Cambiar Yagüe por Gila

Madrid cambia nombres de calles

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Para cerrar con ecuanimidad uno de los capítulos más cruentos, sanguinarios e injustos de la historia de España, es imprescindible hacerlo desde la justicia y la razón; de otra forma, jamás cicatrizarán heridas tan profundas y de tanto alcance generacional.

Es absurdo, por conveniencia ideológica o personal, negar hechos que han calado en la memoria de padres a hijos y a nietos, crímenes nefandos que aún recuerdan supervivientes de aquella ignominia; y de los que prestigiosos y serios historiadores han encontrado toda clase de huellas para certificarlos.

No se puede argumentar cínicamente que es mejor no revolver odios pasados, cuando el mayor odio es aquel que vive en la injusticia y el falso enterramiento.

No es lógico, democrático ni inteligente, homenajear constantemente con nombres de calles a sujetos golpistas que robaron a la fuerza y con el mayor de los terrores estratégicos la democracia legítima, con todos sus derechos, que disfrutaba España antes del golpe de estado fallido que provocó una guerra civil para defender la legalidad vigente republicana.

No hay engaño posible, después de tantas mentiras, ya que sobran documentos, pruebas y testimonios vivos de aquel loco genocidio.

Y no, no se debe olvidar de dónde proceden los que hoy quieren perpetuar los símbolos de la barbarie franquista.

Como es su costumbre, abanderados de la prepotencia y de la violencia máxima; que por falta de argumentos racionales, invocan iluminaciones de su dios y abstracciones como el honor, la justicia o el orden, virtudes de las que jamás fueron poseedores.

España no es un cortijo de nadie, sino un país de todas las ideologías, entonces y ahora.

Por cierto que también los republicanos quieren, con todo el derecho, vaciar las cunetas de padres, hermanos, hijos; asesinados en ellas.

No se podrá ni se querrá olvidar mientras la ubicuidad del mal nos rodee y los cadáveres sigan esperando.

Y sobre todo, en tanto las instituciones continúen desprendiendo el hedor de la dictadura.

Llegados aquí, existe una iniciativa en change.org, que recoge firmas para cambiar la calle General Yagüe por el nombre de «Humor de Gila».

Al menos no rememora la carnicería de Badajoz, que ya es mucho.

Ni las represalias, el horror y los crímenes.

Es amable dedicársela a uno de los mejores humoristas que ha habido, capaz de reírse hasta de las propias guerras.

Gila también fue un superviviente al que, según su biografía, fusilaron mal.

Pues que perviva su memoria y su capacidad de hacernos reir.

Demos pasos hacia la alegría y la vida, sin dejar por ello de cerrar todos los círculos del dolor.

A eso se le llama paz verdadera.

 

1 COMENTARIO

  1. Un bello, sentido y necesario artículo de Memoria Histórica con un dibujo que recoge la realidad de las calles de Madrid y de muchas ciudades de España, que trae amargos recuerdos a los hijos y nietos de los republicanos que siguen esperando y luchando por reconocimiento y justicia, que no venganza, que es mala compañera y propia de pobres espíritus.
    Gracias por un gran artículo y una magnífica viñeta 😉

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