5/11/2016. Pornografía (y 2)

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Gabriela Wiener

Tal y como escribí ayer, esta mañana he charlado de Pornografía con Gabriela Wiener y Peio H. Riaño, en una de las actividades programadas por el Festival Eñe.

En el teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes, aproximadamente la mitad de los asistentes eran hombres. Y he querido hacer un muy pequeño experimento. Antes de arrancar el debate, me he dirigido a un hombre del público y le he hecho tres preguntas, a las que podía responder “No contesto”.

Pregunta 1: ¿Ve usted porno?

Pregunta 2: ¿Con qué frecuencia?

Pregunta 3: ¿Qué tipo de porno es el que más le gusta?

He preguntado a tres hombres, que han respondido a las tres preguntas. Luego, he preguntado a una mujer, que ha manifestado que no ve porno. A una segunda, que ha respondido lo mismo. Y lo mismo una tercera. Al final, he dicho: “Si hay alguna mujer en la sala que vea porno, por favor que levante la mano”. Solo una lo ha hecho. Ha dicho que consumía pornografía “dos veces por semana aproximadamente”. Y que veía “porno heterosexual”.

Solo una.

(Que nadie tome este experimento como científico. Es lo que es)

***

He contados mis cosas, también.

Yo quise ver pornografía. De hecho, traté con bastante ahínco de que me gustara el porno. Paseé las páginas que me iban indicando algunos/as amigos/as y vi cosas que ustedes no creerían, entre las cuales había incluso un pulpo. Sin éxito.

La pornografía es una industria que provee de ficciones de experiencias sexuales a quien busca conseguir una experiencia sexual real. Más concretamente, casi siempre, una masturbación. Y ahí radicaba mi problema.

En los productos que dicha industria pone a mi alcance –incluso aquellos calificados como “porno femenino” e incluso “porno feminista”– no logro encontrar nada que pueda identificar como cercano a mi sexualidad. Y por lo tanto, mi experiencia con la pornografía acabó resultando tan tediosamente frustrante que abandoné.

La pregunta es: ¿Por qué lo intenté tanto?

***

Los medios de comunicación se empeñan en difundir el mensaje de que “una de cada tres” mujeres consume pornografía. No lo difunden de forma neutra, sino que habitualmente subyace un algo alegre, satisfecho, en tal afirmación. La misma complacencia que suele entreverse en las no pocas piezas –habitualmente en los llamados suplementos de fin de semana, o en revistas femeninas/adolescentes– que anuncian la “creciente” tendencia de las parejas a “disfrutar” del porno juntos.

Je.

***

La pornografía es una industria. Mi mirada sobre ella es, primero, económica.

La pornografía difunde modelos de comportamientos sexuales, modelos de cuerpos, modelos de relaciones.

La inmensa mayoría –perdónenme los defensores de los pornos paralelos– de los modelos que difunde la pornografía son violentamente masculinos y machistas.

La pornografía es una forma de control sexual, y está profundamente ligada a la religión.

Es dinero.

Dicho todo esto, si usted usa la pornografía para solaz y alivio, yo no tengo ninguna opinión sobre usted. Que luego me dicen que si tal, que si la moral.

***

Después, por la tarde, he dado una charla no muy optimista sobre el papel de la Cultura en la crisis.

Entre una charla y otra, me ha llovido encima.

***

Buenas noches.

2 COMENTARIOS

  1. Estoy bien conforme con lo leído, y dar gracias por este espacio es lo primero que quiero hacer. Soy chica y consumo porno con mi pareja no veo problema en ello. Sólo quería hacer un apunte, para mi llamativo, parece que el sexo femenino debe quedar escandalizado por lo visto al consumir porno.
    Es más común y cómodo para los hombres hablar de pornografía y sexo en general, más cortante o incómodo para nosotras. Creo que la sociedad nos inculca ciertos matices machistas en este tema, una cultura que te guía hacia ciertas costumbres que al final se convierten en la forma general de ver las cosas.

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