2/1/2017. Políticos ensimismados y de vacaciones

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He asistido esta mañana a una discusión sobre la idoneidad de que los diputados españoles tengan el mes de enero de vacaciones. Hasta el día 31 de este mes no habrá actividad parlamentaria.

Una de las explicaciones que ofrecen es que así PP y Podemos podrán centrarse en sus respectivos congresos. E imagino que el PSOE seguirá centrado en lo suyo, que ya no sé cómo se llama.

Pero la cuestión no son sus vacaciones, sino nuestras urgencias. Las urgencias de varios millones de ciudadanos que hoy, en España, viven al borde de la pobreza, sorteando como pueden las últimas semanas de cada mes, pasando frío, alimentándose de mala manera, remendando sobre remiendos las prendas de los críos que se van quedando, además, pequeñas.

Los diputados, de la misma forma que una parte de la población, no entienden hasta qué punto la palabra URGENCIA se llena de días, se llena de horas, se llena de minutos.

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Hace ya algunos años, una parte de la población española –y no solo la española– se desplomó. Reproduzco a continuación el par de párrafos que utilicé en el libro A la puta calle (2012) para explicarlo:

Ahora, usted, lector, imagínese una superficie de terreno tamaño país, una superficie más bien pampa. Una superficie de terreno donde quepan entre cuarenta y cincuenta millones de personas sin estar hacinadas.

Pare aquí y hágalo.

¿Ya?

Bien, entonces observe cómo una enorme, implacable y violentísima grieta, una grieta como de la uña de dios rascándose la tierra, parte esa superficie por la mitad, de punta a punta. De la grieta mana un aliento helado, flor de parca, un aliento nuevo que no se parece en nada a ningún otro soplo. Y entonces atienda a cómo, de golpe también, una de las partes, vamos a convenir por razones sentimentales que la parte izquierda, se desploma hacia el abismo hasta frenar súbitamente y quedar suspendida en lo negro. Con esa parte caen todos sus habitantes, evidente, misernautas desnudos, boquiabiertos, apabilados. Y bañados en culpa. Cuando un ser humano no sabe por qué le ocurre una desgracia, a qué atribuirla, tiende a pensar que ha hecho algo para merecerla. Y quién sabe si ese solo pensamiento ya le hace merecedor de los golpes que reciba.

Una de las partes de esa tierra que ha imaginado y que llamaremos España, ha quedado arriba, con cierto miedo a correr la misma suerte que su otra mitad, incluso con la certeza de que va a suceder, pero con cambios mínimos: recortes en sanidad, en atención social, en derechos recientemente adquiridos por las féminas, supresión de algunas pagas, bajada de sueldos… O sea, limaduras del bienestar que en condiciones óptimas resultan irritantes. Así que su descontento es comprensible. Aunque no del todo para el bloque desplomado, cuyos moradores, en un tiempo menor del que tardó el país en declarar que su democracia era tan indestructible como jacarandosa, se han visto privados de ABSOLUTAMENTE TODO. Unos moradores que por las limaduras que han saltado del bienestar que permanece arriba entregarían sonrientes salud y futuro.

Esa parte desplomada, que viene a ser la mitad de la población, aparece de vez en cuando en los medios de comunicación: Cuando muere una anciana a la que le cortan la luz y cuando Cruz Roja o Caritas publican su informe de turno. Por lo demás, nadie parece reparar en ellos. La prueba más sangrante es esa insistencia en algo que llaman “la recuperación” y que sólo ellos conocen.

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Y aquí vuelvo a las vacaciones de los diputados, pero sobre todo a su terrible ensimismamiento.

Todos los partidos políticos españoles sin excepción llevan más de un año hablando de sí mismos, algo que tras las últimas elecciones se ha vuelto ya insoportable. Imagino a la madre agarrada a la última patata del mes mientras escucha los discursos sobre el “debate de ideas” del PSOE o que si Susana y que si Pedro. Imagino al padre que regresa de un nuevo fracaso en la búsqueda de un salario mientras lee a Pablo hablando de Íñigo y a Íñigo hablando de Pablo.

Yo lo imagino. El problema es que creo que ellos ya no.

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Cada día paso por este espacio antes de que termine la jornada. Suelen entrecruzarse política y periodismo. Todos ellos, todos nosotros, en la parte de arriba.

Mañana, quién sabe.

1 COMENTARIO

  1. Bueno en realidad, a poco que los tengas en Facebook, yo ni siquiera tengo Twitter, sabrás que tanto Íñigo como Pablo hablan de muchísimas más cosas. Distinto es que los medios solo os hagáis eko de sus más mínimas diferencias y no de sus acuerdos e ideas. Pero eso ya lo justificáis con alguna excusa falsa como la imparcialidad… Curioso que en un artículo sobre las supervacaciones de nuestros políticos se aproveche tan convenientemente los congresos de PP y Podemos para que parezca que ese es el motivo de algo que se hace desde el principio de la democracia. Y no se haga referencia nunca a que Podemos es el único que ha denunciado el cobro de dietas fuera de la actividad parlamentaria… Por ejemplo. Si, la prensa tiene una gran responsabilidad en la indolencia de nuestros políticos, sus prevendas y protección como cuarto poder se supone que son, para mediante una información veráz, los ciudadanos podamos controlar los otros tres.

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