En la facción más gradualista del nazareno existen problemas para decidir quién debería dirigir el movimiento. Sin una referencia clara tras perder al ideólogo (Jesús) y al organizador (Judas Iscariote), los nazarenos han estallado en una lucha sin cuartel por hacerse con las riendas del movimiento. Tres son los posibles candidatos a llevar adelante el barco: María de Magdala, de quien Judas dijo que estaba tocada por el mismo dios; Simón Pedro, de Galilea; y Santiago el del Zebedeo, que anteriormente dimitió de dirigente máximo del movimiento por causa de un ataque recibido por los otros dos candidatos.

Durante una reunión en Galilea, los tres contendientes debatieron sobre el movimiento y lo que habría que hacer de aquí en adelante para acabar con el Imperio Romano y gestionar Judea. Hay que recordar que María y Simón Pedro apoyaron a Caifás para ser reelegido jefe máximo del Sanedrín. Y que tiempo ha, Santiago llegó a un pacto con Poncio Pilatos para ocupar él ese puesto, pero olvidando a una gran parte del movimiento que está representado por Simón el zelote.

María de Magdala, que se encuentra apoyada por gran parte de los 12 (con la inclusión de Matías por Judas Iscariote), como Felipe, Judas, Juan o Mateo, quiere llevar el movimiento a los tiempos en que arrastraban a las masas y conseguían gobernar en Judea y en el resto de las regiones de la misma. Un proyecto ganador para una Judea libre podría ser el resumen de su proyecto. Entiende que con los populistas de Simón no se puede negociar porque no son de fiar. Como le ha sucedido en Galilea a Felipe que, tras acordar las disposiciones y nuevas escrituras con los zelotes, ha visto como se sumaban al sanedrín conservador para imposibilitar los presupuestos. Sólo se negociará con ellos en caso de extrema necesidad. Prefiere un buen pacto con el Imperio antes que uno magnífico con los zelotes. Respecto al problema de Samaria, entiende que hay que dialogar, pero siempre desde el respeto a la leyes y poniendo la soberanía de Judea por encima de todo.

Simón Pedro, a quien todos los escribas catalogan como el submarino de María para quitar apoyos a Santiago, lleva desde el principio en el movimiento. De hecho, salvo unos meses como pescador en el mar de Galilea, no se le conoce más oficio que el de ser del movimiento. Su pretensión es volver a las raíces clásicas del movimiento. A las bienaventuranzas, al poner la cara o al perdón de los pecados. Sabe que sólo desde Roma podría domeñar al Sanedrín y al Imperio. Pide calma a todos los demás contendiente escondiendo que él mismo negó tres veces a Jesús.

Santiago el del Zebedeo fue anteriormente dirigente máximo del movimiento obteniendo los peores resultados de su historia. Le da igual pactar con el Imperio o con los zelotes mientras él sea el electo. Ideológicamente se autoclasifica a la izquierda del movimiento y para ello se ha rodeado de escribas del antiguo movimiento guerrero. Aunque, según demuestran papiros antiguos que escribió, defiende el mercadeo como mejor fuente de desarrollo humano. Para él lo de “dar al César lo que es del César, y a dios lo que es de dios” no es progresista. Prefiere volver al pentateuco para inspirarse. Se muestra a los seguidores, muchos de base, como un mártir de la causa, pero esconde que fue él quien animó a Judas Iscariote a tomar las 30 monedas de plata para traicionar a su líder en el monte de los Olivos.

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