Con este saludo se iniciaba cada día la lucha en el grupo de whatsapp de calidad. A caballo entre enero y febrero de 2014, en los últimos días de la planta productiva de Casbega, surgió uno de nuestros gritos de guerra. Un sobrenombre que, no en vano, vendría a emular a los históricos guerreros de Esparta; donde la disciplina, la organización y la resistencia constituían un modo de vida. Ese saludo era una invitación a la lucha permanente, a mantener la moral siempre bien alta; cerrando la puerta al desánimo y la rendición. Era una llamada a la unidad de todos los trabajadores que formaban aquel reducido grupo del departamento de calidad, sabiendo que cada uno de ellos era necesario para construir un sólido bloque donde a nadie se le iba a dejar caer. Pero a algunos les vino grande la lucha y se abandonaron a un futuro incierto a merced de los caprichos de la multinacional.

En algún momento de aquel mes de marzo, el “saludo espartano” saltó al resto de grupos del colectivo; y como una premonición iba a conformar un ejercito de apenas 300 trabajadores. Todos ellos decididos a mantenerse en pie y plantar cara a un estilo de dirección empresarial déspota, prepotente e irrespetuoso que tiene por bandera el dinero y la manipulación.

Y así fue cómo, después de aquellos convulsos meses de febrero y marzo, de benditas negociaciones fallidas y malditas presiones y abandonos de la lucha, quedó configurado el ejército espartano. El 1 de abril de 2014, 235 trabajadores de la planta de Fuenlabrada fueron despedidos de sus puestos de trabajo por medio de un burofax. Despedidos sin ningún miramiento ni opción de elegir el cómo y el cuándo abandonar la empresa en la que habían empleado toda, o la mayor parte de su vida laboral.

Ese 1 de abril “nacieron” los espartanos de @cocacolaenlucha, 235 valientes que resistirían hasta la victoria. Y alrededor de ellos se fue creando a la par, otro ejército de resistencia no menos numeroso, el de las espartanas. Un ejército de compañeras, madres, hijas, hermanas, cuya misión era ser su apoyo, el descanso del guerrero y la fuente de energía necesaria para mantener viva la lucha. Un ejército de mujeres unidas por un objetivo común, defender un futuro digno para nuestros hijos en este país.

Nada hacía presagiar, por aquel entonces, que la guerra iniciada unilateralmente por la parte empresarial, iba a tener una duración tan larga. El anuncio de cierre de la planta de Fuenlabrada el mismo día que habían firmado el convenio colectivo y con millones de beneficio el año anterior, fue la gota que colmó el vaso. Presentado al amparo de una legislación laboral hecha a la medida de la patronal, el ERE de Coca Cola era un ataque frontal a toda lógica. Era una declaración de guerra a los derechos laborales en este país.

Al igual que el histórico ejército de Esparta, los espartanos de Fuenlabrada tuvieron que lidiar con sus particulares Efialtes, personificados en cargos sindicales de distintos escalafones organizativos y sindicatos varios, que pretendieron comerciar, en no pocas ocasiones, con los puestos de trabajo.

Pero las batallas se han tenido que librar en otros muchos frentes: contra los silencios mediáticos y la manipulación informativa de los medios serviles al poder económico, contra la desidia de los Gobiernos Central y Autonómico, contra las contradicciones de los políticos que dicen si pero es no salvo honrosas excepciones, contra las injerencias de la empresa en los poderes del Estado para conseguir un auto judicial a su medida, modificando la sentencia firme de ERE NULO. Auto que, a día de hoy, ni tan siquiera ha cumplido.

La lucha ha sido posible, gracias a la estructura social solidaria tejida alrededor de los trabajadores: colectivos en lucha, mareas ciudadanas, organizaciones y movimientos sociales y partidos políticos minoritarios. Una estructura social que hizo suya otra de las consignas de guerra “si Madrid no fabrica, Madrid no consume”. Los continuos llamamientos al boicot de los productos de la marca han cruzado fronteras transnacionales y ya no es difícil encontrar adhesiones al boicot desde Suecia hasta Grecia, o de Brasil a Australia.

Como el espíritu de la marca, el conflicto de Madrid también se ha globalizado. Coca cola ya no engaña a nadie. La responsabilidad social que dice tener la empresa excluye a sus trabajadores de Fuenlabrada. De nada sirve entregar premios de teatro, patrocinar eventos deportivos, recuperar humedales o bombardear con carísimos anuncios televisivos; si se está contribuyendo a incrementar el tráfico y la contaminación en Madrid, se esquilma el agua en las zonas que menos tienen, y se incumple sistemáticamente las sentencias judiciales que no son favorables.

La lucha continúa hasta llegar, si es necesario, al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. No importa el tiempo ni el esfuerzo que suponga, estamos preparados para resistir hasta la victoria final.

 

¡NI UN PASO ATRÁS!

 

A todas las compañeras espartanas y en especial a Conchi..

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