Tras el Brexit y el plebiscito colombiano, llega el ‘Trumpazo’; el ‘Brexit plus’, como decía Trump en campaña. Nueva sorpresa para unos observadores con orejeras que sólo ven lo que la corrección política les marca.

La victoria de Trump es la muerte de lo políticamente correcto. Es lo que pasa con el sufragio universal: el voto del analista de Wall Street vale lo mismo que el del granjero de Alabama. Y ocurre que la gente está muy cansada de escuchar discursos de apertura de mercados, bondades de la apertura de mercados, igualdad de razas y acogida de refugiados. ¿Qué es un chulo? Cierto. Pero a la gente le gusta. Probablemente porque ante la crisis de autoridad, la gente reclama un verdadero líder-

El buenismo tonti-progre tiene un pagano que es la clase media y baja. Y resulta que mientras esa clase media y baja se levanta a las 7 de la mañana para trabajar por sueldos devaluados, el vecino gitano regresa de fiesta porque recibe su renta de inserción y se dedica al trapicheo con impunidad. Hablamos de España, pero ocurre lo mismo en Estados Unidos. Cambie gitano por hispano o negro (afroamericano, si prefiere).

Hay quien prefiere no ver esta realidad y prefiere no salir de su cómodo despacho o de su tranquilo barrio o urbanización. Pero ocurre. Y esa gente vota. Y su voto vale lo mismo.

¿Son los españoles racistas por eso? No. Simplemente no quieren agravios comparativos. Exactamente lo mismo que pasa en Estados Unidos.

Sobre la crisis de refugiados podríamos decir lo mismo. Una cosa es ser generoso y otra abrir las fronteras sin control alguno produciendo problemas graves de convivencia y seguridad: violaciones e infiltraciones de islamismo radical. ¿Son racistas los del pueblo de 600 habitantes que les han colocado 2000 refugiados en campos en su pueblo?, ¿y las chicas violadas la pasada Navidad en Alemania?

La prensa no parece querer enterarse y prefiere mirar para otro lado. O peor: trata de esconder los “efectos colaterales’. Pero el problema existe y obviamente alguien trata de capitalizarlo políticamente. Las incongruencias de lo políticamente correcto tienen esos costos: la debilidad se cubre con fortaleza.

Así que no cabe extrañarse de que Trump haya ganado. Aunque sea por menos de 100.000 votos. Al fin y al cabo, un partido similar en Alemania ya tiene el 25% de apoyos y Le Pen es fuerza relevante en Francia. Basta que surja una figura en España para que la mecha prenda.

Por lo demás, ¿cabe esperar que Trump cumpla con esas promesas que dan tanto miedo a los mercados? Tanto como Tsipras: hasta donde le dejen. ¿Y quién le frenará? La deuda, el establishment y el sentido común. Por este órden.

De momento anunció en campaña que metería en la cárcel a Hillary Clinton por corrupta. Anoche la felicitaba por su gran campaña, se ofrecía como presidente de todos y tendía su mano a la contrincante perdedora.

Su discurso en relación a China también sufrirá rebajas. Trump observa con dolor cómo la industria americana se deslocaliza y promete impuestos arancelarios disuasorios. ¿Lo hará? No creo. Al menos, no los que le gustaría. ¿Qué pasa si China amenaza con no seguir comprando deuda americana? Se acabó el estado de bienestar y probablemente se dispare la delincuencia. ¿Y eso cómo se lo explica a quienes le han votado? Unos por ser beneficiarios de los bonos; otros por ser víctimas potenciales de la delincuencia.

Más. Prometió levantar el muro con México. Eso puede que lo haga, aunque quizás no le beneficie. El sabe mejor que nadie que la economía americana vive gracias al trabajo sumergido de los inmigrantes ilegales. El problema -y lo sabe- no son los ilegales sino los delincuentes.

En cuanto a la OTAN amenazó con no seguir financiando la organización si el resto de miembros no ponían dinero. Y algo de esto ocurrirá. ‘Si quieren que sea su gendarme, que me lo paguen’. Es la filosofía.

Por último: prometió nombrar un juez provida de la Corte Suprema. Y eso lo hará. Tiene nombres. Y necesita congraciarse con el republicanismo tradicional representado por su vicepresidente, Mike Pence, un hombre que se autodefine como católico, próvida y republicano. Y por este orden…

Además, se acabó el coqueteo con Planned Parenthood, los embajadores especiales LGTB y las presiones en África y América Latina para implantar ideología de género. Pence se encargará de ello.

En definitiva: habrá cambios, pero no revoluciones. Y la mayoría de los cambios no son sino regresos a la sensatez. Lo que si cambiará sustancialmente serán las ruedas de prensa. Porque el tipo se gusta como si nunca hubiera tenido abuelas. Serán como las del añorado Mourinho, pero elevado a la enésima potencia y con temas de verdad. Apasionante.

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