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Apagar el fuego con nafta

Eduardo Rivas
Eduardo Rivas
Licenciado en Ciencia Política
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análisis

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Desde la desaparición de Santiago Maldonado el pasado 1 de agosto, salieron algunas notas publicadas en este diario, firmadas por diferentes colegas, y ante cada una de ellas sentía el impulso de escribir respondiendo, y sin embargo esperé a que el tiempo pusiera las cosas en su lugar y que mi intuición se viera fortalecida por hechos, y que éstos hablaran por sí mismos sin pretender hacerles decir lo que yo quisiera que digan.

Hoy que apareció Santiago Maldonado, lamentablemente muerto, y las elucubraciones empiezan a dar lugar a la contundencia de los hechos creo que es oportuno relevar cada uno de esos escritos para hacer un llamado a intentar dejar de ser meras piezas de un ajedrez que los poderosos pretenden jugar con nosotros.

Hace más de 70 años que un antagonismo irreductible atraviesa Argentina, y pese a que hubo momentos en los cuales se acercaron posiciones y se redujo el distanciamiento, durante los gobiernos peronistas encabezados por Néstor Kirchner inicialmente y Cristina Fernández después, estas diferencias se ahondaron y dieron lugar a la denominada grieta, que fue la síntesis con la que se pretendió explicar esta dicotomía new age entre peronismo y antiperonismo.

Es imposible aislarse de esta realidad para explicar Argentina, pero debemos procurar que nuestros escritos y nuestros pensamientos sean la reafirmación de uno de los lados de la grieta o la burda crítica del otro. Y esto no se vio en los textos mencionados.

El 22 de octubre Lois Pérez Leira escribió ‘Venezuela y Santiago Maldonado’, () dónde afirma que ‘Mientras en la Argentina se cometen delitos de lesa humanidad, ni la OEA, ni la Comunidad Europea, ni las Naciones Unidas emiten ninguna condena.’, y la realidad es que estos organismos no se pronuncian porque en Argentina no se cometen delitos de lesa humanidad, quien así pretenda verlo cae en un grosero error, puesto que como sostiene Nicolás Fuster en ‘¿Dónde está Santiago Maldonado??  ‘la instrumentalización de algunos periodistas, políticos y demás, que buscan relacionar a la administración con la última dictadura que sufrimos en Argentina, lo cuál es insostenible y es, además, profundamente irresponsable.’. Pues bien, Lois Pérez Leira cae en ese mismo error.

Y unos días más tarde, el 4 de noviembre decía Inés Moreno en ‘Santiago Maldonado: la protección de los recursos y el terrorismo de Estado’  que ‘en un país en el que las desapariciones forzadas se enraízan en su pasado y sus instituciones, enfrentarse a la desaparición del activista a manos del gobierno plantea el frágil equilibrio en que se encuentra la democracia, y sobre todo visibiliza el gran riesgo en que se encuentran los defensores de las tierras indígenas y los recursos naturales frente al extractivismo’. Cuando se publicó este artículo no estaba probada la desaparición forzada de Santiago Maldonado, aunque así se caratuló la causa en la Justicia, pero caer en afirmaciones como la transcripta choca de bruces contra la presunción de inocencia que la legislación argentina garantiza a todos sus habitantes. El tiempo demostró que la afirmación ‘la desaparición del activista a manos del gobierno plantea el frágil equilibrio en que se encuentra la democracia’ no sólo es una mentira sino que, además, es una declaración política solapada que pretende instalar la idea que la democracia argentina está en riesgo, eso no es así e Inés Moreno debería saberlo. E Inés Moreno lo escribió tras la aparición del cuerpo de Maldonado, lo cual hace más irresponsables sus afirmaciones.

Pero no fueron sólo ellos quienes dictaron sentencia antes de enjuiciar. Lo hizo Pablo Iglesias por ejemplo, lo hizo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que dio por válido un testimonio que aseguraba que Maldonado había sido secuestrado y desaparecido por la Gendarmería. En realidad, lo que hicieron fue ser apenas unos peones de quienes juegan al ajedrez en serio y montaron una campaña en contra del Gobierno argentino acusándolo de represor y secuestrador… sin embargo aún ninguno salió a pedir disculpas por sus acusaciones infundadas.

Pero el tiempo pone las cosas en su lugar, sólo hay que saber esperar. Y lo que espera el pueblo argentino, por ejemplo, es que el señor Pablo Iglesias junto a todo el bloque de diputados de Unidos Podemos se fotografíe en el recinto con carteles que pidan disculpas al pueblo argentino por haberse asociado a una operación política de la oposición argentina y lo refleje en un twitter, como remedo del publicado el 30 de agosto de 2017.

A finales de octubre apareció un cuerpo en el Río Chubut, en las proximidades de donde había sido visto por última vez Maldonado, y la autopsia determinó que era el cuerpo de Santiago Maldonado. Pero no sólo eso, esa autopsia probó que el cuerpo no tenía marcas ni huellas de violencia ni de haber sido asesinado

Comenzaba a derrumbarse el relato que los opositores al gobierno actual intentaron imponer haciéndonos creer que Maldonado había desaparecido por el accionar de las fuerzas de seguridad y que, por lo tanto, la Administración Macri era casi una continuidad, por política y economía, de la última dictadura militar. Una irracionalidad que algunos aún pretenden defender. Y ante la contundencia de los hechos, y la fragilidad de su discurso, se insistía en que eran resultados preliminares y que faltaban más pericias.

Pues bien, las pericias se hicieron y hay más información.

Los estudios finales serán presentados el próximo 24 de noviembre pero sin embargo ya se filtraron algunas de las conclusiones a las que arribaron los 55 peritos actuantes, incluidos los de parte, que analizaron el cuerpo, y que dicen que Santiago Maldonado estuvo siempre en el agua, que no fue movido, que no fue arrastrado.

Reiteran que no hay señales de violencia en el cuerpo o ropas y se aventuran tres opciones respecto a la causa de muerte. Puede haber muerto ahogado, ya que no sabía nadar y las ropas mojadas lo podrían haber hecho perder la línea de flotación al sobrecargar 31 kilos a su peso; puede haber muerto por hipotermia, dadas las bajas temperaturas del agua del río que intentaba atravesar; o en una combinación de estas dos hipótesis, puede haber muerto por un shock térmico al haber ingresado al agua.

En ninguno de esos casos murió por el accionar de Gendarmería. En ninguno de esos casos fue una desaparición forzada de personas. En ninguno de esos casos se comprueba lo aventurado por Lois Pérez Leira e Inés Moreno.

Debemos observar y analizar la grieta, no escribir desde la grieta, porque si así fuera, nuestros escritos en lugar de intentar aportar luz a un tema oscuro, lo único que hacen es profundizar la división convirtiéndonos en meros propagandistas de uno u otro sector.

Debemos analizar los hechos per sé y no por su autor, el mismo puede ser un agravante o un aliciente, pero nunca el quien realiza el acto le da entidad al acto. Actos como nombrar a un represor al frente del Ejército o frases del estilo ‘si fuera un genio, haría desaparecer algunos’, ambos hechos responsabilidad de la defensora de los Derechos Humanos Cristina Fernández, serían aborrecidos si los hubiera realizado el ‘represor’ Mauricio Macri.

Debemos tener la inteligencia de sobrevolar la grieta para intentar colaborar en su sutura; caso contrario seguiremos sumando crispación a la realidad, seguiremos intentado apagar el fuego con nafta (gasolina, en español castizo).

 

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