Haciendo un poco de memoria sobre la Historia Oficial del Estado español, veremos que, las “inestabilidades” o “dificultades” para un gobierno, ocurridas en los últimos siglos, eran resueltas por la fuerza de las armas, cuando no aprovechadas, por facciones aún más violentas e impopulares, para extenderse por el territorio, como nos enseñan tanto la conquista de Al’Ándalus como la Guerra Civil Española.

Al margen de la significación económica que ello suponga, y sin el menor deseo de pretender defender que se haga realidad esta posibilidad: el que haya unas terceras elecciones; lo cierto es que la posibilidad de que ocurra, y no de que la situación se resuelva por la fuerza de las armas y quienes las empuñan, es ya, de por sí, una novedad ilusionante.

La paz social en que vivimos. La ausencia de grupos organizados que agreden a la sociedad civil, o a sectores y miembros de determinadas clases sociales, en venganza por afrentas realizadas por otros grupos organizados y también armados. La carencia de generales dispuestos a tomar las riendas. Y la convivencia pacífica del día a día de una diversidad absoluta. Son signos de la madurez democrática y de su derecho a ser el único soberano, del conjunto de habitantes en el territorio del Estado español.

Mientras los miembros de las estructuras políticas se afanan en explorar diversas vías para formar un gobierno, sus votantes conviven, codo con codo, sorprendentemente. No existe inconveniente, en las tertulias ocasionales, para hablar de política, y de políticos… Se habla, se debate, pero sin antorchas ni navajas. ¡Sin miedo! Y eso es lo que importa.

Lo que debería alegrarnos de esta situación es, que la posibilidad de que la ciudadanía siga siendo quien tenga la última palabra, no se verá truncada por grupos armados de los cuerpos de seguridad del estado, ni se masca la posibilidad de una guerra fratricida salpicada de venganzas y acciones ominosas.

¡Ya estamos en otro nivel de conciencia! Estamos haciendo Historia, cada día, con nuestra convivencia plural. Una convivencia rota durante siglos, pero que ha sido, realmente, la tónica más común en el último milenio, en gran parte de la península ibérica. Una convivencia que hemos recuperado y que es un motivo de alegría. ¡Albricias! ¡Alhamdulil-Lah!

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