Termina esta semana con la sensación, en los mentideros políticos, de que algo está cambiando. De que hay un nuevo escenario de cara a la posible investidura de Mariano Rajoy. Un escenario que consistiría en un “sí”, en segunda vuelta, por parte de Ciudadanos que provocaría una presión tan fuerte en el PSOE que, al final, cambiaría su sentido del voto absteniéndose. Ahora de lo que se trata es de saber si para todas las conversaciones “entre bastidores” que se vayan a llevar a cabo hay una fecha límite. Hay quien habla de finales de agosto o principios de septiembre.

“Vamos a trabajar para que haya investidura la última semana de agosto o la primera de septiembre”, ha admitido el dirigente popular, Pablo Casado, al ser preguntado por lo que parece consistir la clave de toda la historia. El PP maneja la semana del 29 de agosto porque, así, Albert Rivera tiene tiempo suficiente para convencer a sus bases de la necesidad de cambiar la abstención por el sí. Tres semanas en las que las presiones sobre Pedro Sánchez darían sus frutos. Los suficientes como para que los socialistas se abstengan, tal y como piden algunos de sus dirigentes.

En el supuesto, bastante probable, de que el PSOE insista en que no va a variar su postura, se buscaría un “plan B” mediante los votos o la abstención del PNV y Coalición Canaria. El problema es lograr el acuerdo con los nacionalistas vascos, sobre todo porque se encuentran inmersos en plena campaña electoral. Pero tanto en Ciudadanos como en el PP piensan que si se presentan con un acuerdo en materia presupuestaria y un techo de gasto, en los cuales se hagan importantes concesiones a Euskadi, se habrá logrado deshacer el encaje de bolillos que ha supuesto el nuevo panorama parlamentario surgido de las urnas el pasado 26 de junio.

Así pues, la clave en lo que a contenido se refiere, será ese acuerdo. El que sería fruto de las negociaciones anunciadas este martes en materia económica. Rivera y Rajoy creen que sería “importantísimo” formar un gobierno que tuviese en sus manos un proyecto de grandes cuentas del Estado, techo de gasto, y estabilidad presupuestaria para poder hacer frente a las exigencias de Bruselas, que pone como fecha límite para no tomar medidas más drásticas, el 15 de octubre. Tiempo de sobra para el trámite parlamentario y para negociar con la Unión Europea.

Si se saca adelante este plan, el debate de investidura comenzaría el martes, 30. La primera votación tendría lugar el miércoles 31, y la segunda el viernes 2 de septiembre.

Pero este calendario tiene un problema. Si la investidura de Rajoy no es posible, las nuevas elecciones tendrían que celebrarse el 25 de diciembre, día de navidad. De ahí que todavía haya muchas cautelas. Y la vuelta al “galleguismo”.

En el PP echan un jarro de agua fría al matizar que “Rajoy todavía no ha dicho que vaya a presentarse”. Vuelven las incertidumbres que en Génova justifican con una simple reflexión: “la idea es lograr un gobierno estable, no una investidura fallida”.

Y esto no gusta a nadie. Pero tiene su lógica política. El PP quiere llegar, primero, a un acuerdo con Ciudadanos en materia presupuestaria porque considera que “ese sería un paso decisivo para lograr el sí”. Y con ese “sí”, las cosas serían más sencillas.

Pero en Ciudadanos las cosas no están tan claras. Se ha producido algo parecido a una “rebelión” interna en el seno del grupo que lidera Rivera. Una “rebelión” que se ha trasladado a parte de la cúpula dirigente. Hay quien dice que un “si” a Rajoy significará, a la larga, ser fagocitados por el PP. Otros, en cambio, lo consideran como “un servicio a España”, fundamental en estos momentos”. “No se puede criticar al PSOE y decir que si no facilita la investidura generará un colapso institucional sin precedentes, y luego nosotros obstaculizar dicha investidura”, dice un diputado naranja que prefiere guardar el anonimato.

El debate en las redes sociales está abierto. Lo que se desconoce es cual va a ser el final del mismo. Mientras tanto, entre bastidores los hombres de Rajoy y de Rivera, negocian.

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