En el día de ayer publiqué una columna en la que, en la misma línea que la analista política Martu Garrote en El Socialista Digital, planteaba el hecho de que daba la sensación de que tanto Mariano Rajoy como Pedro Sánchez querían que se celebraran unas terceras elecciones. Tras escuchar la comparecencia del secretario general socialista después de su reunión con el Presidente del Gobierno en funciones es probable que me equivocara en el planteamiento y que el camino que quiere seguir el PSOE en este proceso de investidura esté marcado por la locura y por primar intereses personales a los intereses del partido y de la ciudadanía.

En el artículo de ayer les comentaba que Pedro Sánchez querría que se celebraran elecciones en los primeros meses del año porque de este modo podría seguir retrasando la celebración de los órganos internos en los que, con toda probabilidad, dejará de ser secretario general y que una persona con tanto ego como él no puede permitir que algo tan nimio como cumplir los plazos marcados en los estatutos le quitara de la primera línea de la política.

Por otro lado, en artículos anteriores ya hice mención al hecho de que, haga lo que haga, el PSOE está en una situación muy difícil de cara a sus votantes tras los desastrosos resultados del 26J ya que tanto si permite que gobierne Mariano Rajoy, por activa o por pasiva, como si su falta de apoyo al candidato del Partido Popular nos lleva a esa nueva cita electoral de 2017, es más que probable que pierda aún más votos de los que lleva perdidos desde que Pedro Sánchez es secretario general, 1,5 millones respecto a las generales de 2011, donde el PSOE ya perdió más de 5 millones respecto a 2008. El sector más fanático del «pedrismo» aduce que la situación sociopolítica es muy diferente al 2011, que hay otro partido a la izquierda que resta votos y que hay otra opción por la derecha que limita el nicho electoral de esa cosa que se ha dado en llamar «centro izquierda». Se olvidan al hacer un análisis tan liviano e incompleto que en aquellos años surgió el 15M que llevó a muchos a la abstención y que entonces se vivían los años más salvajes de la crisis tras la explosión de la burbuja inmobiliaria de Aznar, Rajoy y Rato. Lo que queda claro con los resultados de las diferentes citas a las urnas es que la ciudadanía está dando poco a poco la espalda al proyecto socialista y que se va salvando por el voto rural y de los mayores de 55 años que son mucho más «conservadores» a la hora de meter la papeleta en la urna. Una de las razones principales por las que se sigue perdiendo apoyo de la ciudadanía está en la propia figura del secretario general porque, en primer lugar, ha impuesto un régimen personalista en el que o se está con él o se está en su contra y, en segundo lugar, porque el proyecto que se presenta a los ciudadanos, siendo muy válido y de una gran potencia en lo propuesto en el programa electoral queda nublado por los errores gravísimos a la hora de plantear las estrategias de campaña y por el sesgo personalista de la misma. Pedro Sánchez no genera confianza en los españoles a pesar de representar un proyecto de país mucho más potente y mucho más lógico a la hora de aplicarlo que el de sus principales rivales políticos. No es lógico que alguien que se define a sí mismo como «líder» plantee una campaña electoral llorando como Boabdil porque hubo partidos que no le apoyaron en su investidura, una investidura, por cierto, con un programa pactado con la derecha ultraliberal y en el que el Partido Socialista claudicó, que no cedió, en más de un 70% de las medidas acordadas con Ciudadanos. Es lo que hay y el PSOE está recogiendo los frutos de sus errores.

Tanto en el artículo de ayer como, sobre todo, en el anterior ya les mencioné que dentro de las opciones que tiene el PSOE de cara a este periodo hay una peregrina que sólo serviría para llevar a Pedro Sánchez a las portadas pero que sería una verdadera locura: intentar formar gobierno con el apoyo de Unidos Podemos y otras fuerzas políticas. En principio quien les escribe pensó que esa nueva vía sería descartada porque no tenía muchas salidas creyendo que la idea estaba basada en un nuevo intento de llegar a la investidura con un programa pactado con la formación de Iglesias y la de Rivera. Sin embargo, tras la comparecencia de prensa de ayer me dio mucho miedo que el camino que se haya trazado Pedro Sánchez vaya por otro lado conociendo el veto mutuo entre los morados y los naranjas.

Como en todas sus comparecencias a las que quiere dar solemnidad, Pedro Sánchez cogió una coletilla y la repitió hasta el aburrimiento. Recuerden ustedes el «y esto lo podemos hacer la próxima semana» del debate de investidura o «el señor Iglesias hizo imposible la formación de un gobierno de progreso» de la campaña electoral. Ayer cogió otra frase «a día de hoy» y la repitió hasta el hastío. Siempre he pensado —y los hechos me lo han demostrado— que un verdadero líder no puede ceñirse en la repetición léxica para ponderar una idea ya que eso es un modo de demostrar la falta de fuerza del resto del discurso. Al parecer, Pedro Sánchez es de una opinión contraria. El hecho de que repitiera hasta el tedio ese «a día de hoy» para dejar claro el voto negativo a Rajoy en la investidura me dio mucho miedo porque daba a entender que es muy probable que el PSOE cambie de opinión cuando el presidente del Partido Popular fracase y, ese cambio, viniendo de quien puede venir, acojona, permítanme la expresión.

No voy a entrar a analizar lo que podría ocurrirle al Partido Socialista si permite gobernar a Rajoy de modo activo o pasivo. Ya se ha escrito y se hablado mucho de ello. Lo que más miedo me da es que se siga el otro camino, es decir, intentar gobernar. Ya se han encargado los «barones más pedristas» de calentarle la cabeza con que esta opción es posible y si Pedro Sánchez se puede convertir en protagonista no hace falta insistir mucho para que se emocione con la idea y la quiera llevar a cabo. Las sospechas de que ese es la vereda que va a seguir tras el fracaso de Rajoy se confirmaron con otra frase que me puso los vellos de punta: «El PSOE siempre estará en la solución». Evidentemente, esa solución, en la mente de alguien tan pagado de sí mismo con Sánchez, no pasa por investir al presidente del PP sino por ser él quien intente llegar a la Moncloa. Pero, ¿con qué apoyos? Él ya sabe que con Ciudadanos como compañero de viaje eso es imposible. ¿Explorará la opción de seguir la vía que ha propuesto Pablo Manuel Iglesias? Ahora mismo no la descarto.

En este planteamiento, el PSOE de Pedro Sánchez esperará y aguantará la presión que se le va a plantear desde todos los lados posibles para que se abstenga en la segunda sesión de la investidura de Rajoy y, de este modo, hacer que el gallego fracase en su intento de ser elegido como Presidente del Gobierno, es decir, hacerle a Rajoy lo mismo que le hicieron a él en marzo. Esta parte del planteamiento quedó confirmado cuando Sánchez hizo mucho hincapié que había que respetar los tiempos y que ahora era el tiempo de Rajoy. A partir de ahí se le abre la oportunidad de postularse ante el Jefe del Estado como candidato a la investidura. La cuestión es si Felipe de Borbón se deja engañar otra vez como ocurrió en febrero. Pongamos que el Rey le pide que forme gobierno, ¿quiénes serán sus compañeros de viaje si la opción de Ciudadanos queda totalmente descartada porque ahora no es un aliado natural? Pedro Sánchez es muy capaz de llegar a acuerdos con las fuerzas nacionalistas que le darían un total de 178 diputados. ¿Cómo podrá convencer al Comité Ejecutivo de que esta opción es la más fiable? Esgrimirá un argumento que a él le gusta mucho porque antepondrá sus intereses a los de la mayoría, el «o yo o el caos», es decir, o le dejan explorar este camino o hay terceras elecciones, por tanto, que Sánchez se postulará como la única solución para evitar unos terceros comicios, lo que nadie quiere.

Ante esta situación, ¿no tienen miedo? Yo sí.

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