Aquel tipejo de cuello escaso, pelo frondoso orientado al lado derecho con fruición y cara de personaje de Ibáñez, seguía acudiendo puntualmente cada mañana...
–¡Arriba!
–No puedo, maestro.
–¡Que te levantes te he dicho!
El dolor en las muñecas era todavía llevadero; el de los tobillos, sin embargo, hacía demasiado tiempo...