Hace pocas semanas, el veterano periodista José García Abad, especialista en asuntos económicos, afirmaba en su última obra “El malvado Ibex”, un libro donde explora las relaciones entre el poder político y empresarial, que la gran banca, las eléctricas y las grandes empresas constructoras conforman un enorme poder fáctico que compite en autoridad e influencia con el poder político de turno, igual da que sea PP o PSOE, al que marca la hoja de ruta, el camino a seguir. García Abad sostiene que esta llamada “tercera cámara” después del Congreso y el Senado, a veces ejerce de primera. También dice que en una de sus últimas reuniones, concretamente en una comida donde entre exquisitos bocados y generosas libaciones se decidía el destino del país como si éste fuera un cortijo, y para ellos lo es, dijeron entre risas, ya algo alumbrados, que la ministra se estaba entusiasmando demasiado con la reforma laboral y había que decirle que se calmara un poco. Hablaban, claro está, de Fátima Báñez, trabajadora a destajo para lograr abaratar el despido y brazo ejecutor de la reforma laboral que estos reputados comensales, erigidos en padres de la patria por la jeta, le han encomendado. Fátima sólo quería hacer rápido y bien su trabajo con la esperanza de que el poderoso lobby se lo agradeciera pasándole la mano por el lomo en señal de premio a su fidelidad, y quién sabe si no le compensarían con una buena puerta giratoria en alguna de las grandes empresas que estos magnates tienen el honor de presidir. Pero lo cierto es que últimamente estos todopoderosos banqueros y empresarios estaban algo molestos porque la ministra Báñez se había pasado un poco con el celo y convenía que se calmara un poco no sea que los trabajadores demasiado pisoteados, doblegados y explotados les diera por protestar. Había que levantar un poco el pie del cuello de los trabajadores no fuera que a éstos, un colectivo ahora cada vez más menesteroso, y que lleva toda la vida pidiendo y pidiendo, que parece que les ha hecho la boca un fraile, se enfadaran de verdad y les diera por luchar por sus derechos y exigir la derogación de una reforma laboral que les ha empobrecido a un ritmo galopante y arrebatado en poco tiempo todos los derechos conseguidos tras largos años de lucha.

       Este lobby de lobbies que formalmente se agrupa bajo las siglas CEC, Consejo Empresarial para la Competitividad, y cuyo poder también llega al ámbito jurídico, está formado por una docena larga de machos alfa al frente de los cuales está César Alierta, el presidente de Teléfonica. Una empresa pública muy rentable que privatizó el inolvidable Aznar, junto con las principales compañías de la economía española, concretamente las más rentables, y se la vendió a un precio de amigo a su compañero de colegio Juan Villalonga. Después, para compensar, Aznar, que tenía las mismas facultades y condiciones para dirigir un país que Pablo Echenique para la lucha grecorromana, metió a Blesa, otro compañero del colegio del Pilar, para dirigir CajaMadrid, caja a la que hundió, y Rato remató, y hubo de ser rescatada con 22.424 millones de euros de dinero público. Un informe digno de crédito eleva la factura a 147.000 millones, un dinero que bien podría estar ahora en la hucha de las pensiones, por ejemplo, en vez de destinarse a material de relleno para los inmensos agujeros que dejó la desastrosa gestión de Blesa y Rato, entre otros “magos” de las finanzas. Magos que solo saben hacer desaparecer toneladas de dinero. Puestos a hacer desaparecer, podrían haberse hecho desaparecer ellos mismos hace muchos años. Ahora, como punto final a este cuento de terror, nos hemos enterado que el dineral prestado a Bankia, a pesar de las promesas, no se va a devolver a las arcas públicas, tan solo se pagarán los dividendos por las acciones que el Estado tiene en el banco. Y a hacer chorras, como diríamos en el pueblo.

             Y qué dice de este siniestro CEC, Juan Rossel Lastortras actual presidente de la CEOE, ese señor con cara de putero antiguo. Nada de nada, él sigue a lo suyo, a fustigar a los trabajadores para que aprendan. No es difícil recordar alguna de las muchas frases arrogantes e insolentes de Juan Rossel. Frases de vergüenza ajena que a nadie dejaron indiferente como: “ligar salarios a IPC ha acabado sí o sí” “los parados quieren los miniempleos de 400 euros al mes” “un millón de amas y amos de casa están apuntados al paro para cobrar algún subsidio” “se ha incrementado el paro por la incorporación de la mujer al mercado laboral”. Hay muchas más pero nos quedamos ahí. Una de sus últimas perlas fue hablar de los “privilegios” de los contratos indefinidos. Lo que él llamaba privilegios, eran derechos de los trabajadores, pero a este señor tan trajeado le parecen privilegios todo lo que no sea sometimiento e indefensión del trabajador. Pero el gran Rosell no se queda en las primeras matas, no es su estilo, y ha destacado que los contratos temporales son el noventa por ciento de los contratos que se hacen , “y gracias” ha añadido con la chulería y el recochineo que le caracterizan. También merece la pena recordar las palabras de Díaz – Ferrán, su antecesor en el cargo, ahora en la cárcel por graves delitos, cuando dijo que ahora les tocaba a los trabajadores “trabajar más y cobrar menos”. ¿Y qué tal robar menos, o no robar que también cabe esa posibilidad, y tener un poco de vergüenza, señor DíazFerrán?

Como todos ya podemos constatar sin ningún género de dudas, esto que el CEC y los poderosos de este país han llamado crisis no es tal. No existe tal crisis porque una crisis es algo puntual y pasajero, como una crisis de fiebre, una crisis de ciática, o una crisis de ansiedad que acontece coyunturalmente en algunos momentos de nuestra vida y después se va. Sin embargo esto a lo que llaman crisis ha venido para quedarse porque así son las nuevas reglas del juego impuestas por un puñado de grandes empresarios que han decidido retroceder en el tiempo, seguramente con la vista puesta en los añorados tiempos de los señores feudales. Porque todo empresario desalmado siente nostalgia de los días en que los empleados carecían de derechos y de protección, los viejos buenos tiempos en que podían contratar y despedir sin aviso ni indemnización alguna.Tiempos en que nada era “improcedente” y decidían caprichosamente a diario qué jornalero trabajaba y quién no. Echan de menos ser temidos y tenidos como gentes que tienen en sus manos el destino, la vida de sus empleados y sentirse como una especie de ser superior capaz de decir: hoy comes porque me siento generoso, de modo que hoy vas a trabajar para mí y vas a agradecerme la miseria de salario que voy a darte y por supuesto no te vas a quejar de nada ni pretenderás conseguir nada más de mí, ni por tu eficacia ni por tu antigüedad. Ten muy en cuenta que si hoy comes tú y tu familia es gracias a mi generosidad que ninguno merecéis. De modo que a trabajar y a callar y no quiero oír otra cosa que no se agradecimiento y sometimiento perruno. Estas palabras, debidamente suavizadas y atenuadas constituyen el discurso que se está imponiendo en el mundo y desde luego en nuestro país. Y así se entiende que un grupo de empresarios y políticos desalmados quieran imponer esta nueva realidad a los trabajadores y lo hacen convencidos de que todavía tienen mucho margen de aguante por nuestra parte. Lo que a uno le sorprende es que cada vez lo hagan con menos disimulo y discrección. Al contrario, cada vez muestran más arrogancia y prepotencia pensando que la gente ya está debidamente amedrentada y aguanta lo que sea. Y parece que es así pero no hay confiarse. Por eso han pedido a la ministra Báñez que las “reformas” se vayan haciendo un poco más lentamente, con algo de vaselina previa, para que los destinatarios de ellas no pongan demasiado el grito en el cielo. Pero los trabajadores todavía no hemos tocado fondo y somos capaces de aguantar más y más lo que nos echen porque creemos que todavía tenemos algo, algo a lo que agarrarnos, un contrato temporal y precario a más no poder, eso el que lo tenga, una casa, cuatro muebles, un coche y cuatro cosas más, y no queremos darnos cuenta que no tenemos nada, que en unos pocos años nos han quitado además de medio sueldo, derechos adquiridos desde hace ya mucho tiempo y que creíamos inalienables e intocables, sólidos como una roca.

La realidad es que la masa de trabajadores de este país vamos cada día a peor. A riesgo de resultar cansino, hay que insistir una vez más en algo que no oiremos decir a ningún dirigente del PP, ni a ninguno de los nauseabundos medios de comunicación que le apoyan y apuntalan con información tendenciosa, sectaria, medias verdades y mentiras enteras, y que nunca dirán esto: España es el país de la Unión Europea en el que más ha crecido la desigualdad. Y esto conviene no olvidarlo para llegado el caso no dejarnos arrastrar ni convencer por la murga de las noticias a bombo y platillo que proclaman en sus abyectas cadenas la buena nueva de la sensacional recuperación económica. De hecho hablan del mayor crecimiento económico de toda la Unión. Con noticias así intentan desviar la atención de la dramática situación de los trabajadores y las trabajadoras de este país, de las intolerables cifras del paro, de la precariedad y temporalidad abusiva e inadmisible, de los comedores sociales, de los desahucios, de los estafados que perdieron sus ahorros, de los jubilados a los que les han roto la hucha de las pensiones, dejándolos sumidos en la incertidumbre…etc, etc…

Cabría preguntarles a los pregoneros de tan buenas, cuando no apoteósicas noticias económicas, por qué los trabajadores todavía no hemos notado mejoría alguna, muy al contrario, vemos como se “profundiza en las reformas” y se sigue a buen ritmo con la “hoja de ruta” como llaman, utilizando un práctico eufemismo, al calendario de los recortes de todo tipo que todavía nos queda por sufrir. ¿O es que acaso están a punto de darnos una gran sorpresa con la derogación de la reforma laboral, con el advenimiento de una avalancha de contratos indefinidos y una subida sustancial de los salarios?. No lo creeríamos ni hartos de vino. Es posible que la ministra Báñez se muestre en un tiempo algo más amable y dialogante porque así se lo ha mandado la “Cosa Nostra” del CEC. Mejores maneras, algún gesto de comprensión, de aparente benevolencia y transigencia. Algunas palabras conciliadoras y alentadoras para rebajar la tensión, pero en el fondo, no seamos ingenuos, ni un paso atrás. Y como todos ustedes pueden suponer a estas alturas del cuento, la historia acaba con caperucita Báñez llevando a diario como una niña buena el cestito de la merienda al lobby, al que le dice: “que manos tan grandes tenéis” y el lobby sonriendo le responde a coro: “para llevárnoslo mejor”. Y aquí no acaba este cuento, que nada tiene de cuento porque es dolorosamente real.

5 COMENTARIOS

  1. Muy buen artículo, Alejandro. Mucho me temo que esta situación irá a peor. Mientras nos den pan y circo y el miedo a perderlo, la lucha por nuestros derechos seguirá en modo pause.

  2. Cuanta razón y demasiada desazón, hemos vuelto al discurso de mi centenario abuelo, que salió del pueblo cuando fue a la mili, y le dijo a su padre que no volvería, que se marchaba a la ciudad y allí estuvo con tres empleos, y siempre diciéndonos, «Poderoso caballero es Don Dinero» «Tanto tienes tanto vales». Los obreros no debemos olvidar nunca que la tierra es también para el que la trabaja aunque sea un jornalito.

  3. Una acertada visión del panorama actual. La merma de los derechos laborales de los trabajadores, hoy en día, es el objetivo de cualquier empresario, y todo, gracias a las reformas laborales llevadas a cabo por el gobierno.

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