Era un día de fiesta local, y también era la hora de la siesta. Boris Pérez recibió hasta tres llamadas telefónicas de distintas compañías que querían venderle un sistema ADSL. Las personas con las que habló tenían acento de ser de algún país situado en un hemisferio en el que ese sería su horario laboral.
Es algo habitual recibir este tipo de llamadas y, por lo que le contaron a Boris, suelen ser molestas por repetitivas, hasta tal punto que se han desarrollado diferentes estrategias de defensa entre la población. La más frecuente es contestar: “Ahora se pone la persona responsable de la línea”, y dejar el teléfono descolgado, con lo que se puede regresar a la siesta sin nuevas interrupciones.
Otras estrategias consisten en discutir sobre el precio del producto. Se puede discutir por lo barato de la oferta: “Usted lo que me ofrece es muy barato, y yo quiero pagar una factura más alta”; y también por lo caro: “Sepa usted que yo pago treinta céntimos al mes por internet, y tengo llamadas gratis a móviles y a fijos, ¿le interesaría contratar mi producto?”.
Pero ese día Boris ya estaba harto y respondió: “Yo no soy el responsable de la línea, sino mi mujer. Si usted quiere hablar con mi mujer, pulse 1; si quiere seguir hablando conmigo, pulse 2”. A continuación aprovechó el desconcierto del vendedor y dijo: “Compruebo que su teléfono no funciona con tonos. Si quiere hablar con mi mujer diga: ‘si lo sé no llamo’; si quiere continuar hablando conmigo diga: ‘es usted un caballero elegante a la par de simpático’; si quiere colgar, diga: ‘hace usted bien en no contratar este ADSL porque es un timo’”. La conversación siempre suele interrumpirse antes de ofrecer todas las opciones.
Boris pensaba en cuántas personas que no tienen ordenador habrán contratado ADSL sólo para que les dejen dormir la siesta. Se trata de una guerra sin cuartel. El tema de la siesta es sagrado. No hay piedad. Al que le interrumpa la siesta, a-ese, de-le (ASDL); o en la otra variedad: a-ese, que le-den (ASLD).
