¿Cuántas películas comienzan con planos de situación de una gran ciudad y una voz en off? Muchas, quizás demasiadas. ¿Cuántas películas comienzan con un suicidio en un tren y un grupo de viajeros que miran morbosamente lo que ha ocurrido? Yo sólo recuerdo una, Tesis de Alejandro Amenábar.
Este mes de Abril se cumplen veinte años del estreno de Tesis. Esta efeméride a muchos no os importará, y a otros os hará sentir viejos; a mí me hace muy feliz. ¿Por qué me pone tan feliz el vigésimo aniversario de Tesis?
Hagamos un flashback a 1997. Noche calurosa en un cine de verano. Un atractivo e inteligente joven de trece años sin acné se sien… ¿Qué pasa? Ya veo vuestras caras; es mi flashback y me describo cómo quiero. Un joven de trece años se sienta en una incomoda silla para ver la película que ha ganado siete Premios Goya y de la que todo el mundo habla desde su estreno el año anterior. Dos horas después el chico sale del cine fascinado con la historia de Ángela (Ana Torrent). Tesis le ha parecido un thriller inteligente y original. La película crea un río de preguntas en su cabeza: ¿el ser humano se siente atraído por la violencia?, ¿las imágenes violentas nos hacen violentos?, ¿nos hemos acostumbrado a la violencia?, ¿cuál es la naturaleza del mal?, ¿hay que dar al público todo lo que pide?…. El joven sin acné no para de pensar en la secuencia en la que Chema (Fele Martínez) cuenta el cuento de La princesa y el enano a Ángela mientras caminan por un oscuro túnel. Pocos minutos después en el film ocurre el momento que todo el mundo recuerda; ese momento en el que la protagonista, atada una silla, dice un diálogo que ya pertenece a la historia del cine español: “Me llamo Ángela, me van a matar”. Curiosamente la cara de el joven sin acné al ver Tesis es la misma cara de asombro que tenía Ana Torrent al ver Frankenstein en El espíritu de la colmena. El joven sin acné no puede dormir, piensa que ha visto una película española que se centra en un tema diferente, las snuff movies ni más ni menos. El joven no para de pensar que en España se puede hacer un cine distinto. Tesis podría haber sido dirigida por Hitchcock. Hay que tener en cuenta que ese joven todavía no había visto todas las grandes joyas del cine español que descubrió más tarde. Esa noche, el atractivo e inteligente joven de trece años sin acné decide que él quiere formar parte de ese nuevo cine español.
Ayer volví a ver Tesis. Han pasado veinte años pero la película sigue consiguiendo que me mantenga pegado a la pantalla hasta el último fotograma. Son muchas las virtudes del film, pero a mí me gustaría destacar una: el uso del sonido. Amenábar utiliza el sonido cómo un elemento de suspense que consigue aterrar al espectador. Muchas veces al sonido no se le presta la atención que se merece; en Tesis se demuestra que es un arma maravillosa para provocar emociones. Amenábar consiguió sacarse el doctorado con su primera película y en estos veinte años nos ha regalado grandes obras cómo Los Otros, Mar Adentro o Abre los ojos.
El perfecto final de Tesis muestra el siguiente texto: “Advertimos: Las imágenes que van a ver a continuación pueden herir la sensibilidad del espectador”. Os puedo asegurar que Tesis no hirió mi sensibilidad, pero sí cambio mi vida. Gracias Ángela.