Si en algo coinciden muchos catalanes, extremeños, riojanos, etc., es en que están hasta las narices del referéndum catalán, de las leyes de desconexión y, en general, del dichoso procés.

Yendo al principio pero a la vez simplificando, la Constitución del 1978 reconoció los derechos históricos de tres regiones –desde entonces nacionalidades– del Estado Español: Cataluña, País Vasco y Galicia (vía rápida) que, desde el principio, están recogidas de forma distinguida en el art. 151 de la CE, mientras que el resto aparecen en el art. 143 (vía lenta).

Sin embargo, posteriormente se incorporó al grupo privilegiado Andalucía hasta que, poco a poco, se llegó a lo que los nacionalistas llaman “café para todos”, con competencias cada vez más parecidas en todas las autonomías. Esto nunca ha sido capaz de ser asimilado por el nacionalismo, aunque existen marcadas diferencias entre las comunidades históricas tanto en el carácter cultural como económico. La existencia del llamado cupo en el País Vasco y Navarra, es algo a lo que aspiró desde un principio Cataluña. 

Cuando se habla de la cuestión catalana, conviene hacerse la siguiente pregunta, ¿qué problema tiene Cataluña que no tenga el resto de comunidades del Estado Español? Si se responde con sinceridad a esta cuestión, la respuesta es una y única: el vil metal. Porque, ¿qué problemas tienen todas las comunidades? La financiación, y no se puede quejar precisamente Cataluña que supone el 18% del PIB nacional.

Hay un hecho que resulta curioso: cuando se le pregunta a cualquier responsable económico de una comunidad, cómo está su financiación respecto al resto, la respuesta es siempre la misma: “estamos por debajo de la media nacional”. Si es así, tendremos que llegar de inmediato al absurdo de que no existe la media. Increíble pero cierto.

Otro hecho de importancia es que los procesos secesionistas -con la excepción de Checoeslovaquia que se separó por mutuo acuerdo en dos repúblicas: Checa y Eslava, por la sencilla razón de que fue la parte pobre (República Eslovaca), la que corrió con la iniciativa de la separación-, la historia nos demuestra que son cruentos.

Por eso, cuando veo un proceso de segregación, que encima está dirigido por partidos de derecha el como PDECat, la antigua y corrupta CiU, y la burguesía de “izquierdas” de ERC, se me pone la carne de gallina. Pero cuando si además, como es el caso, pactan con la CUP, un partido situado en sus antípodas, y que el llamado Procés está basado en hacer trampas para que un parlamento regional tenga más poder que el nacional, y en jugar al escondite para que no se sepa dónde están las urnas, la cosa produce hilaridad.

Es posible que no sea políticamente correcto, pero no parece de recibo que la izquierda, si es que de verdad lo es, juegue a independentismos, federalismos, etc., porque la izquierda es internacionalista; por eso, la izquierda, aunque pierda votos, no puede jugar a lo mismo que los llamados partidos independentistas. Ya lo dijo Borrell hace años. “Me niego a hacer política con mi vecino de al lado simplemente por esta razón”.

Los problemas de Cataluña son los del resto de España: tenemos derecho a decidir entre monarquía y república, y a no tener como presidente a Mariano Rajoy. Pero de nuevo la historia se repite. ¿Quiénes quieren ser independientes? Fundamentalmente Cataluña y el País Vasco. ¿Quiénes tienen mejor posición geográfica y son más ricas? Cataluña y el País Vasco.

Hace un tiempo, leí un slogan que decía: “Extremadura: Libre, Independiente y con Puerto de Mar”. Es una exageración, un chiste si se quiere, pero bastante ilustrativo.

A lo mejor no es tan perverso un Estado Central como el francés.

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