Una vez más, ha vuelto a la carga el inefable Arzobispo de València, Antonio Cañizares, con unas declaraciones en las que considera que «adoctrinar» a las niñas en ideología de género es «una maldad» contra la que hay que «luchar porque es el germen de la delincuencia juvenil, de la droga o de la violencia, y de la prostitución de la mujer porque favorece al mismo tiempo el descrédito o el deterioro de la institución familiar, basado en el matrimonio único e indisoluble de un hombre y una mujer», que enlazan con las que realizó, el mayo pasado, contra «el imperio gay y ciertas ideologías feministas» por la «escalada» que él considera que han emprendido contra «el bien precioso de la familia cristiana».

Declaraciones que se fusionan en el aquelarre inquisitorial del principio de año cristiano del obispado español, al que se une, con fruición, el Obispo de Vic, Romà Casanova, que ha calificado nuevamente el aborto de «genocidio» y ha criticado que los padres retrasen cada vez más el sacramento del bautismo y que tengan hijos cada vez más tarde, recordando que «los padres y la comunidad cristiana son los responsables de iniciar a los niños en la fe recibida y que la práctica de posponer el bautismo, para que sean los niños los que puedan decidir, no se aviene con la naturaleza del sacramento y la responsabilidad de los padres«.

Con lo cual nos asalta la duda sobre “qué es adoctrinar”, si dejar que sean nuestras hijas cuando tengan mayoría de edad las que decidan en cuestiones morales y de fe o tenemos que “adoctrinarlas” contra la ideología de género, contra el aborto y contra cualquier tipo de libertad religiosa.

Llegados a este punto de incerteza, lo mejor sería acudir a las fuentes. Y nadie mejor que Monseñor Marcelino Olaechea, Obispo de Pamplona (1935-1946) durante la Guerra propiciada por el golpe militar contra el régimen constitucional de la II República y más tarde arzobispo de València hasta su retiro, en 1966, para que nos aclare, sin lugar a dudas, de qué estamos hablando. Olaechea, el primer obispo que calificó de “Cruzada” el golpe militar, escribía en su famosa pastoral de Pentecostés del 1941 sobre el “baile agarrado” posible germen de tantas maldades y genocidios con el sexo de por medio: “Si somos sinceros; si hemos ido a la guerra a revalorizar el contenido de las ideas RELIGIÓN Y PATRIA; si hemos salido a ella por Dios y por España; hay que volver a lo que Dios y España piden; hay que volver a la moral sincera, (…), hay que barrer la basura que importamos, necios, de otros pueblos de la Europa salvaje. Hay que desterrar el baile agarrado. (…) Si no son españoles esos bailes. Si no son morales. Si son un sarcasmo al espíritu de la Cruzada. ¿No sentís el grito de ¡TRAIDOR! lanzado a vuestra espalda? Vosotros sois los que no tenéis derecho a bailar el agarrado; los de izquierda, sí; los rojos, sí; vosotros, no”.

Y, si no fuera suficiente esta fuente, añadiremos la admonición pastoral del cardenal Segura de septiembre del 1951 que, en El Diario de Andalucía, adoctrinaba(?): “episodio desolador de esta lucha entre la carne y el espíritu es el que estamos contemplando con la irrupción de inmoralidad que inunda todo el mundo y que se va extendiendo también por nuestra Patria. Y este episodio se realiza principalmente en los pueblos por medio de los bailes impúdicos y deshonestos”. Para erradicarlos prohibía la celebración de fiestas religiosas en los pueblos en que se organizaran bailes, con o sin apoyo municipal. Y, junto al baile, tomaron protagonismo en los años cincuenta las playas y piscinas. En 1951, se llegó a celebrar el I Congreso Nacional de Moralidad en Playas, Piscinas y Márgenes de Ríos, bajo el auspicio de la Comisión Episcopal de Moralidad y Ortodoxia de España, exigiendo a los congresistas que se pusiera “coto a la invasión paganizante y desnudista de extranjeros que vilipendian el honor de España y el sentimiento católico de nuestra España”.

Esta represión se centraba en las mujeres considerándolas agentes y objeto de pecado: faldas, mangas y escotes eran los símbolos de la honestidad y sobre ellos se atrevían a intervenir hombres desde los púlpitos y las revistas.

Con esos mimbres de nuestra “Gloriosa Cruzada y régimen posterior”, las declaraciones del Arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez, afirmando que “la mayor parte de las mujeres que mueren tiene su origen en que han pedido la separación de sus maridos” o las del Arzobispo de Granada, Javier Martínez, tan justificador de curas pederastas, pronunciando una homilía en la catedral en la que comparó la reforma de la Ley del Aborto con el régimen de Hitler, alegando que los crímenes nazis no eran tan “repugnantes” como los que permite cometer dicha ley. Dando a entender que la mujer que aborta “mata a un niño indefenso” y, por tanto, “da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar” de su cuerpo. O el de Tenerife, Bernardo Álvarez, que no tuvo problema en vomitar la siguiente justificación de la pederastia: “Puede haber menores que sí lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso, si te descuidas, te provocan”. O las de, otra vez, el ínclito Antonio Cañizares que, ante la crisis y el sufrimiento de los refugiados y en contra de lo que indica continuamente el Papa Francisco, tuvo la osadía de decir que “¿Esta invasión de emigrantes y de refugiados es todo trigo limpio? ¿Dónde quedará Europa dentro de unos años?“. A su juicio, con “lo que viene ahora no se puede jugar” porque “no se puede jugar con la historia ni con la identidad de los pueblos“. De este modo, pide “lucidez” y ver “quien está detrás de todo esto“. “¿Vienen simplemente porque son perseguidos?” -manifestó. Y él mismo se replicó que “muy pocos lo son“. “Seamos lúcidos y no dejemos pasar todo porque hoy puede ser algo que queda muy bien, pero que realmente es el caballo de Troya dentro de las sociedades europeas y en concreto la española“. Empezamos a comprender la maldad del adoctrinamiento.

Y, aún más, sin poder obviar al que parece ser y convertirse en el máximo ideólogo de la sexualidad cristiana bien entendida, el Obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla. He aquí algunas de sus perlas sobre la masturbación: se trata de “una especie de violencia sobre el cuerpo, porque pretende arrancarle el placer, sin vivir a cambio la verdad del amor que le da sentido”. Es “una vivencia mecanizada, automática, rápida y despersonalizada”, que “convierte el cuerpo en algo que manipular para obtener una satisfacción inmediata”. La pornografía “está unida a la masturbación” y, aunque “normalmente ha estado dirigida al público masculino”, ahora “que las mujeres, a consecuencia de la ‘revolución sexual’, reproducen modelos de comportamiento masculino, también entran en este desorden con cierta frecuencia”. Y sobre el hecho de ser mujer: “¿condiciona la manera de sentir, de vivir, de estar en el mundo? Una persona, por el hecho de ser mujer, va a ser cíclica, y tendrá unos procesos hormonales concretos en relación a su fertilidad”. Esto afecta incluso al “estado de humor” de esas mujeres: “pueden estar más sensibles o susceptibles, a algunas les da por la actividad o por la limpieza…”.

Después de todo esto no adoctrinaré -y os pido que todas vosotras- no adoctrinéis nunca más a vuestras hijas. Haced caso al Papa Francisco cuando, recientemente, afirmaba que “Se precisan grandes dosis de antibióticos para limpiar las cloacas y barrer el polvo del poder en la Iglesia”. “Su corte, -la Curia-, es prepotente, inquisitorial y autoritaria. Sus miembros son mayoritariamente funcionarios, sedientos de poder y de dinero…”. Y, encima, en el estado español, ¿tenemos que aguantar el que nos sermoneen una panda de ignorantes que no dudarían ni un minuto en resucitar la Inquisición para aplicarla sobre todos aquellos que consideran como una lacra perniciosa para nuestra sociedad, en la línea de los peores fundamentalismos de todas las religiones?

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Vinculado desde muy joven a la CNT y a diversos movimientos de izquierda, es militante de Los Verdes desde finales del siglo pasado. Ha sido concejal en Dénia, Presidente de Los Verdes del País Valenciano y, actualmente, Presidente de la Federación de Los Verdes. Filólogo y escritor, ha ejercido su magisterio en diversas escuelas e institutos del País Valenciano y de Cataluña, así como también en la Universidad Nacional de Educación a Distancia y en el Instituto de Ciencias de la Educación de las Universidades de València y Alacant. Ha sido Inspector Educativo y Director Territorial de Cultura en Alacant. Premio XXV d’Abril en Benissa con un libro de cuentos, Premio Educación y Sociedad del Ministerio de Educación por su libro de texto A debat, ha publicado una treintena larga de libros de texto para la enseñanza del valenciano, libros de cocina tradicional valenciana e innumerables colaboraciones periodísticas.

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