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Así se escribe una novela histórica

Antonio González Aguayo
Antonio González Aguayo
Licenciado en Historia, Escenografía teatral y con estudios de periodismo. Escribo en diferentes medios digitales.
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análisis

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En los últimos años la novela histórica se ha convertido en la favorita de muchos lectores. Títulos como El espartano, de Javier Negrete, El regreso del Catón, de Matilde Asensi o La pirámide inmortal, de Javier Sierra, han batido récords de ventas. ¿El secreto? Una trama que engancha, personajes creíbles, un estilo muy personal y dominar los pasos sobre los que se apoya el género. Si te has planteado escribir una novela histórica o eres aficionado al género y deseas conocerlo a fondo, atento:

Primero hay que tener claro el tema. Qué es lo que se quiere demostrar con la novela. Ten en cuenta que las novelas históricas más exitosas han sido aquellas que, o bien han iluminado aspectos de la época o de los personajes, o han dado una versión más personal y verosímil de las que ofrecen los libros de historia, o han desvelado una parte oculta de una época.

Después toca decidir sobre qué acontecimiento histórico o personaje queremos escribir. En este caso, se suele dividir la investigación en tres partes: una primera introductoria cuyo objetivo es solo familiarizarse con la época (acude a libros de historia general). Una segunda sobre los hechos cruciales donde se ha de concretar alrededor de qué personajes y localizaciones va a girar la novela (consulta biografías, historias detalladas u obras escritas en la época). Y una tercera de búsqueda de los detalles relevantes y del comportamiento de los personajes (lee aquí libros sobre la vida cotidiana, visita museos y consulta antiguos planos).

Plantea a continuación la sinopsis. Se trata de resumir el desarrollo de los acontecimientos principales, desde el inicio hasta el fin. Y define los elementos clave de tu narración: el punto de partida o desde dónde comenzarás a contar tu historia. El conflicto o núcleo de la narración: el protagonista debe superar una serie de dificultades para lograr su objetivo. Y el desenlace o consecuencia de las acciones que hemos desarrollado a lo largo del conflicto.

Diseña ahora la hoja de ruta que seguirá tu novela. Hablamos de la trama o escaleta, es decir, de la secuencia de acontecimientos que se van sucediendo a lo largo del relato. ¿Y para crear tensión? Muy sencillo. Para eso están los puntos de giro o momentos decisivos, de cambio, en tu historia.

Pero tu novela no puede empezar sin narrador. Recuerda que la efectividad de una historia y su credibilidad dependen muy directamente de quién la narre y cómo lo haga. Básicamente existen tres. El narrador omnisciente, que es el más común. Te permitirá abarcar todos los escenarios y personajes, saber lo que piensa cada uno de ellos y hasta dar tu opinión. El narrador-testigo, que es el que se encuentra próximo a los hechos que narra, sin ser el protagonista. Y si escoges el narrador protagonista estarás ante una novela autobiográfica.

Los personajes deben ser fieles a las crónicas y coherentes con su época. Se suelen mezclar con otros de ficción. Mientras que los secundarios cumplen varias funciones. Ayudan a que el protagonista se desarrolle y muestran aspectos de la sociedad. Los personajes accesorios sirven para llenar escenas y reforzar la ambientación. Han de hablar con un lenguaje neutro, es decir, ni arcaico ni excesivamente moderno, aunque incorporando vocabulario y expresiones de la época.

Importante: rechaza aquellas descripciones y explicaciones que no aporten datos significativos ni contribuyan a hacer avanzar la trama y a definir los personajes. A nadie le gusta encontrarse con un libro de historia en mitad de una novela o tener que ir saltándose cada dos por tres la vulgar paja.

Por último, cuida el arranque de tu novela. Si quieres que enganche desde la primera página debes generar expectativas, fijar el tono de la historia, presentar la situación o los personajes e informar sobre el narrador. El lector ha de saber qué clase de narración le espera y, al mismo tiempo, debe sentirse impulsado a seguir leyendo. Mantén la tensión narrativa a lo largo del relato, generando suspense, curiosidad o sorpresa. Dosifica la información que le das al lector. Y concluye tu novela, bien creando vínculos con el inicio, bien resolviéndola tras un inesperado vuelco de la acción.

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