No sólo son los gritos e insultos a los otros pilotos, ni siquiera lo de ponerse a la altura del Red Bull que no le ha devuelto la posición y sacarle el dedo. Ni siquiera es lo de mandar a tomar por culo a Charlie Waiting (por otra parte ya era hora que lo hiciera alguien; su ineptitud escapa a lo verosímil. (Alguien debería sancionar a Charlie Waiting, como escribimos ya hace varias semanas en este mismo periódico.

Pero lo anterior es nada. Y lo de defender su posición cambiando la trayectoria mucho menos.

Lo jevi, lo brutal, lo realmente sorprendente, fue verlo haciéndose el contento histérico en el podium, moviendo la botellota de champán como si no hubiese visto una en su vida tras forzar que a Max Verstappen, el más joven piloto de la parrilla, le sacaran de la celebración.

Y más jevi, más brutal aún, la cara que tenía en la rueda de prensa. Los ojos desorbitados, el aspecto de un vagabundo loco disfrazado con un mono de piloto o mecánico, hablando con vehemencia innecesaria… como si estuviese intentando atrapar moscas en el límite de su universo verbal, como si la realidad le viniera demasiado grande y no pudiera con ella.

Han dicho por todas partes que la FIA debería sancionarle (aunque a quien habría que sancionar es a la FIA en primer lugar), que no se puede consentir que insulte, que no es un caballero… Pobre hombre. ¿Nadie más que yo vio, ve, que se está volviendo loco? ¿Que está a un paso de acabar ingresado en un psiquiátrico?

Todos cuando conducimos tenemos tendencia a tachar de torpe o imbécil al invisible que va en otro vehículo, y a hacerlo a gritos; pero volvemos a ser nosotros cuando nos bajamos del coche.

Vettel seguía sin ser él cuando se bajó del coche. Seguía siendo un demente o la apariencia de un demente: minutos después e incluso muchas horas después. A Johnny Weismuller le fue imposible haber interpretado a Tarzán, y ya en su vejez hacía el grito en las piscinas y en los hoteles y se creía que era él; quizá a Vettel le esté sucediendo algo parecido: no puede creer ni aceptar que no es el mejor piloto de todos los tiempos. Pero si no puedo serlo en el mundo real si puede serlo en el suyo propio: basta con recurrir a la locura, como hacen -y hasta deben hacer- los escritores, los creadores. El genio siempre raya la locura.

¿Cuál será el siguiente paso de Vettel? ¿Convertirse en Hombre-Bala y clavarse en el corazón de Bernie Ecclestone? ¿O le sacarán antes y le encerrarán entre paredes acolchadas? Nunca se sube, todo puede suceder, como dicen y repiten hasta la saciedad los comentaristas del sector en el Gran Circo de la Fórmula1. Antaño cuando a algún piloto le sucedía así simplemente se mataba en una carrera; y punto.

 

Otro burbon, por favor.

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