Atentos a octubre, nuestro mes de ‘los cuchillos largos’

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Con toda seguridad, nuestro otoño político no será tan sangriento como la matanza de San Valentín, supuestamente ordenada por Al Capone el 14 de febrero de 1929 para liquidar a la North Side Gang (la banda del lado norte de la ciudad). Ni como la noche toledana del foso del año 797, llamada así porque en uno cavado al efecto acabaron las cabezas de las 400 personas más destacadas e influyentes de Toledo, tras ser degolladas por orden del emir Alhaken I durante el banquete que celebraba el nombramiento del gobernador Amrus ben Yusuf, encargado de aquella masacre para acabar con la excesiva autonomía de la ciudad, según cuenta la historia.

Ni el caso tendrá tampoco punto de comparación con la horrible ‘Operación Colibrí’ (la ‘noche de los cuchillos largos’), prolongada desde el 30 de junio y el 2 de julio de 1934 para que el régimen nazi purgara el sistema político de Alemania, apoderándose de todas las estructuras del poder y asesinando a los cabecillas de las SA (las Sturmabteilung paramilitares o ‘secciones de asalto’, también conocidas como ‘camisas pardas’), que con su violencia callejera amenazaban la estabilidad del propio Hitler…

Lo nuestro se quedará en un vulgar ‘navajeo’ político a la española, más o menos taimado pero sin sangre ni violencia (nada al estilo del trágico suceso político de Casas Viejas o de la locura criminal de Puerto Hurraco). Eso sí, será multipartidista y agotador, y estará activo durante todo el mes de octubre, hasta que concluya el plazo reglamentado para la investidura presidencial pendiente o, en su caso, se convoquen nuevas elecciones.

Entonces veremos una especie de Legion Kondor empresarial reclamando la conversión de Pedro Sánchez al ‘marianismo’, a la Brunete Mediática (una versión blanca de la antigua 21 Panzer-Division de la Wehrmacht) acosando la sede socialista de Ferraz y a algún que otro remedo del VII Regimiento de Caballería del teniente coronel Custer (por ejemplo, un Tercio de la Legión al mando de Francisco Marhuenda) cortando las cabelleras de los ‘pedristas’ que queden en pie. Será un ataque épico, propio de pasar no a la historia del mejor cine bélico de la mano de Francis Ford Coppola, al estilo de su impactante Apocalypse Now, sino engrosando la filmografía más cutre y soez de Santiago Segura con una aventura marca de la casa: ‘Torrente for president’ (Asalto a La Moncloa)…

Pero al socaire de esa última carga de los populares, ya sin caballerías que montar, con la munición agotada y los sables perdidos por el campo de batalla, tal y como se produjo la del laureado Regimiento ‘Alcántara’ en el desastre de Annual de 1921, quizás afloren también sus enfrentamientos internos. No sería de extrañar que, en ese descarnado revuelo, quienes se consideren más perjudicados política y/o judicialmente por los errores de Rajoy, le exijan un ‘rendimiento de cuentas’ y cesar por fin en su empeño de conducir al partido de victoria en victoria hasta la derrota final, que es en lo que verdaderamente sigue estando.

Es más, dado el actual revuelo político y el abrasamiento del presidente en funciones, su sustitución por otro candidato limpio y seguro como Alberto Núñez Feijoó -recién salido de un gran éxito electoral en Galicia y con un currículum político impecable- facilitaría el progreso electoral del PP y la posibilidad de conciliar acuerdos de gobierno. Simplemente por los defectos insalvables que se evidencian en el resto de los partidos.

No sin que al mismo tiempo puedan producirse fuertes desavenencias con Ciudadanos; fruto, claro está, del oportunismo con el que se mueve Albert Rivera, quien según soplen los vientos del momento tratará de aliviar su relación con el PP o de servirle sumisamente. No sin cocear todo lo que pueda a los bolivarianos de Podemos, a los nacionalistas, a los soberanistas y a los ‘comunistas’, si es que éstos mantienen todavía alguna de sus etiquetas electorales. Y recibiendo, desde luego, la respuesta adecuada por parte de las huestes de Pablo Iglesias, crecidas sin duda alguna por el éxito cosechado en las elecciones de Galicia y el País Vasco (aunque enfrentadas entre sí por la forma de presentar su discurso político).

Y con el añadido de que los dos sorpassos asestados por los ‘podemitas’ al PSOE en esas dos autonomías, animarán su esfuerzo para demolerle y hacerse con el liderazgo de la izquierda política a nivel nacional. Esa sería una de las jugadas más claras y alarmantes de este mes de ‘los cuchillos largos’ a la española…

Pero con todo, y a la vista de los burdos preparativos tácticos y los amagos declarativos de unos y otros, y de las consignas cruzadas entre la vieja guardia socialista, que mantiene la creencia de constituir el Alto Estado Mayor vitalicio del partido y tutelar sus esencias (al estilo franquista), perceptibles en el impasse pactado para no contaminar la campaña del 25-S -pero cumplido a medias-, lo más aberrante será la destructiva batalla que el PSOE librará internamente (contra sí mismo), para regodeo de tirios y troyanos. Esa podría ser perfectamente la llamada de trompetas que termine por derribar sus debilitados muros, al estilo de cómo cayeron los de Jericó o de cómo se suicidó la extinta UCD.

Entonces, estaremos en un totum revolutum que animará la ambición de poder de la juventud política más inútil e incapaz de progresar en la vida civil, y los meneos de silla a quienes piensan que les son innatas; todo ello bajo la dictadura soterrada de los nefastos aparatos partidistas. Algo que, por añadidura, terminará alejando definitivamente a la ciudadanía de la vida política, teniéndola, por lo que afecta al bien común, como la expresión cainita más despreciable en el ser humano.

Quizás nos equivoquemos (¡ojalá!), o estemos anticipando una realidad exagerada y en exceso irónica. Pero eso es lo que auguran el pasado reciente y el creciente deterioro de la vida política, con las insoportables cargas anejas de corrupción que ha generado y con la soberbia y falta de compromiso social que exhiben los líderes partidistas,

Por esa vía, el independentismo y Podemos -en definitiva la radicalidad política- crecerán o camparán a sus anchas por toda la geografía española. Y quizás acompañados de otros males reaccionarios peores.

Un panorama que debería reconducirse con urgencia por la vía de la decencia política (el PP tendría que jugar ya su baza renovadora con Feijoó) y sin forzar las reglas y procedimientos de la democracia; con campañas electorales argumentadas y sensatas; con promesas claras, razonables y asumibles; con el compromiso de afrontar las reformas institucionales que necesita el país; dando respuesta ejemplarizante a la corrupción política (empezando dentro del partido propio) y aceptando de buen grado las normas del modelo de convivencia democrática vigente.

Para empezar, no estaría mal. Pero es de temer que, con todo, octubre sólo sea nuestro mes inolvidable de ‘los cuchillos largos’.

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