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Buenas noches, Pedro Zerolo

Francisca García Algarra
Francisca García Algarra
Escritora, poeta, crítica literaria. Formación académica en Filosofía. Perita titulada en grafología documentoscopia y psicografología. Análisis textual lexicológico, semántico, de trazos y estético. Autora del libro "Bahía de un cuerpo"
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análisis

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Conocí a Pedro Zerolo en mi adolescencia, me llevaba un par de años.

En esa época en la que convive el idealismo con la falta de experiencia, mezcla explosiva donde cada uno va apuntando ya sus maneras y se realiza el ensayo general, procedente del guión infantil, para ajustar la definitiva puesta en escena que es la propia vida.

En el activismo por la igualdad y la libertad sexual, fue donde coincidí con él algunas veces, cuando luchar por esos derechos era clandestino y podía costarte que te dieran una paliza y otras vejaciones, o la policía en la DGS de la Puerta del Sol o algún grupo extremista (que gozaban de bula) campando a sus anchas con cadenas y pistolas.

Nuestras armas eran sólo las nobles ideas de la justicia y la no discriminación, algo que actualmente parece que ha existido siempre y gratis.

Sin embargo, durante la transición española, determinadas cuestiones estaban contaminadas por una muy rancia moral, también en los partidos de izquierda.

Hoy asistimos a la muerte del pensamiento y, por tanto, de las ideologías.

Más tarde, cada cual tomó su camino.

El movimiento feminista realizó un papel aglutinante para mujeres que proveníamos de luchas diversas.

Pedro siempre estuvo defendiendo a los agredidos por su condición sexual, con arrojo sacaba la cara para conseguir un mundo donde amar no fuera un privilegio heterosexual.

Batalló contra un machismo incuestionable en aquellas épocas inquisitorias y oscuras, arriesgadas.

Fue un hombre muy valiente en tiempos difíciles, guerrero hasta su muerte.

Como lo son los verdaderos luchadores, de principio a fin.

Tuvo la inteligencia de un buen estratrega, llegó a la ejecutiva de un partido para poder cambiar cosas en la realidad.

Y las cambió.

El matrimonio homosexual en España le debe mucho, si no casi todo.

Una cosa es reivindicar y otra, que es también consecuencia de la primera, alumbrar leyes.

Hubo y hay, otros y otras, por supuesto, pero desde luego él se merecía con creces los honores que le otorgan.

A veces la envidia en este país hace coger el rábano por las hojas.

Pueden leerse en las redes comentarios del tipo «no fue para tanto», «vivió muy bien», «otros también lucharon» y demás generalizaciones vacías.

A todos esos habitantes de la queja y egocéntricos varios, les diría algunas cosas.

Si vivió bien, trabajó, gratis muchas veces para ayudar a personas víctimas de la discriminación más deleznable, y se lo ganó sobradamente.

A los pasivos y plañideras que le critican, habría que colocarles por arte de magia en 1979, a ver cuál sería su capacidad de enfrentamiento con la represión de aquel sistema.

Asimismo,  se me ocurre que no es igual protestar, que hacerlo y conseguir derechos.

Se necesita para lo segundo, no sólo sangre caliente, sino cabeza fría.

Combinación nada fácil de encontrar en la misma persona.

Por todo ello y mucho más que hizo sin ver la luz, por todos sus planes de futuro y su sonrisa de niño, por su idealismo pragmático y sobre todo, por ser tan buena persona.

Gracias, Pedro.

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