Tal vez el vivo ejemplo de la medida de los comportamientos éticos de este país esté dado por las palabras de Cristina de Borbón, en el marco del juicio por el denominado Caso Noos. Decía Benavente que “cuando no se piensa lo que se dice, se dice lo que se piensa”. Según El Mundo, expresó a sus compañeros de sesiones: «Qué ganas tengo de que acabe esto para no volver a pisar este país«. Esto lo confesó de viva voz al quedar el juicio visto para sentencia. Se podría comprender esta liberación de energía, pero siempre y cuando no se liberasen, al tiempo, también fondos del Estado para el mantenimiento de su confort, o para su defensa. Acaso, si hubiera un reconocimiento de haber incurrido en conductas al menos sospechadas de irregulares, tanto ella como su consorte, quizá sería asumible. Pero, en esa España que cobra nos es lejana, parece que todo vale si estás del lado de la línea en la que está dividida respecto de aquella a la que pertenecemos la mayoría: la España que paga.

La instrumentalización de la corrupción que se ha ido destapando estos años, nos hace suponer que existen indicios de que nada ha cambiado, gracias a la complicidad de los abstencionistas de la Gestora, y la prensa en nómina, entre otros. Sin ellos las instituciones del Estado que deberían velar por la transparencia en el uso de los recursos de todos, serían efectivas, y actuarían para que cada español pagase en la medida de la legalidad de sus actos. En cambio, como consecuencia de la continuidad de estas prácticas cuestionables, apreciamos que se rescatan concesiones a los donantes o que se prosigue sin ofrecer información de la cuantía de los sobrecostes en las obras públicas, sin dejar de lado las compras de material armamentístico y la distracción de recursos para proseguir con la privatización de los sistemas de sanidad, educación, dependencia y de la seguridad social en su conjunto. Más de la mitad de los parados no recibe ninguna prestación. La Iglesia continúa sin pagar el Ibi por sus propiedades, inmatriculaciones incluidas. Los enfermos de cáncer mueren en las listas de espera hospitalaria.

Por todo ello, españolito que pagas, durante los dos próximos años, España va a tener que llevar a cabo un fuerte ajuste que superará los 26.000 millones de euros. Así lo refleja el Plan Presupuestario del próximo año que se remitió a la Comisión Europea. En él, Rajoy reafirmó su compromiso a reducir el déficit desde el 4,6% en el que prevé acabar este año, hasta el 3,1% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2017 y el 2,2% en 2018.

Ello implica que, el año 2017, se deberá llevar a cabo un ajuste en torno a los 16.500 millones de euros. Así lo aseguró Albert Nadal, nuevo secretario de Estado de Presupuestos y Gastos. Este cargo dijo claramente que el próximo ejercicio será muy exigente en este sentido, por lo que el Gobierno se ha obligado, curioso entusiasmo, a tomar medidas como la subida de impuestos de 4.800 millones, o las nuevas actuaciones en la lucha contra el fraude. Siempre dirigidas a los pequeños empresarios, y al conjunto que pagaremos un incremento en el IVA, le faltó aclarar. Las medidas contra la elusión fiscal o la gran defraudación aún se esperan. Todo esto se hace con el apoyo de Susana Díaz y el grupo de abstencionistas. Del PP nada que objetar, aplican su modelo. De aquellos, detestables, por las consecuencias en vidas que las medidas producirán.

Para los que sobrevivan en 2017, nos afirman que en 2018 el reto no será tan duro, aunque visto lo visto, siempre han incumplido los objetivos. Aún así, las nueve décimas de recortes previstos para entonces en España, en términos de desviación presupuestaria, suponen unos 10.000 millones. En total, hagan la suma, más de 26.000 millones de ajuste, que pagará la España que siempre paga. Casi 7.000 millones más que lo que el Estado destinó en 2016 a desempleo, o cuatro veces más que lo presupuestado para infraestructuras. Desde aquí pronostico, entre otras operaciones, como “entregar el gran bocado que supone Bankia”, o la privatización de la red de autovías del Estado, a favor de los “amiguetes”, que siempre cobran.

El “gran pacto” se ha hecho realidad, y cada uno de los españolitos de la España que “va a pagar”, que votaron a los partidos de ese pacto, serán los únicos responsables de su desgracia. Son los de la otra España, los que “cobran siempre”. Créetelo, que han vuelto a burlarse. Han “blanqueado” su modelo en la Blanca Navidad. Como amnistiaron, blanqueando la fiscalidad de unos cuantos sospechados de corrupción, en cuanto se hicieron con el poder. Pese a los eufemismos de Montoro. Todo sin el menor pudor. Nos han hecho conocer las intenciones más siniestras por la tele.

Desde la ficticia comodidad de nuestros sillones, acatamos, estupefactos, el mayor despojo que se avecina. Es como un christmas perverso a los españolitos que pagamos siempre.

¿Algo habrá que hacer, no?

 

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