África empieza 2017 con más de una quincena de conflictos violentos que afectan a cerca de 20 países del continente. A este paisaje, se suman las recientes noticias provenientes de Burundi, Gambia, y la República Democrática del Congo y la inestabilidad política en el Magreb.

 

Los que no aceptan el resultado de las elecciones

Burundi vive en un tenso estado próximo a la reactivación del conflicto civil entre hutus y tutsis (recordado por el espeluznante epicentro que fue el genocidio de Ruanda de 1994), desde que en 2015 Pierre Nkurunziza accediese a un tercer mandato, tachado de inconstitucional. Desde entonces, el presidente, hutu, ha aprovechado la “cuestión racial” contra los tutsi y algún conato de alzamiento armado para hacer una verdadera limpieza de opositores, incluidos altos cargos del ejército. Emmanuel Niyonkuru, el ministro tiroteado esta nochevieja, es el primer político relevante del bando gubernamental asesinado.

En Gambia, Yahiah Jammeh, que había aceptado su derrota en las elecciones tras 22 años en el poder, se atrinchera y se niega abandonarlo. Este 28 de diciembre, el ministro de las Fuerzas Armadas de Senegal, Augoustine Tine, declaró que su país es “de diálogo, país pacífico, pero tenemos un mensaje de la Comunidad Económica de África Occidental (CEDEAO), la Unión Africana y las Naciones Unidas”. Jammeh debería dejar paso el 19 de enero a la coalición opositora liderada por Adama Barrow, presidente electo. El ministro senegalés confía en que Jammeh “atienda a razones por que es la voluntad de la CEDEAO y la del mundo”.

Joseph Kabila, en el poder desde 2001 en la República Democrática del Congo desde el asesinato de su padre Laurent y decididamente pro-chino, debía abandonar su cargo el pasado 19 de diciembre. Su intención de acceder a un tercer mandato, provocó más de 40 muertos en protestas sólo en Kinshasa la capital. Oposición y gobierno, con la intermediación de la Iglesia católica congolesa, han llegado a un acuerdo por el que permiten a Kabila seguir en el poder a cambio de que se celebren unas elecciones “en condiciones de seguridad, limpias y transparentes” en 2017 y él no se presente. La incógnita está ahora en saber si Kabila estampará su firma en este acuerdo al que han llegado todas las partes.

Joseph Kabila, presidente de la República Democrática del Congo.
Joseph Kabila, presidente de la República Democrática del Congo.

Las elecciones de 2016 en el país al otro lado del río, en Congo-Brazzaville, acabaron en graves disturbios e incidentes violentos. La reelección de Denis Sassou-Nguesso por un tercer período reactivó las milicias Ninja de la guerra civil de los años noventa, que se atribuyeron diversas explosiones en edificios oficiales. El gobierno reaccionó con el incremento de grupos paramilitares para aniquilar a la oposición por cualquier método.

También hubo elecciones en Gabón y al resultado que volvía a confirmar a Ali Bongo como presidente, siguió la agitación y violencia en las calles de Libreville promovidas por el líder opositor Jean Ping.

 

Caos, violencia, desplazamientos, hambre y muerte

Somalia y Libia se mantienen como estados fallidos donde reina el caos y la violencia generados por jefes territoriales, señores de la guerra y grupos terroristas (Al Shabab e ISIS, respectivamente), en una madeja confusa de alianzas y enfrentamientos. El grupo somalí Al Shabab extiende sus acciones terroristas a la vecina Kenia.

Somalilandia y Puntlandia, dos regiones que se declararon independientes de Somalia, combaten por disputas territoriales. En Puntlandia acaba de aparecer el Estado Islámico.

Malí acaba de salir de la guerra iniciada en 2013 en el norte del país tras la rebelión de árabes y tuaregs contra el gobierno central y se encuentra ahora con el ejército francés establecido en su territorio, dirigiendo la nación y expandiéndose en el Sahel.

España, como declaró el otro día en Dakar María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa, se une a las tropas francesas en la zona del Sahel para “dar la cara contra el terrorismo”. C’Est la Françafique Espagnole!

En el Sahel se enfrentan los intereses económicos en la zona de Francia y China.

La política neocolonial de la Françafique lleva instalada desde 2011 en Costa de Marfil, donde Sarkozy y sus soldados instauraron al “amigo” Ouattara y encarcelaron a Gbagbo. Ambos contendientes habían empatado en las elecciones.

Níger aguanta también el expolio francés de sus yacimientos de uranio. La empresa gala Areva acapara todos los recursos hídricos del país, extremadamente escasos, para la industria de extracción del uranio. El éxodo por la explotación industrial francesa y la acción de la milicia islámica Boko Haram ha provocado el desplazamiento de cerca de 250.000 nigerinos, 50.000 de ellos al vecino Chad, otro estado víctima de los terroristas, involucrado en el conflicto contra Boko Haram con 2.000 soldados establecidos en Níger.

Boko Haram siembra el terror en un amplio territorio que controla absolutamente dentro de confines nacionales pertenecientes además de Níger y Chad, a Nigeria y Camerún.

El grupo terrorista está condenando a más de 75.000 niños a morir de hambre y ha desplazado a cerca de 15 millones de personas en Nigeria. A esto se unen la guerra silenciosa en marcha desde 1999 entre los pastores fulani y los agricultores capitalistas, las ansias independentistas del rico sur petrolero en el Delta, las masacres entre cristianos y musulmanes en el interior del país y la impunidad con la que la Shell Oil Company desplaza, corrompe y contamina a la población nigeriana.

Joseph Kony, del Ejército de Resistencia del Señor (ERS) ha reaparecido en el corazón de África con el secuestro de niños, su principal actividad criminal desde 1987. Se calcula que desde entonces 40.000 menores han desaparecido entre las filas de su milicia ultracristiana. Ha renunciado a derrotar al gobierno de Uganda y ha vuelto su violencia hacia la República Centroafricana, inmersa a su vez en una guerra civil desde 2012 y que ha desplazado a 500.000 personas según ACNUR.

Joseph Cony, líder de la guerrilla ultracristiana ERS activa en el centro de África desde 1987.
Joseph Cony, líder de la guerrilla ultracristiana ERS activa en el centro de África desde 1987.

La guerra en Sudán del Sur, que ha desplazado a más de 750.000 refugiados hacia los países vecinos en los tres años de lucha civil de los cinco que existe como país independiente, esconde bajo el manto del conflicto interétnico, la lucha por el control del petróleo por las potencias internacionales: Sudán y China, por un lado, y EEUU y Uganda, en el otro.

Etiopía sigue bajo el estado de emergencia desde el pasado 8 de octubre. El gobierno de Addis Abeba, dominado por la minoría tigriña del presidente Haile Mariam Desalegn, ha actuado con violencia y encarcelamientos indiscriminados de opositores y manifestantes de las comunidades ahmara y oromo, mayoritarias en el país.

El cambio climático está incidiendo en el sur africano con una sequía que puede llegar a afectar a 50 millones de personas en Sudáfrica, Angola, Zambia, Zimbabue, Malawi y Mozambique.

Guinea-Bissau es un narcoestado tomado por los carteles sudamericanos de la cocaína de Perú y Colombia.

Túnez vive una inestabilidad social manifiesta donde el terrorismo ha dejado también su estampa.

En Marruecos, la protesta social ha visto actos hasta ahora impensables mientras el Polisario, con nuevo presidente de la República Árabe Saharaui, empieza a pensar en tomar las armas.

Argelia, hasta ahora ejemplo de socialismo panafricano, ha emprendido una caza al negro, en la estela de la Libia post-Gadafi, que está empezando a complicarle la relación con sus vecinos, en especial Malí.

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