El caso es que, tras haber sufrido varias derrotas electorales, en las elecciones municipales de 2015 el PSE-EE dedició comprometer aún más su posición (y su futuro), entrando a formar parte de los gobiernos con el PNV.

Hay quienes consideran que el primer problema de la socialdemocracia en Euskadi, en España y en el Mundo es la crisis de su modelo, de la que devendrían los malos resultados. Según esta tesis, el socialismo seguirá en crisis hasta que no sea capaz de ofrecer una alternativa al modelo socio-económico actual en clave de crecimiento equitativo. Podrá gobernar e incluso ganar elecciones en algunos lugares, especialmente como consecuencia de los efectos desastrosos de las políticas conservadoras. Pero no tendrá recorrido futuro si no construye esa alternativa.

Sin duda, y como ha quedado de manifiesto tras los resultados de las últimas autonómicas, coaligarse con el PNV, la “derecha nacionalista”, no ha facilitado la búsqueda de ese camino propio y alternativo aquí en Euskadi. Los números cantan: la coalición PNV-PSE ha pasado de 43 a 38 escaños, perdiendo PSE-EE 7 y ganando el PNV 2.

Para trabajar esa alternativa, ese relato altenrativo, el socialismo tendría que ser completamente permeable a lo que se está moviendo en la calle. Y, por tanto, tendría que vencer su segundo gran hándicap (no exclusivo del partido socialista): la desconexión con la realidad.

Fuera de las cuatro paredes del partido, existen colectivos y movimientos de todo tipo que defienden modelos alternativos de desarrollo y de sociedad: la Economía del Bien Común, la Economía Circular, el Decrecimiento,…, todos ellos tienen su concreción en medidas más o menos ejecutables. Probablemente una mezcla de todas estas teorías podría constituir una alternativa solvente al Capitalismo en el futuro. Y parece obvio que el socialismo debería estar en conexión permanente con estas realidades, lo que, de paso, facilitaría su propia y necesaria catarsis en clave de regeneración.

Pero, estar centrados en la gestión cotidiana de los gobiernos forales y municipales, no ha facilitado la necesaria conexión del PSE-EE con todos estos movimientos. Si además el PSE-EE asume tareas de gestión en el Gobierno Vasco, esta conexión será más difícil aún.

Hay una tercera razón más que ha debilitado la posición de la socialdemocracia vasca. El debate sobre el futuro estatus de Euskadi en en el Estado, ha protagonizado gran parte del debate pre-electoral en Euskadi. Y también esa es una asignatura pendiente del socialismo vasco y del socialismo español.

Este siempre ha sido un debate ajeno a los intereses de una izquierda que, por definición (y hoy, por necesidad), es internacionalista. Tampoco existe una posición pública consensuada en esta materia, por falta de una discusión seria y desde la base.

Sin embargo, los dirigentes nacionalistas han abierto este debate con absoluta naturalidad en el final de la legislatura, ante un más que incónomo silencio de los dirigentes socialistas. Y para dejarlo claro, Urkullu y Ortuzar han celebrado su magnífica victoria de hoy con un “Gora Euskadi Askatuta” (“Viva Euskadi Libre”).

En mi opinión, y por las tres razones esgrimidas, el PSE-EE debe pasar a la oposición y empezar a forjar alianzas con las fuerzas progesistas (que haberlas haylas) y con la calle. Si el PSE-EE entra a gobernar con el PNV, maniatará más aún su discurso y la posiblidad de acción de un partido sin el que no se podría entender la Historia Contemporánea de Euskadi.

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