Esta sociedad está vorazmente equivocada, Alan.

Por activa o pasiva, el machismo mata.

El machismo es la norma heteropatriarcal que nos somete a sus irracionales mandatos.

Es cruel y no tiene piedad con las minorías, sobre todo con aquellas que osan desafiar su abusivo y obsoleto modelo.

La ubicuidad de este terrible Sistema, se cuela en todos los gestos de nuestra vida, en los actos, en los silencios culpabilizadores y en las miradas que juzgan sin conocer.

La manipulación del pensamiento mágico infantil es una de sus piedras angulares, junto al  discurso de ideas irracionales mezcladas ad hoc con el miedo: el cuerpo de la mujer es el pecado y no tiene sentido sin el cuerpo del hombre, es un objeto que se adorna y siempre debe estar a disposición del macho, haciendo subsistir la dicotomía amor-odio con respecto a aquel.

Todo ello tiene como consecuencia la falacia contra el aborto, las violaciones y abusos, los asesinatos impunes, las desigualdades laborales, la represión de la homosexualidad y demás transgresiones al mandato heterosexual y un sinfín de constructos elaborados para el sometimiento.

A los hombres se les hace creer que son superiores y a las mujeres que son inferiores, las consecuencias de semejantes estulticias se dan por añadidura.

Con este panorama naciste, querido Alan, el mismo que te ha matado.

Actualmente, los valores, tan esenciales en la vida, no reconfortan ni sustentan nuestras almas, porque ellas están hechas de gestos intangibles y necesitan el sincero acogimiento y la noble desnudez.

Sin embargo, estamos tan ocupados en proveernos de lo material, que olvidamos la necesidad del pensamiento contemplativo, que es el imprescindible filtro para conquistar un criterio propio y sólido.

Ser «normal» en este estado de cosas, no es más que caer por azar en el lado de las mayorías. No tiene ningún mérito ni es fruto de la excelencia personal, eso sí, hace la vida mucho más fácil.

Mas quien tiene otras necesidades y siente de una forma distinta al rebaño, es condenado a la gélida angustia del rechazo. Sufrimiento que deja una impronta para siempre en el corazón y en el cuerpo.

Eras tan joven para todo…

La autenticidad y la honestidad, matan.

Aquellos que no te comprendieron y te maltrataron, esos a los que les falta toda la sensibilidad que a ti te sobraba, dónde hendirán sus puñales ahora.

La vida es una gran paradoja, valiente Alan, no tuviste tiempo de descubrirlo.

Te enfrentaste a los grandes tabúes: la doble moral, el mundo de las apariencias y la coherencia en la relación con el propio cuerpo.

La razón y el camino correcto eran tuyos.

No hay otra forma de hacer un mundo mejor que siendo quienes somos.

Has encontrado la paz tras tu recorrido en la batalla, otros cogemos tu relevo.

Descansa sereno y orgulloso, tierno guerrero.

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