¿Acabará el burkini con el patriarcado?

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El Consejo de Estado francés ha decidido poner fin a la legalidad anti-burkini presente en treinta playas del país. Una decisión esperada y que pone fin a una medida reclamada no solo por las directamente afectadas. La credibilidad de un Estado puesta en duda por medidas que recaen de manera selectiva sobre un grupo poblacional: las mujeres musulmanas.

Dice el World Economic Forum que “durante siglos, y en todo el mundo, las estrictas leyes han gobernado lo que llevan las personas”, especialmente las mujeres. Tal vez por eso Francia es considerado, junto a Arabia Saudi, como uno de los cinco países con los códigos de vestimenta más estrictos.

El pasado 23 de agosto, el diario Mail online, sacaba a la luz cinco imágenes que recorrían el mundo e incendiaban las redes sociales, alimentando el ya existente debate sobre el burkini -desde que empezaron los Juegos Olímpicos-. Casi en tiempo real, el ciberespacio dispuso frente a la pantalla la muestra de una medida “intolerable, absurda, injusta y contraproducente”, como expresaron en comunicado de prensa desde la organización feminista francesa efFRONTé-e-s. Otras organizaciones como Osez le féminisme o Femen también emitieron su repulsa. Las suposiciones estereotipadas o no sobre el uso del llamado burkini pasaron a un segundo plano para dar paso a la centralidad necesaria del debate: las libertades.

La violencia hacia las mujeres y su falta de libertad es también un problema social. Si el cuerpo de las mujeres es político, entonces su falta de libertad personal para elegir cómo quiere vestir, es también una falta de libertades para el conjunto de la ciudadanía. Si además ese control se ejerce específicamente sobre las mujeres, la cosa empieza a verse por su calado patriarcal donde curiosamente, la (supuesta) víctima es castigada por su (supuesta) condición. Y si además la medida distingue confesión, el tinte islamófobo asoma difundiendo el rumor de la imposición como argumento, atribuyendo a las musulmanas la capacidad irracional propia de la misoginia. Desde este prisma las mujeres que utilizan burkini no son capaces de tomar decisiones por sí mismas, por eso, necesitan la supervisión externa para dictarle cómo liberarle. Sin permitir que de forma autónoma y madura pueda ejercer unos derechos constitucionales…

Desde una lectura racional se hacía imposible seguir sosteniendo una medida que roza lo extravagante. ¿Se pretende argumentar que la liberación de las musulmanas de una prenda (supuestamente) impuesta se consigue imponiendo qué prenda no ponerse? ¿Por qué solo se valida una única lectura: la obligatoriedad de cubrirse? ¿Hasta qué grado se hace connivencia con el patriarcado?

Lo cierto es que hoy el Consejo de Estado francés cierra el capítulo burkini como una de las pesadillas que han dejado al país de la Liberté, Égalité, Fraternité a la altura del betún. Estos mismos principios han servido para reconocer que la prohibición del burkini “ha supuesto un ataque grave manifiestamente ilegal contra las libertades fundamentales: la libertad de circulación, la de conciencia y la libertad personal”.

Sobre la mesa quedan aún prendas que siguen señalando al país galo como uno de los más estrictos en sus códigos de vestimenta y que afectan de manera nacional a las mujeres (adultas) con niqab que siguen haciendo frente a las multas por cubrir su cara. Por la mente de mucha gente ronda la idea incluso de prohibir cubrir la cabeza específicamente musulmana “porque es una imposición”Mas allá de estar de acuerdo o no con las prendas ¿vamos a volver a empezar? “La (supuesta) víctima es castigada por su (supuesta) condición”. Ya está bien ¿no?

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