En cuanto supe de qué se trataba di prioridad absoluta a la obra de Arantxa de Juan. Obra de Arantxa de Juan tres veces: como autora del libreto, como directora y como actriz protagonista.

Arantxa de Juan es una mujer excepcional. Y también, como demuestra sobradamente en MAGNANI APERTA, una comediante excepcional.

Lo que despertó mi curiosidad, hizo que antepusiera el deseo e incluso la obligación de ver la obra, fue un detalle maravilloso: se representaba en su casa, en la casa que tiene en la calle Desengaño de Madrid, Arantxa de Juan. Es un apartamento o piso grande y agradable, pero tampoco es el Palacio que se construyó el Marqués de Salamanca en el Paseo de Recoletos. Ciento cincuenta o doscientos metros todo lo más.

Se trataba, se trata en suma, de representar una obra de teatro en una casa normal. Quería verlo. Todo. Y lo vi.

Me fascinó. Me gustó una enormidad.

Había que llegar entre las 21,15 y las 21,25. Era sábado. El aforo por supuesto estaba completo. Un hombre de bigote, uniforme gris y verbo amable franqueaba el paso a los espectadores, tras pedirles que escribiesen su nombre y número de carné de identidad.

¿Haría yo una obra de teatro en mi casa? Quizá sí. Quizá hasta hago algo similar todos los martes y jueves. Pero a mi madre, por ejemplo, no se le ocurriría jamás. Ni a mi madre ni al noventa y nueve con nueve por ciento de las personas que conozco. La intimidad es la intimidad. Desconocidos trotando por el parqué, estropeándolo con sus tacones de aguja, acariciando cuadros y objetos, llevándose alguno tal vez aprovechando la oscuridad…

Exactamente así empezaba, empieza, el juego creado por de Juan. Se deja a los espectadores unos minutos solos en la casa, deambulando por el salón, el comedor, el recibidor y la cocina. Todos los muebles cubiertos de sábanas blancas y las veinte sillas plegables aún plegadas; se desplegarán cuando los visitantes, los espectadores, los curiosos, se hundan en el pequeño pero laberíntico y oscuro pasillo camino del dormitorio de Arantxa de Juan.

Me dice Pedro, a quien conozco esa misma noche de sábado, que estar en la propia casa es una ventaja: territorio conocido. Una observación inteligente: evidentemente es verdad.

Veinte personas apiñadas en la oscuridad frente a la cama de Arantxa de Juan. Y empieza la función. Pero Arantxa ya no es Arantxa, es Anna Magnani.

Durante setenta minutos es Anna Magnani. Me era imposible verla a ella, a Arantxa, aunque me esforcé. La Magnani y sólo la Magnani. Porque en verdad en verdad digo y cuento a quien lea estas palabras que Arantxa de Juan no tiene que envidiar, como actriz, como comedianta, a Anna Magnani. Enorme proximidad entre ellas.

No explico más. Excepto que me pareció deslumbrante, perfecto y rotundo el final.

Tal vez, en realidad sería lo natural, MAGNANI APERTA abandone la casa de la actriz para representarse en un teatro, yo la imagino en uno grande de la Gran Vía o aledaños. Tal vez no. Tal vez sólo permanezca un tiempo en cartel y sea siempre en el amplio y agradable piso de la calle Desengaño; o en otros pisos o casas de cualquier lugar del globo mundial. Es indiferente. Da igual.

Pero si quien lee se aprecia a sí mismo lo suficiente hará como yo, se esforzará, convertirá en una prioridad asistir a la obra protagonizada y orquestada y creada por la comediante excepcional Arantxa de Juan. Y si lo logra, entrar en su casa, verla convertida en otra persona, será una experiencia que -palabra de escritor- jamás olvidará.

 

(artículo dictado por Javier Puebla y mecanografiado por el escritor Ángel Arteaga Balaguer)

1 COMENTARIO

  1. Gracias Javier por tu crítica tan acertada, tan bien escrita y con la que coincido al 100%. Me encantó conocerte el pasado sábado en casa de la «Magnani» y espero que mantengas tu estado de inteligencia activa, optimista y creativa por muchos años.
    Ah, y gracias por mencionarme.
    Pedro

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