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Apariencias

David Almorza Gomar
David Almorza Gomar
Profesor Titular de Universidad de la Universidad de Cádiz, en el Departamento de Estadística e Investigación Operativa, adscrito a la Facultad de Ciencias del Trabajo. Ha sido Vicerrector de Alumnos de la Universidad de Cádiz (desde el año 2003 hasta el 2013) y Vicerrector de Responsabilidad Social y Servicios Universitarios de la Universidad de Cádiz (desde 2013 hasta 2015). Durante estos doce años, ininterrumpidamente, ha tenido entre sus competencias el Área de Deportes de la Universidad de Cádiz. Ha promovido la creación del Aula Universitaria de Fútbol de la Universidad de Cádiz, y en estos momentos ocupa el cargo de Director del Aula de Fútbol. Tiene el título de Entrenador Nacional de Fútbol con Licencia UEFA-PRO. Ha entrenado en las categorías Infantil y Cadete del Cádiz C.F. desde el año 2010 hasta la actualidad. Además, en el Cádiz C.F. ocupa el cargo de Coordinador de Delegados y Auxiliares de Fútbol Base desde el año 2014.
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análisis

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Apariencia, pinta, perfil. Tres palabras diferentes con significados distintos pero que sirven para expresar una idea parecida: encasillar a las personas sin darles la oportunidad de demostrar su valía. Un prejuicio que ha perjudicado en muchas ocasiones a personas a las que se les niega el acceso a un trabajo, a una profesión o incluso a un local, guiándose solo por la pinta que tengan. Es injusto, porque las personas tienen valores que permanecen detrás de lo que se percibe a simple vista.

De este tema hablaba Boris Pérez con su mujer. Un tema que siempre preocupó a Boris. Él nunca se fijaba en la apariencia del investigador que fuera a contratar, sino en lo que se escondía detrás. La pinta de cada persona, y más para el trabajo de investigación que él hacía, no la consideraba.

Boris había sufrido este problema. Le dijeron que no tenía pinta de médico pero estudió medicina. Le dijeron que no daba el perfil de investigador y ganó el Premio Nobel. Si hubiera hecho caso a estos comentarios, no hubiera llegado donde estaba. Pero era afortunado porque tuvo la oportunidad. Muchos jóvenes no tienen esa ocasión porque se les descarta precisamente por su apariencia.

La mujer de Boris dijo: “lo mismo te ocurrió cuando estuvimos en Estados Unidos”. Era cierto. Boris lo recordó. Estaban trabajando en Denver y se aficionó al fútbol americano. Ya mayor para practicarlo decidió ser entrenador. Obtuvo el título y dedicó su tiempo libre a entrenar a chavales. Lo pasaba bien. Disfrutaba de lo que hacía y se sentía útil y querido. Pero no tenía apariencia de entrenador. No daba el perfil. No tuvo la oportunidad de llegar a un equipo juvenil, y mucho menos a un equipo senior, porque no tenía la pinta habitual. Era un médico que investigaba.

“Quizás pude haber sido entrenador profesional” dijo Boris. Su mujer le contestó: “seguro”, y le dio un beso en la mejilla. Un beso impregnado de seguridad, de confianza, de apoyo a lo que había dicho, de consuelo y de mucho amor. En apariencia solo era un beso en la mejilla, pero detrás había tantas cosas.

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