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Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaadentro

Eduardo Rivas
Eduardo Rivas
Licenciado en Ciencia Política
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análisis

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A finales del año pasado la Justicia falló, en contra del interés mayoritario de la ciudadanía, y decidió otorgarle la detención domiciliaria a Miguel Etchecolatz. Lo reseñábamos en ‘La biblia y el calefón’ (https://diario16.com/la-biblia-calefon/) cuando recordábamos que el pasado jueves 27 de diciembre, ‘el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 6 decidió otorgarle la prisión domiciliaria al genocida Miguel Etchecolatz, quien estuvo al frente de 21 centros clandestinos de detención durante la dictadura militar y tras la instauración democrática de 1983 fue condenado en seis expedientes por crímenes de lesa humanidad, incluidas tres cadenas perpetuas.’

Sin embargo la propia Justicia, a través de la Fiscal María Ángeles Ramos, titular de la Unidad de Asistencia en Causas por Violaciones a los Derechos Humanos durante el Terrorismo de Estado se había opuesto a la medida y había solicitado su revocatoria por entender que sólo se habían considerado algunos estudios médicos parciales, por lo que juzgó como arbitraria y carente de fundamentación la excarcelación.

Por ello la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal decidió dar lugar al pedido de la fiscal y resolvió revocar la medida dictada el año pasado por mayoría por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 6, Ana María Figueroa votó en contra del permiso, mientras que Eduardo Rafael Riggi y Liliana Elena Catucci lo hicieron a favor, y ordenó el reingreso en prisión del ex represor, condenado a cinco prisiones perpetuas.

Es claro que detrás de este accionar no estuvo el Poder Ejecutivo Nacional… como tampoco lo estuvo unos meses atrás cuando la decisión del Poder Judicial fue la contraria.

En este caso la Justicia no hizo más que hacer JUSTICIA. Esto, que a priori parece un trabalenguas no es más que la verdadera descripción del accionar de un Poder que debe garantizar que los delincuentes paguen por lo que han hecho, y el lugar para hacerlo es la cárcel, común y efectiva, y no un barrio residencial.

Un genocida de la calaña de Etchecolatz debe purgar su condena tras las rejas, máxime aún cuando la propia Justicia entiende que ‘no se advierte impedimento alguno para que el nombrado permanezca en un establecimiento carcelario, recibiendo la atención médica, el tratamiento y los controles que sean necesarios para atender sus patologías’. Hay que cuidarlo, para que no muera como otros hijos de puta genocidas, sino para que su vida vaya apagándose poco a poco, procurando que su penar sea apenas un poco de lo que dio mientras creía tener el poder de decidir por la vida de tantos ciudadanos.

Por eso, es importante que termine sus días preso, que termine sus días, como decía un relator de rugby en cada partido del equipo Los Pumas, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaadentro .

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