Cine y Sociedad

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La obra de arte o el producto cultural burgués no debe verse sólo en una relación lineal, directa y causal con el capitalismo. 

ANDRES LINARES

 

Hay una primera división social en la historia que corresponde a la diferencia entre el trabajo intelectual y manual, el arte popular se acerca, en este sentido, a lo manual, pero por las mismas razones tenemos que aceptar ese arte, como una necesidad y una realidad en oposición a las formas de la cultura institucionalizada, de la cultura dominante. Lo cultural y lo artístico son elementos esenciales en la composición de la superestructura y comporta la creación de valores establecidos como universales. Por ese motivo tenemos que entender que desde una perspectiva científica, lo designado como valores mentales y culturales proceden de las condiciones de desarrollo del cuerpo social. De igual modo, los condicionantes naturales, ecológicos, sociales y económicos que configuran la infraestructura condicionan los componentes mentales y culturales. Lo social es un proyecto en construcción y en su desarrollo intervienen agentes activos que promueven sus determinaciones. El género humano vive dentro de una realidad social y esta realidad influye en las manifestaciones científicas, artísticas y creativas, durante toda su vida.

         El cine es un hecho real, positivo y material que tiene su existencia fuera del sujeto y que el sujeto puede aprehender, la forma que tiene el sujeto para llegar al conocimiento depende de los condicionamientos mentales y culturales de cada sujeto, porque los seres humanos no viven aislados y dependen del sistema social al que pertenecen. Generalmente, las sociedades no generan instrumentos para analizar y modificar los problemas de la realidad cotidiana. la mayor parte de los instrumentos culturales sirven para defender las estructuras y los intereses sociales establecidos. Para investigar una sociedad concreta, la investigación se tiene que fundamentar en los procesos de comunicación procedentes de las condiciones materiales y sociales concretas en la que vive la sociedad que investigamos.

Pocas regiones como la andaluza ofrecían, en los años cuarenta y cincuenta, los valores tradicionales y una forma de vivir tan dependiente de las estructuras agrarias. Regiones como Galicia planteaba el problema de la lengua, Aragón no era tan conocida, ni su versatilidad tan aparente para la comedia. Lo cierto es que hubo intentos de acercamiento a la región aragonesa con Nobleza baturra (1.935) y La Dolores (1.940) con la misma estructura narrativa del género andaluz. Su realizador fue el aragonés Florián Rey y otra obra es Alma baturra (1.947), de Antonio Sau Olite.

Las manifestaciones artísticas del tiempo de la autarquía hicieron un esfuerzo para evolucionar y gracias a los medios de comunicación, el régimen consigue tener un instrumento con el que defender su nuevo modelo social entre las capas medias y populares. El cine no tuvo la posibilidad de reeducar al pueblo, pero contribuyó a socializar un sistema de convenciones. La Enseñanza y los medios de comunicación son los que de forma certera ofrecen una visión de la realidad y pueden influir en los comportamientos sociales, pero, contrariamente a esto fueron fundamentales ayudando a modelar el pensamiento y el fortalecimiento del régimen.

Cuando hay un control del mercado del arte, el poder se encarga de las decisiones. No está claro que las masas opten por un arte cercano, más sensible a los sentimientos de la mayoría y sus apetencias primarias, pero es cierto que la proximidad revaloriza el sentido histórico de gran parte de los géneros populares. El cine es, además de testimonio de una época, un disfrute que las masas han consumido y consumen, porque dan respuestas a sus necesidades vitales y cotidianas. Los acontecimientos vividos entonces repercutieron posteriormente en la sociedad española y andaluza. La situación de referencia se entiende como parte integrada del pensamiento y de la conducta social. Los acontecimientos históricos evolucionaron y tuvieron influencia sobre la mayoría de las manifestaciones artísticas y culturales. El hecho artístico, como las sociedades, tiene su propio dinamismo, en el cine aparecían las mismas contradicciones apreciadas en la sociedad de coincidencia. Por eso defendemos que una película no es un simple espectáculo del mundo de la farándula, porque no se prescinde de las realidades. Decían los clásicos: «El cine es la forma más real de presentar lo irreal», pero puede decirse: “El cine es la forma más irreal de representar lo real”. Un lugar de encuentro del mundo popular con la cultura.

         Las diferencias entre los distintos sectores sociales condicionan la supervivencia de sus estructuras y la cultura ha servido de cohesión para mantener una situación determinada. Las modificaciones en un sistema social aparecen reflejadas en el hecho artístico, porque la obra artística es uno de los instrumentos representativos de la ruptura y del cambio social. La historia de los pueblos muestra las consecuencias que los grandes desajustes sociales tienen en el desarrollo social y cultural. El cine traduce en imagines como se manifiestan estas relaciones, la pantalla se ha convertido en el lugar idóneo para analizar el desarrollo de la vida real. El cine del franquismo es el resultado de una visión del mundo. La realidad que expresaba el creador era la que conocía o imaginaba, una ficción que formaba parte del mundo en el que estaba integrado como hombre y como artista. Las imágenes tuvieron tanto del mundo de las fantasías como de las realidades, la pantalla estaba sujeta a una concepción estética en franca dependencia del comportamiento ético adoptado ante el momento histórico. La manifestación artística, como cualquier juicio sobre el mundo, es fruto del compromiso libremente adoptado por el creador. Cada ser humano es lo que expresan sus emociones o su intelecto, pero la trayectoria de una vida humana la muestran las realidades materiales del trabajo realizado durante una vida.

LA LOLA SE VA A LOS PUERTOS 1.947, de Juan de Orduña.
Obra de sentimientos y deseos, de renuncias y de fidelidad, de amores imposibles como lo entiende Lola en la obra original de los Machado. Dice Lola a su guitarrista, Rafael: “Sí, desde entonces, llevamos la sed a medias; pero ¿dónde está la fuente, Rafael?”.

         Tanto los modelos teóricos como los modelos de pensamiento son modificables en el transcurso del tiempo. La cultura y las ideas que la sustentan evolucionan sin que por ello dejen de ser herederas de los procesos históricos que la gestaron. Los cambios sociales, los científicos, culturales y artísticos son necesarios para la transformación de las viejas estructuras, los cambios fundamentan el progreso del género humano. Mudar de costumbres es un proceso lento que modifican las estructuras sociales y se encuadran en su propio contexto histórico, porque los acontecimientos modifican los pensamientos y transforman los viejos modelos. Sin embargo, no todos los modelos de pensamiento plantean la cuestión esencial de los cambios en las ideas, la ciencia o la cultura. Los transformadores acontecimientos ocurridos durante los siglos XIX y XX fueron entendidos como inevitables y necesarios, para gran parte del pensamiento filosófico occidental. Los movimientos sociales se entendieron como consecuencia de las propias contradicciones internas de la sociedad, en este sentido los cambios históricos suponen el reemplazo de lo viejo por lo nuevo.

Partiendo de estas propuestas parece evidente que el estudio del cine andaluz precise un marco y un conocimiento sobre el medio cinematográfico, sobre el lenguaje y los medios de comunicación social. Las imágenes son «concebidas como representaciones del mundo visual», aunque puedan ser un producto de la «imaginación más individual». El cine es obra de su tiempo, como lo es la Capilla Sixtina, el primitivo cinematógrafo fue un excepcional espectáculo que vagaba por los pueblos hasta convertirse en factor clave de la cultura popular. En los años del régimen el cine impregnaba la sociedad y se dejaba arrebatar por ella. Sustituyó al teatro, al espectáculo folklórico, a los cafés cantantes y al circo. Llegaban a todas partes «estos peliculeros», como denostaba el personaje de Fernando Fernán Gómez en su inolvidable El viaje a ninguna parte (1.986). El cine tomó por costumbre vivir cómodamente en el acervo cotidiano.

La cultura popular no necesita de solemnidades ni enclaustraciones, porque es bulliciosa y ampliamente participativa. La pantalla en los años cuarenta y cincuenta quedó convertida en unas de las pocas vías para el desarrollo de una cultura alternativa. La administración y el control estarían en manos de la burguesía industrial capitalista o de quiénes tuvieran la posibilidad de producir películas, pero los temas y las historias eran comunes a las mayorías. La gente acudía diariamente al cine, porque había una vinculación estrecha entre el cine y el bullicio de la calle. El carácter popular no influye negativamente sobre este medio de expresión, ni de los posibles receptores de la obra. El valor social del producto es un motivo de rigurosidad y principio de la reflexión que hacemos sobre el cine.

CANCIONERA, 1.940 y FUEGO EN LA SANGRE, 1.953. En el cine importa el tema y la recreación socio espacial de la historia. Andalucía ha sido utilizada de forma diferente a través del tiempo. Aunque presenta en este tiempo, una economía subdesarrollada y corrupta, con vagos peones, finos aristócratas dueños de cortijos, gitanos granujas y señoritos de garrocha. Ignacio F. Iquino, el director de Fuego en la sangre prometió librarse de todo lo anterior para hacer un film sobre la verdadera sociedad andaluza. Pese a todo, estas películas tienen como telón de fondo muchas de las realidades de la sociedad andaluza, las vicisitudes de aperaores, gañanes, peones mal pagados, mozas cortijeras y un mundo clasista dominado por la injusticia social.

“La cultura, el universo cultural al que nos incorporamos, tiende a la homogeinización, a hacer que todos los componentes dispongan de los mismos instrumentos intelectuales y hagan luego un uso personal según las diferencias de capacidad. En el orden emocional el planteamiento es otro: ese mismo ámbito cultural lo encontramos ya, cuando nos agregamos a él, como el terreno en que sentimientos y valores se debaten y a nosotros mismos como sujetos que han de optar, a favor, en contra o en una dirección absolutamente personal. Los sentimientos y los valores son un tema para la lucha, descarada o encubierta, entre los componentes de un sosegado espacio cultural”. -Carlos Castilla del Pino: Teoría de los sentimientos”.

 

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