La República de Armenia es uno de los países más pequeños del mundo, con apenas 29.000 kilómetros cuadrados (algo más grande que la extensión de Badajoz) y tres millones de habitantes. De religión cristiana, habiendo sido el primer país del mundo en acogerse oficialmente a esa confesión en el año 301, con un alfabeto único de 36 letras procedente del griego y el siríaco nacido un siglo después de su conversión a la fe cristiana y una identidad cultural, gastronómica y social muy prolija en todos sus aspectos, los armenios han tenido una historia tan gloriosa como azarosa, plagada de grandes momentos  heroicos pero también de episodios dolorosos.

Conocieron el esplendor de su reino en algunos breves periodos del medievo para después padecer la larga dominación otomana que tuvo como corolario final el genocidio armenio, primera campaña de exterminio sistemático de un pueblo en la historia de la humanidad. Ocurrido entre 1915 y 1921, aunque ya antes hubo grandes matanzas que fueron el prólogo de la tragedia que se avecinaba para esta colectividad, en esos años murieron de una formal brutal algo más de dos millones de armenios. Después un breve instante de respiro, pero siempre sufriendo la agresión turca, y la cruenta ocupación soviética, en 1920.

Una vez liberados del yugo soviético, tras 70 años de opresión cultural y dictadura, llegaría la independencia de Armenia, alcanzada en 1991. Al fin, los armenios eran libres.

En esta de propuesta de viaje que presentamos, demasiado corta para un país con tantos matices, lugares, historia, gastronomía, cultura y tradiciones de siglos, recogemos tan solo algunas regiones de las más recomendadas por su fácil accesibilidad y cercanía de la capital, Ereván, único «puerto» de entrada a este país enclavado, a veces en difícil convivencia, entre Azerbaiyán –fronteras cerradas por medio a causa de la guerra de Nagorno Karabaj–, el inaccesible Irán, la sempiterna enemiga Turquía y Georgia.

¿QUÉ PODEMOS VISITAR EN ARMENIA?

  1. Ereván, moderna capital de un país joven y en plena transformación

Centro moderno erevanLa capital de Armenia, su principal centro político, social, cultural y económico, es una cuidad de tipo medio que alberga a uno de cada tres armenios que viven el país, aproximadamente un millón de habitantes. Es una ciudad moderna, ordenada, con un transporte público aceptable que cuenta con buenos autobuses, metro y un servicio de taxi –si consigues entenderte con el taxista–  económico, una oferta variada de bares y restaurantes y resulta muy agradable para recorrerla y andarla a través de sus calles y parques.

La plaza de la República es el epicentro de la ciudad y muy cerca de allí puedes visitar dos de los más importantes museos de Armenia (muy recomendables): el Museo Estatal de la Historia de Armenia y la Galería Nacional. Las fuentes que se elevan en esta gran plaza, desde donde salen las grandes arterias y avenidas de la ciudad, se ilumina por la noche y sus aguas se mueven al son de la música. Por la noche, en torno a esta plaza y los garitos que hay a su alrededor hay mucha gente bebiendo, cenando o simplemente paseando.

Uno de los lugares obligados de visita en Armenia es el pequeño pero didáctico museo del genocidio armenio, a las afueras de la ciudad, y donde se encuentra el monumento en recuerdo de las víctimas de esta suerte de primer holocausto del siglo XXI. Se llama Tsitkernakaberd y está compuesto por un gran obelisco y doce bloques de hormigón que protegen la llama eterna en honor de los dos millones de asesinados, muchos a causa del hambre, acuchillados, colgados o arrojados a los mares, en aquellas fatídicas jornadas.

En Ereván también señalamos la vieja ciudad original y fortaleza de Erebuni, fundada allá en el año 782 a.C., que después dio paso a la capital actual. Aparte de su interés histórico, por sus bien conservadas fortificaciones y restos arqueológicos encontrados que revelan la antigüedad del pueblo armenio, hay unas impresionantes vistas que merecen la pena. No está situada muy lejos del centro pero es conveniente (y necesario) ir en taxi hasta Erebuni.

Dos apuntes más. No deje de visitar el mercadillo dominical –aunque abre todos los días pero no con tanta fuerza– de Vernissage, donde podrá encontrar desde buena artesanía armenia hasta todo tipo de antigüedades y viejos souvenirs del pasado soviético de este país; y, finalmente, no se vaya sin visitar uno de mis lugares preferidos de esta urbe dinámica y jovial: desde la plaza de Francia puede caminar hacia el lugar conocido como la Cascada, una gran escalinata precedida de un gran parque donde puede encontrar varias esculturas del colombiano Fernando Botero y, en sus alrededores, una variada y concurrida oferta de bares y restaurantes de día y de noche. Muy animado y alegre, recuerda a una zona de ocio de cualquier ciudad de Europa.

2.El complejo religioso de Echmiadzín

Armenia-4Ya fuera de Ereván, pero a corta distancia en coche, merece la pena acercarse hasta Echmiadzín, donde se encuentra la catedral del mismo nombre y de la que se dice que es de las más antiguas del mundo. Fue fundada por San Gregorio el Iluminador, entre los años 301 y 303, de quien se cuenta en algunos escritos antiguos que la construyó en este lugar porque tuvo una visión divina en la que se le señaló el lugar donde debía ser enclavada y así lo hizo.

La visita bien merece la pena porque más que una catedral es un complejo religioso que encuadra a varios edificios históricos que merece la pena visitar con tiempo y detenimiento.

Aparte de la ciudad del mismo nombre, que tiene algunas curiosidades, dentro de ese complejo religioso debemos contemplar, tanto en sus interiores como en sus exteriores, las iglesias de Santa Hrispsime, de Santa Gayané, Choghagat y la de Astvatsatsín (Madre de Dios). La cronología de lo que encontramos en este recinto sagrado va desde el siglo VI de nuestra hasta era algunas construcciones levantadas recientemente tras la independencia del país. También nos encontramos con que en este enclave religioso funcionan un museo, un seminario y algunas entidades administrativas de la Iglesia armenia.

Al igual que ocurriera en otras partes de la extinta Unión Soviética, la religiosidad  se revitalizó en Armenia tras la independencia y el final de la ocupación comunista, que siempre persiguió a todas las confesiones religiosas sin distinción y el proselitismo de cualquier fe.

Ahora, con la llegada de miles de armenios que viven en la diáspora –aproximadamente más de diez millones repartidos en todo el mundo– y que viajan hasta Armenia en busca de sus raíces ancestrales, junto con la tolerancia que reina en el país, la religiosidad ha adquirido nuevos bríos y un significado que hasta ahora no tenía.

3.El lago Sevan

Muy cerca de la capital, a apenas algo menos de una hora en coche, se encuentra este gran lago de montaña y uno de los principales centros turísticos de Armenia. Tiene unas playas muy concurridas en verano y tanto en las orillas del lago como alrededores hay numerosos bares, restaurantes, hoteles, posadas y lo que aquí en España llamamos chiringuitos.

En lo que respecta a su oferta cultural, hay dos lugares imprescindibles que visitar en torno al lago Sevan, tales como el impresionante monasterio Hayravank, desde cuyo promontorio donde está situado se pude ver todo el lago en su inmensidad –impresionantes atardeceres, todo hay que decirlo–  y el cementerio de Noraduz, muy  cerca de la ciudad de Gavar, el mayor camposanto existente de jachkárs (tumbas típicas armenias). Para terminar, las ciudades de Sevan y Gavar no tienen ningún interés turístico ni siquiera para los amantes de las aventuras y lo sórdido.

4.Gyumri y en el camino Maralik y Talión

ARMENIA-10Gyumri fue una de las ciudades armenias más atractivas, pese a que el tiempo no acompaño en demasía a la visita. Está bien organizada, tiene un aire europeo, accesible y bien conectada, hoteles varios, calles coquetas, iglesias bellas, casas señoriales y restaurantes y bares aceptables; en fin, una auténtica en ciudad todos sus sentidos. Es amena, distinguida y tiene bien merecido su título de segunda ciudad del país tanto por su arquitectura como por lo que ofrece.

Gyumri alcanzó un importante desarrollo tras el genocidio armenio, en que se calcula que llegaron más de 100.000 refugiados y desplazados en unas condiciones deplorables tras huir de lo que quedaba de la Turquía otomana, llegando a ser con posterioridad a ese trágico acontecimiento una de las ciudades más importantes de todo el Cáucaso. Podemos visitar varios museos interesantes, entre los que reseñamos el de Arquitectura y Vida Urbana de la ciudad, la Galería de Arte de las hermanas Mariam Yeranui Aslamazyan,  la Casa Museo del poeta Avetik Isakyan y la Casa Museo del escultor Sergei Mercurov. Otros lugares de obligada visita son el ayuntamiento de esta capital con notables influencias rusas, europeas y caucásicas, el mercado de Shuka, donde podrás encontrar una buena muestra de todos los productos típicos armenios, y la Iglesia Ortodoxa rusa (muy recomendables sus interiores), en la céntrica calle Teryan.

En pleno centro, en unas de esas plazas de sabor y regusto soviético, se encuentra la imponente iglesia de Salvador Santo. Merece la pena tanto su fachada exterior, de obligada pose, como el interior, siempre con ese recogimiento y luminosidad que recuerda mucho a las iglesias ortodoxas de los Balcanes. Desde allí nos podemos dirigir hacia el discreto barrio de Kumayri, a apenas unos metros, donde están las mejores casas de la ciudad de los siglos XVIII y XIX –algunas en mal estado por un terremoto que devastó Gyumri en 1988– y que nos recuerdan el pasado imperial ruso de esta ciudad conocida antaño como Alexandrapol. Luego, a la vuelta de esta visita inolvidable, ya camino a Ereván, podemos detenernos en los bucólicos y típicos mercados de las pintorescas poblaciones de Maralik y Talin.

5.Monasterio Noravank y vistas al monte Ararat

Armenia-6Se puede decir, con toda seguridad y rigor, que Noravank es una suerte de Capilla Sixtina del arte religioso armenio. Aunque está algo alejado de Ereván -nunca más de dos horas- el lugar merece la pena por el sitio en sí mismo y por las bellas vistas del monte Ararat que podemos ver durante el camino.

Este monte sagrado para los armenios, una suerte de Jerusalén para los judíos en su imaginario colectivo, tiene una gran importancia y transcendencia en la historia de esta milenaria nación. Enclavado en lo que se considera como la Armenia otomana, que en principio fue otorgada a los armenios por las grandes potencias occidentales en 1920 en virtud del Tratado de Sèvres, más tarde este icono fundamental pasó a manos turcas de una forma brutal a través de una guerra que fue ganada por los invasores.

Dicen las leyendas, además, que en este monte se encuentra el famoso arca de Noe donde, supuestamente, este personaje bíblico se alojó con una variada representación de animales de todas las especies y su familia para hacer frente al diluvio universal. Numerosas expediciones y visitas científicas de todos los países y latitudes nunca consiguieron hallar los restos de esta gran nave prehistórica destinada a perpetuar sobre la tierra la vida ante la amenaza divina.

Los armenios pueden ver desde su tierra este monte icónico pero, paradójicamente, no pueden viajar hasta allá, toda vez que al día de hoy las fronteras entre Turquía y Armenia siguen cerradas ante la negativa por parte de Ankara a reconocer el genocidio armenio y por el apoyo político y militar turco a las reclamaciones de Azerbaiyán sobre Nagorno Karabaj.

Este imponente monasterio de Noravank, que realmente es otro gran complejo religioso armenio, fue construido sobre las ruinas de un antiguo templo cristiano y tuvo su mayor apogeo en los tiempos de los príncipes Orbelian, uno de esos periodos de libertad de Armenia que consiguió despojarse del gobierno de los selyúcidas.

La mayoría de los edificios que podemos ver en este recinto están construidos durante los siglos XIII y XVIII por el maestro Momik. Podemos visitar las iglesias de Astvatsatsin, la de San Esteban, la más bien capilla de San Gregorio con las tumbas de la dinastía Orbelian y, finalmente, la de San Karapet, la más antigua de todas, ya que data del siglo IX. Este complejo fue recientemente restaurado, tras años de interesado abandono por parte de las autoridades comunistas, y fue «inaugurado» hace algo más de una decena de años tras unas complejas obras.

Resulta conmovedor y casi milagroso que todas estas muestras arquitectónicas y monumentos históricos y religiosos hayan sobrevivido durante décadas si tenemos en cuenta que esta tierra ha sido pasto de la codicia, la rapiña, la ocupación y la colonización a manos de numerosos enemigos, tales como los turcos, los persas, los azeríes y, finalmente, los soviéticos.

Armenia resistió los embates y el rigor de la guerra durante siglos, habiendo sido, finalmente, capaz de defender y preservar sus señas de identidad a través de las más adversas fatalidades a lo largo del tiempo.

6.Nagorno Karabaj y su impresionante viaje para llegar a ese mítico territorio para los armenios

NagornoAunque no está reconocido internacionalmente como territorio armenio, ya que se integró al país tras la independencia y una cruenta guerra (1991-1994) entre Armenia y Azerbayán, en la que la peor parte se la llevaron los azeríes que perdieron este territorio quizá para siempre y otros 7.000 kilómetros todavía en manos armenias. Sin embargo, más allá de quien tenga razón en este largo contencioso que hunde sus raíces en los tiempos soviéticos, para los armenios la tierra de Artsakh, que es como llaman a esta entidad desde los tiempos antiguos, es algo irrenunciable, parte de su destino natural como pueblo y que merece la pena ser regada con la sangre de los héroes.

Pese a todo, el paisaje y sus riquezas culturales e históricas, junto con sus hospitalarias y sencillas gentes, hacen que sea un viaje de primera para todo buen aventurero o simplemente viajero. Para acercamos hasta la capital de Nagorno Karabaj, un territorio en la actualidad poblado por unos 150.000 armenios, solo podemos hacerlo por carretera desde Ereván. Hay algo más de 300 kilómetros de carretera y se necesitan emplear algo más de cinco horas.

Ya allí, en Nagorno, tenemos que visitarla y no se tarda mucho. Stepanakirt  se llama y es una urbe pequeña, limpia y coqueta de apenas 53.000 habitantes. Como no podía ser menos, es el principal centro político, social, económico y cultural de este país exótico y desconocido. Bastante poco dotada de servicios básicos, como hoteles y restaurantes, posee unas infraestructuras modestas pero eficientes y modernas. Conviene visitar el cementerio de los héroes armenios de Artsakh, en los alrededores de Stepanakert, donde están enterrados los hombres que lucharon contra los azeríes en la reciente guerra y después. Algunas tumbas tienen dibujos, fotos o retratos en relieve de los aguerridos guerreros.

Como parte imprescindible de la vista, si no se cuenta con mucho tiempo, debemos dirigirnos hacia Gandzasar, pero no sin antes detenernos en lo que es el principal monumento y emblema del país, una estructura simbólica que parece representar a un hombre anciano y a su mujer que se llama “Nosotros somos nuestras montañas”; no hay visitante extranjero, sea de la nacionalidad que sea, que no haga un alto en el camino para hacerse unas fotos en dicho lugar.

Gandzasar es un monasterio armenio situado muy cerca de Stepanakert, a unos cincuenta kilómetros, y es de obligada visita por su belleza y significado histórico. Fue fundado en 1216, posee un bello cementerio delante de las instalaciones, con lapidas muy antiguas, y a lo largo de su historia sufrió los ataques de mongoles, turcos y azeríes, pero siempre sobrevivió a todas las guerras y hoy es uno de los principales atractivos turísticos de Nagorno Karabaj.

Allí, entre las montañas en las que siempre vivieron los armenios, tenemos una vista majestuosa y muy pintoresca, una realidad idílica que contrasta con el grado de militarización que se vive todavía en la zona y con los acontecimientos violentos que sucedieron apenas hace unos lustros, aunque todavía se producen enfrentamientos esporádicos entre las partes y ha habido numerosas víctimas de los bandos en los últimos años.

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