Estamos todos hasta los monóculos. Fernando Alonso y el siempre comedido y elegante Pedro de la Rosa también. Aunque probablemente la persona del mundo que más tiene de vomitar sobre él, sobre el incompetente -y por eso está ahí- Carlitos Whiting, sea Nico Rosberg. Que de repente decidiesen quitarle cinco segundos por lo que el mismísimo Pedro de la Rosa consideró una simple maniobra de carrera con Max Verstappen no ha tenido que sentar a Nico Buenchico nada bien.

A Rosberg le acusan de que no le echa valor, que no es lo bastante agresivo. Pero siempre que lo hace, que le echa valor, que es agresivo, le sancionan. ¿Será que a Carlitos no le cae bien?

¿Y quien es ese Carlitos Whiting? Según güikipedia: el director de carrera de la F1, delegado de seguridad, juez de salida, cabeza visible del departamento técnico de la fórmula reina… y cuantos títulos y chorradas más se le puedan a cualquiera ocurrir.

¿Ese es Whiting? Bah. ¿Qué más dan los títulos? Como si alguien no supiese que su verdadera profesión es hacer de hombre de paja para Bernie Ecclestone (si la vida fuese una novela policíaca y secuestraran a la suegra de un millonario hasta el policía más imbécil sospecharía de él). Ecclestone, el gran manipulador, la Momia, el Rey de las Marionetas vestiditas con mono ignífugo y a las que no se permite siquiera cambiar el dibujo del casco, no se vayan a creer que son libres. Se os paga, oh grandes campeontes, ante todo por obedecer. Sobre todo en la época actual, en la que ya no mueren dos o tres pilotos por temporada, como se cuenta en el principio de esa preciosa película: Rush.

La estulticia de Carlitos Whiting sólo se puede explicar, desde luego, si hay alguien que lo maneja. Una mano dentro de él. Pero incluso como guante alguien debería castigar, sancionar, su excesiva inconsistencia, deslumbrante estupidez.

Empezó el mundial y cambió el sistema de clasificación. Luego donde dijo digo dijo Diego, y lo descambió. Como al principio otra vez. Todos le obedecieron. Flipó. Abrió los ojos como un panda subnormal, osito vegetariano a quien todo el mundo se empeña en dar de comer.

-Vamos a probar cuanto aguanta este manga de imbéciles, de supuestos animales salvajes con el estómago bien lleno (y así se portarán como corderitos; en el mercado, en el libre mercado, esa es la ley).

Así que Carlitos luego jugó a decir que las comunicaciones de radio ya no. Y luego otra vez que sí. Y por supuesto escuderías y pilotos, incluso periodistillas y comentaristas bien cebados también; movieron un poco las lanas pero todos acabaron diciendo “Beeeeeh”.

“¿Y si me saco de la manga que quien se salga de la pista más de tres veces recibe, tras las pertinentes tobitas en los monóculos, un castigo también?”, pensó Bernie; e hizo ejecutar a Whiting.

Pensado y cagado. Olía fatal, pero los corderitos volvieron a balar. Beee, beee…

Rosberg también. Treinta millones de libras al año, así que cállate. Tampoco está tan mal aunque no vayas a ser nunca campeón del mundo de Fórmula1. “Es casi mejor así”, le recomendó su psicólogo o coach o asistente personal, “si te conviertes en campeón del mundo serás sólo otro más, pero si no lo logras serás el piloto que más carreras ha ganado de la historia sin tener que soportar el peso de la estúpida corona. Te conviente. Di que sí. No intentes hacer trastadas, que luego siempre te pillan y te castigan. Continúa haciendo “beeeee”.

Aunque sea sólo un guante movido por la mano artrítica de Ecclestone, alguien debería -como premio a su deslumbrante estulticia- castigar, sancionar, a Charlie Whiting. Pero ¿quien? ¿La alegre y secuestradísima suegra de Ernie tal vez?

 

Tigre tigre.

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