Hipocresía

Siempre había sido un niño muy cariñoso y zalamero. Pendiente de su vestimenta, invariablemente impoluto, jamás jugaba al fútbol. A él le gustaban mucho más los juegos creativos, como cuando se inventaba que la pilastra del lavadero, a la que le ponía unos bornizos de mimbraza asidos por los agujeros de los ladrillos, era la escotilla de un submarino a través de la que se introducían los monstruos.

Para su padre, sólo era un zangolotino, un crío pequeño que no iba a madurar jamás.

En el Instituto, no tenía amigos y siempre se le veía acompañado de unas cuantas compañeras con las que compartía gustos y aficiones. En muchos sentidos, era la envidia de los petulantes adanes que le miraban por encima del hombro y que deseaban estar en compañía de aquellas con las que él reía, caminaba, compartía y charlaba amistosamente.

Con la edad, el vehemente amaneramiento en su forma de andar y de hablar, su manera de vestir, siempre conjuntado y hecho un pincel, y su predilección por las cosas emotivas, hacían “sospechar” a sus amistades.

Al final de su etapa de estudiante bachiller, ya había tenido algunos problemas con aquellos envidiosos que creían que a las mujeres hay que tratarlas a palos, y que comportarse como un auténtico orangután, es el mejor camino para acabar ligando con la chica que te gusta. No le perdonaban que siempre estuviera rodeado de mozas y que a ellos, no les hicieran ni caso.

Cuando le llegó la llamada a filas, comenzó su auténtico calvario en el pueblo. Su renuncia a servir a la patria y su declaración de objeción de conciencia, puso en boca de todos, aquella maldita palabra que habían estado reprimiendo durante años: maricón.

Ricardo, comenzó un auténtico calvario de burlas y acoso. Sus antes amigos, no querían que les tocase. Era como si hubiera contraído la lepra o una enfermedad que te condena a la muerte con el sólo roce de la piel. Los cobardes, no se atrevían a insultarle a la cara, pero él veía como su pobre madre lloraba angustiada cuando se inventaban historias de revolcones inexistentes, cuando reían en grupos mientras hacían bromas a su paso, pegando el culo a la pared, o cuando en las empajadas, la puerta de su casa estaba unida a la del cura, cuya leyenda de bujarrón había llegado al pueblo a través de un franciscano compañero de seminario.

Mauricio, el gañán por excelencia que hay en todos los pueblos, era el más incisivo en los insultos. El más mordaz en los comentarios y el más siniestro en su forma de actuar. Era el único al que no parecía importarle que Ricardo le contagiara aquello que le hacía distinto, hasta el punto que, cuando éste volvía al pueblo de vacaciones, siempre le saludaba con una colleja en el cogote para a continuación asirle con su brazo por el cuello y mientras le masajeaba la tonsura con el puño, le decía, ¡qué pasa bujarra! Siempre era lo mismo. Luego, se separaba y soltaba unas estruendosas carcajadas que avergonzaban a Ricardo y eran siempre aplaudidas y recibidas con entusiasmo por el resto de mozos del lugar. Llegó un punto en el que decidió no volver a la casa que le había visto nacer. Su padre se avergonzaba de él y su madre lloraba desconsolada, no porque su hijo fuera distinto, sino por el sufrimiento que esto le causaba.

 

….

 

La charanga acompasa el bullicioso caminar de los mozos. Valdorros está en fiestas y, como es tradición, las dianas levantan a rezagados y alegran a los madrugadores. Letras picantonas, música popular, bullicio, alcohol, cohetes, y los “para fulano y su esposa que viva, que viva,…” llenan de jolgorio y buen humor las engalanadas calles.

Han llegado a la puerta de Socorro y Miguel. Desde hace años, se largaban del pueblo cuando llegaban las fiestas. Este año, se han quedado. El afamado director de cine Charín García, ha sido el pregonero y dará una conferencia tras la emisión de su última película de estreno, en primicia, en el Centro Cívico. El alcalde, Mauricio, ha hecho lo imposible porque el conocido director volviera a su pueblo. Al lugar que le vio nacer. Todos presumen de él a la menor ocasión. Para la villa, es un honor tener un artista consagrado en Hollywood ganador de un Oscar. La charanga toca una melodía menos picantona de lo normal. El mozo de turno, vitorea a Socorro y Miguel. Ahora, los músicos reciben la orden de tocar otra. Esta vez los vitoreados serán Ricardo y su esposo Ake, con el deseo de que sean felices.

Ricardo, el famoso Charín García, observa desde el zaguán, abrazando a su marido.

 


Clase amansada

 

Todos los presentes me conocen y saben que soy incapaz de seguir callado. Hay ocasiones en que callar es mentir, porque el silencio puede interpretarse como aquiescencia. … Vosotros sois los que profanáis sus sagrados recintos: Venceréis porque tenéis la fuerza bruta, pero no convenceréis, porque para convencer tendríais que persuadir, y para persuadir no tenéis lo que hace falta: la razón y el derecho.

Don Miguel de Unamuno.

 

Estas palabras de Unamuno el 12 de octubre del 36, ya no tienen vigencia. Ahora, la razón y el derecho ya no son la fuerza que convence. Ahora saben que, para persuadir, sólo hay que insistir en repetir una y otra vez la misma mentira en todos los medios de intoxicación. Para eso los controlan, para ahormar a sus intereses. Los que el 17 de julio de ese mismo año, se levantaron en armas contra la II República, han aparcado la utilización de su poderío para casos ocasionales y hoy, recurren a las modernas técnicas del marketing para la sugestión, adoctrinamiento y convencimiento de la idiocia en general. Hoy no les hace falta la fuerza bruta, salvo para dispersar rivales y contendientes en manifestaciones en las que además de arengar a sus baladrones, se las han apañado para que la legalidad, además, caiga sobre los díscolos con multas que dañan la cartera, mucho más efectivas que la represión.

Hace unos días, unas quince personas, asistimos a una asamblea de CGT en mi centro de trabajo, con más de mil asalariados. Y no es que no haya problemas a resolver, ni confrontación laboral. Pero, por lo visto, a la nueva clase amansada, le parece mucho más importante el cafecito y los churros en el bar de la esquina, que interesarse por la situación actual de un convenio vencido y la negativa perspectiva de uno nuevo, lo que nos depara un negro futuro en el que ya estamos inmersos. Es verdad que nuestra problemática no se parece a la realidad coyuntural. Aquí no hay salarios de cuatrocientos euros por diez horas de trabajo, ni jornadas alargadas hasta la extenuación, ni cambios vacacionales comunicados por whatsapp  a última hora y con amenaza de despido. Pero si hay abusos, como denegar permisos para asistir a consulta médica con hijos pequeños o con padres muy mayores. O salarios discriminatorios en función del tipo de contrato. O negación de los derechos como la conciliación laboral o la pareja de hecho. O una promoción fuera de los cánones de competencia y capacidad.

Ese mismo día, a través de un mensaje directo de Twitter, un amigo me enseñaba una imagen en el que se podía leer lo siguiente:

“Soy celiaca y últimamente mis amigas al salir de fiesta están tomando cocaína, y yo también quiero tomar, pero tengo miedo de que tenga gluten y me dañe la salud. ¿Lleva gluten? ¿Toda? ¿Sabéis si existe cocaína sin gluten y si me será más cara…?”

Es evidente que ésta y otras preguntas existenciales que circulan por la red, particularmente en el sorprendente chat de forocoches  sólo son una excepción porque no soy capaz de asimilar que la estupidez humana y la muerte cultural, de la que presumía el patán Millán Astray, haya calado hasta ese extremo. Pero sí demuestra, la capacidad de la gente para abstraerse en su burbuja, en la que lo más importante es la preocupación por lo superfluo e inmediato, ignorando el todo que te deja en la penuria vital (es el gluten el que te puede matar, no la coca).

En esta España (desconozco si es general) en la que el pueblo es capaz de incendiar una ciudad porque su equipo de fútbol es descendido por deudas a la Seguridad Social, o en la que se puede iniciar una recogida de firmas para que un futbolista acusado de evadir catorce millones de euros, sea perdonado con tal de que no abandone su equipo, o alentar a Ayuntamiento y Diputación de Burgos para que gasten 3 millones de euros de dinero público  para que el equipo de la capital (que ni siquiera lleva el nombre de Burgos) pueda jugar en la ACB o de bloquear un servidor cuando, por una noticia de relevancia, le quitan su programa preferido de TV, parece estar claro que lo importante no es aquello que te acaba jodiendo la vida, dejándote sin derechos y en la indigencia social y económica, sino los estímulos que te evaden de esa realidad.

En esta España hipócrita que rechaza negros, gitanos, homosexuales e islamitas, salvo que sean ilustres portadores de goles, famosos directores de cine, personal habitual de la telebasura o tengan aparcado el yate en Puerto Banús, lo importante es Venezuela, un país del que el 80% no sabrían localizar en el mapa, o la indivisibilidad de España. Porque para ellos España (¡PAÑA!) es el país en el que Adán y Eva tenían su paraíso y en el que, hasta mi paisano Miguelón, paseaba la bandera rojigualda por la Sierra de Atapuerca.

Otros, los menos, pasamos el día denunciando derivaciones sanitarias que engordan el gasto público y disminuyen la calidad de la sanidad. El engrosamiento premeditado de las listas de espera, con el fin de que el personal acabe abrazando esas derivaciones como solución inmediata, insistiendo en los sobrecostes que conlleva y la caja que hacen los amigos de quiénes promocionan ese sistema. Insistimos hasta el aburrimiento en el insufrible sobrecoste existente tanto en la construcción, como en la gestión de los nuevos hospitales. Nos desgañitamos hasta aburrir al personal, para que al final, lo importante para el común de la clase amansada, sea si lo suyo se soluciona o no, y si podemos ayudarle cuando, aquello que ignora y no se cree, lo sufre en primera persona.

Pasamos el día clamando contra la masificación y la dejadez en la escuela pública. Contra los conciertos que, además de sobrecargar el presupuesto en educación, adoctrina, discrimina y amansa a nuestros hijos. Pasamos el día denunciando la extinción de la formación no obligatoria, como bachillero o formación profesional, dónde lo público carece de ofertas y plazas suficientes y dónde lo privado es financiado con dinero público sin que para su acceso, respete la igualdad de oportunidades.

Y todo, ¿para qué? Todo para que el pueblo sumiso, el que nunca saca los pies del tiesto, el adoctrinado y reconducido por los caciques de siempre, disfrazados de liberalismo, establezca que en la balanza, pesa lo mismo la corrupción endémica y sistemática de un partido con más de novecientas causas por enriquecimiento ilícito, que la simulación de un delito en el que el denunciante sólo quiere distraer y el denunciado hacer evidente que desde 2001 la cantidad que los madrileños pagan por los “derechos de sede” y los “derechos de publicidad y promoción” del Mutua Madrid Open, se hayan multiplicado por diez sin que sepamos ver cuáles son las mejoras para la ciudad que apoyan tales pagos.

Todo para que quién nos ha dejado sin derechos laborales y ha llevado a las puertas de la miseria a casi la mitad de los niños de España, para quien ha demostrado con creces que allí donde ha gobernado la deuda de las administraciones ha engordado en la misma forma que sus cuentas en Suiza, siga cortando el bacalao a su antojo y le sigan votando. Todo para que quién ha demostrado que se puede reducir deuda sin recortar derechos ni presupuesto social, sean tratados como lo hacían con los quincalleros acusados injustamente de comerse las gallinas en los pueblos.

La hipocresía, la ignorancia y el analfabetismo cultural es el pienso nuestro de cada día.

Los hombres de más saber político reconocen que así no se puede seguir, y forcejean dentro de la red que ellos mismos han tejido, y que les entorpece para toda obra grande de reforma. Pero ninguno se decide a romperla con arte, destruyendo siquiera alguna malla por donde sacar un dedo, después una mano, y llegar por sucesivas rupturas de hilos a la libertad de esta desgraciada nación, esclava de lo que aquí llamamos caciquismo, tristísima repetición de los tiempos feudales y de las demasías de unos cuantos señores, árbitros de los derechos y de los intereses de los ciudadanos.

Parece que un siglo después de que Pérez Galdós escribiera esto, España sigue varada en el hijoputismo señorial y amollada por los mismos mayorales de los caciques.

Salud, república y más escuelas.

 

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Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.

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