Esquilache

En la sacristía Don Amando repartía trabucos y tentemozos. Las antorchas ya habían sido recogidas por los feligreses, justo antes de entrar en la iglesia.

En el palacio del Marqués de Medina Sidonia, cientos de campesinos y pobres esperaban la orden de marchar.

Días antes, en uno de los salones del Marqués, el Obispo de Alcalá y el noble, departían sobre la situación acompañados por dos copas de vino de Pitarra y unos pestiños.

  • Todo es culpa de Su Majestad empeñada en traer, de su corte en Sicilia, al maldito Leopoldo y sus modernidades,- le decía el Obispo al de Medina Sidonia -.
  • ¡Pues no ha puesto a trabajar a nobles e hidalgos! -declamaba el Marqués- ¿Por Dios, cuándo se ha visto que un Señor sude y se gane la vida como un sucio labrador o como un mísero trapero?
  • Y para colmo, ahora nos quiere quitar los bienes a la Santa Madre Iglesia (y el obispo se santiguaba mientras recitaba el mantra)
  • ¿Dónde acabaran las excentricidades del Espagueti pomposo? A este paso, pronto querrá que cualquiera pueda ser noble. O peor, Rey.
  • ¿Y cómo acabaremos con esto? – preguntaba Monseñor-
  • Con un motín
  • ¿Un motín de los nobles?
  • Un motín de la plebe. Uniremos su malestar por el recorte de las capas y los sombreros a nuestros intereses.

El 10 de Marzo, días antes de la charla, se había publicado el bando con la prohibición del uso de la capa larga y sombrero redondo. Los bandos, clavados en plazas y calles, habían acabado arrancados y  sustituidos por insultos que los nobles e hidalgos proferían contra el Marqués de Esquilache.

El Domingo de Ramos, entre varios nobles encabezados por el Marqués de Medina Sidonia y el obispo de Alcalá, como supremo de la Iglesia Católica atacada por el bárbaro italiano, después de los actos religiosos, dos hidalgos, hijos de un noble riojano venido a menos, salieron a pasearse por la Plaza de Antón Martín vestidos de españoles (de los pies a la cabeza). Los soldados les arrestaron y desde la iglesia de San Salvador, arengas de feligreses ataviados con palos, trabucos y tentemozos, y desde el Palacio del Marqués, 700 campesinos traídos desde la vega del Tajo, tomaron las calles del centro de Madrid.

A las cuatro de la tarde, los dos hidalgos fueron detenidos y la plebe enfurecida y excitada por las arengas de la nobleza, ensalzaban lo español frente a la barbarie extranjera, tomaron las calles liberaron a los dos hidalgos, se dirigieron al palacete de Don Leopoldo de Gregorio, y acuchillaron al primer sirviente que intentó cortarles el paso.

 


 

Bailando con zorros

 

Hay cosas que nunca cambian. Los poderosos siempre se valen de sentimientos primitivos de la población para que una parte de ella, se adhiera a sus intereses aunque éstos, no sólo no sean beneficiosos para ellos, sino que les acaban destrozando. El nacionalismo exacerbado es uno de ellos. Hasta hace cuatro días, los partidos nacionalistas catalanes y vascos, eran demonios malísimos que querían romper España y el bienestar de los españoles. Hoy, ya no sólo les han cambiado el nombre, sino que sus votos son el bien de este país y de sus gentes. Da igual que quién recibe las adhesiones  y quién las da, tengan cientos de casos de corrupción, de evasión de impuestos, de dineros en paraísos fiscales sacados fraudulentamente de España. Todo da igual porque en realidad unos y otros son los mismos. Unos a un lado del Ebro y otros al otro, unos hablando dos idiomas y otros uno, pero los mismos.

Periodistas y, juntaletras (como yo) y otros listillos al servicio de quién paga, que trabajan en esos medios que manipulan, adoctrinan y dictaminan el pensamiento único, se descojonaban cuando Iglesias decía aquello de que ya no hay izquierdas ni derechas y que sólo existen los de arriba y los de abajo. En realidad, esto es así. Se demuestra día a día que en política, sólo hay dos grupos: los que no quieren que nada cambie porque viven en su burbuja donde no hay pobres que rebuscan en la basura, ni listas de espera sanitarias, ni masificación en las clases de sus hijos, ni problemas de habitabilidad en sus viviendas, ni tienen en la conciliación un problemón, ni les importa que no funcione el metro porque van en coche oficial o en taxi, y los que vemos como cada día es más difícil sobrevivir en un mundo que recorta salarios, derechos y condiciones laborales y sufrimos todos esos problemas antes descritos.

Es mejor vivir inconscientemente que estar todo el día amargado

El segundo sentimiento primitivo es el que nos dicta nuestro cerebro que asocia la protesta, el cambio y la disconformidad con problemas para nuestra integridad y futuro. Es mejor vivir inconscientemente que estar todo el día amargado, que decía un conocido mío. Esto lo aprovechan los de siempre para sus tropelías, sus dobles raseros y su falta de moralidad.

Como decía antes, negociar con los nacionalistas es romper España, si el que negocia es quién quiere el cambio, y “hay que hablar con todo el mundo” si el que negocia es el que vive de las componendas y corruptelas. Las confluencias no pueden tener grupo parlamentario propio, sin albergar siquiera la posibilidad, pero los plutócratas antes rompedores de España y ahora comprometidos con el bienestar, los del otro lado del Ebro, lo tendrán si hay resquicio legal (y si no, se lo inventarán). O que un partido al que por ley no le correspondería ningún miembro en la mesa del Congreso, por tener apenas tres millones de votos, acabe teniendo los mismos representantes que quiénes tienen cinco millones y 10 puntos más de representación, son dobles raseros asumidos por el pueblo como consecuencia de ese “miedo” a su integridad. Cuarenta años de dictadura y toda una historia de un dios castigador, han acabado haciéndonos sumisos y permisivos.

Los de arriba, siempre enfocan nimiedades hacia su conveniencia

Los de arriba, siempre enfocan nimiedades hacia su conveniencia. Si el Gobierno dilapida la Caja de las Pensiones, se publica una estadística sacada de la manga, que criminaliza a abuelos y familiares diciendo que cobran después de muertos o sin derecho. Y el pueblo entra al trapo pasando por alto que si así fuera, no supondría ni un 1% y mucho menos porcentaje, que lo que se han llevado hasta ahora los tráficos de influencia y los cohechos.

Estamos ante una involución peligrosa por la desidia del pueblo que asume los mantras de los poderosos como premisas divinas. Se asume que votar en exceso es malo. Que negociar es obligatorio aunque uno de los dos negociadores no se mueva de sus posiciones, o aunque sea imposible, porque no se pueden negociar sobre la indignidad, la pobreza o la falta de libertades. No se le puede llamar imbécil a quién vota contra sus intereses ni aunque sea en una viñeta de “El Jueves”. Se asume que ir en metro o autobús municipal es un derecho, mientras se obvian los básicos como el de la vivienda, el trabajo o la libertad. Se defienden aberraciones como el veto a la inmigración que provoca millares de ahogados en el Mediterráneo con el mantra xenófobo de que “¿por qué vienen a Europa que somos distintos si tienen países árabes dónde ir como Arabia o Yemen que son sus hermanos?”. Se entienden los derechos individuales como formas de actuación autoritarias y antisociales: aparcar en minusválidos, circular por dirección prohibida, hacer ruido a altas horas de la madrugada, dejar que los niños meen en la playa, tirar colillas al suelo o dejar la basura en medio de la calle en lugar del contenedor. Todo ello basado en una preocupante incultura democrática, en el pasotismo político, en la falta de cultura social y de urbanismo y en una supuesta libertad que confronta gravemente con los derechos de los demás. Eso unido a la asunción de dobles raseros y a la falta de conciencia social, nos está llevando a la destrucción como sociedad y a la pobreza, económica, social y libertaria.

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Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.

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