Mientras se levanta el muro fronterizo entre Estados Unidos y México, en ambos lados de la frontera cae el gran mito encubado desde el termino de la Segunda Guerra Mundial e impulsado con determinación y contundencia a finales de los años 70 y 80: el neoliberalismo.

La nueva narrativa global que comienza a escribirse con la llegada de Donald Trump, tiene a México como la víctima central de la furia racista y aislacionista que arrinconará a los Estados Unidos a verse el ombligo por algún tiempo.

En tanto, nos está obligando a los mexicanos a virar, por fin, a otros escenarios internacionales, al sur y al oriente del mundo.

Lamentablemente no sucederá pronto, esa oligarquía y los mirreyes que produjo, hoy en el poder, tendrán que seguir experimentando en su ya larga cadena errática, antes de poder reorientar el barco.

Una reorientación hacia fuera en nuestra relación con América Latina por motivos de naturalidad cultural e histórica, y otra con oriente por elementales necesidades de diversificación de nuestros mercados comerciales.

Acompañando la generación de un mercado interno con un Estado social que saque de la pobreza a los millones y millones de mexicanos que hoy, son orientadas a huir de sus comunidades o ingresar al desempleo o al empleo delictivo.

Premisas elementales para muchos que llevamos años defendiendo tanto el latinoamericanismo, como el no poner todos los huevos en una misma canasta; y que la mejor política exterior, es la política interior.

Esa nueva dirección está concitando simpatías, no por la apertura en el razonamiento e inteligencia de la oligarquía y su clase política de mirreyes, sino por el golpe en las narices que les está dando la versión más arraigada del yanquismo tradicional que toma vigencia con un prototípico gringo a la cabeza.

Sus ídolos del norte están siendo quienes se desentiendan de sus vástagos del sur dejándolos a la deriva de sus errores. Errores como haber imaginado un país con grandes niveles de desigualdad a costa de una clase empresarial reducida a vivir de rentas de capital, beneficios fiscales, venta de mano de obra barata, explotación de recursos naturales y vinculaciones delictivas con el poder en turno. Casi sin imaginar, en la producción de riqueza mediante la innovación, le ciencia y la tecnología y una industria nacional con una base laboral fortalecida en una sociedad menos injusta.

A pesar de los múltiples exhortos a no seguir abonando en el camino de la violencia, la pobreza y la desigualdad, nuestros ricos prefirieron una década más de enriquecimiento fácil a costa de su propia tranquilidad y el riesgo de sus beneficios transgeneracionales.

Hoy, todo eso se derrumbó, se cayó, se terminó. La bofetada de Trump nos obliga, ahora sí, al cambio de estrategia. El peligro para México se transformó en realidad y ésta fue la que ellos impusieron en contra de la voluntad popular al fracturar en el 2006 a nuestra naciente democracia.

La nueva transformación del país tiene que venir de la mano de la creación de una identidad nacional fortalecida por la adversidad externa y la debacle interna, con la participación y el acompañamiento decidido de ésta y una nueva clase empresarial comprometida con el desarrolla nacional.

Que tengan en su formación un germen distinto al que se arraigó en las universidades estadounidenses para generar uno propio.

Por fortuna y a diferencia de otras naciones que están atravesando procesos de recomposición política más cercanos al corte político de Trump, como Francia o Brasil, México se encamina hacia el nacionalismo propio de los tiempos con el urgente corte social a partir de la redistribución de la riqueza.

Si conseguimos permear entre los distintos núcleos sociales, que antes se han equivocado, que su conveniencia a corto y largo plazo consiste en la invención de una nueva relación social entre mexicanos con una convivencia más igual y no de explotación de unos contra otros, el avance de la nueva república surgirá con una fuerza propia de una nación de vanguardia.

Evitemos repetir historias conocidas como el Chile del 73 en donde la burguesía pagó muy cara su participación en el quebranto de su nación, y les costó décadas levantar el vuelo que desde aquélla fecha pudieron haber tenido.

Hagamos que esa ficción que se cayó con el muro que se levanta, nos lleve a concretar un proyecto nutrido de los variopintos intereses nacionales en una equitativa conjunción de proyectos que a la caída del neoliberalismo, levante un proyecto alternativo de nación.

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Conferencista, participante y delegado en múltiples eventos internacionales en Azerbaiyán, Francia, Argentina, Cuba, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, República Dominicana, Perú y Brasil. Escribo en Milenio Diario y asesoré a los secretarios de gobierno de Puebla y de la Ciudad de México. Soy el único mexicano que ha presidido la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe, en su apartado juvenil (COPPPAL-Juvenil). Egresé de la Facultad de Derecho de la UNAM y me he especializado en derecho electoral. A los 27 años competí por una diputación local en Puebla. Actualmente estoy convencido de la regeneración nacional en MORENA, y trabajo para ello, en Huauchinango, Puebla, donde nací.

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