Donald Trump es el presidente de Twitter. Enfrentado a los medios, vive empeñado en ofrecer «su verdad», y para eso la red social de los 140 caracteres es su principal herramienta para comunicar de forma directa, sin intermediarios. Cumple 100 días de gobierno, en los que ha publicado 486 tuits desde su cuenta @realdonaldtrump, donde le siguen más de 28 millones de usuarios. De ellos el más retuiteado fue el pasado 22 de enero, cuando expresó «las protestas pacíficas son un sello de nuestra democracia. Incluso si no estoy de acuerdo siempre, reconozco de los derechos de las personas a expresar sus puntos de vista». Tiene seguidores y relevancia, porque es noticia desde su imprevisibilidad. Huye de lo convencional y protocolario. Comunica sin filtro, o eso al menos hace creer. Pero en el fondo, si analizamos la construcción de su discurso es evidente que elige con mucho cuidado las palabras que utiliza. Su forma de hacer comunicación política no es desde la imagen, es desde las palabras. De ahí lo novedoso de su apuesta. Nos guste o no, ha cambiado la comunicación política. Construye desde la incorrección y la molestia, no desde lo correcto y lo protocolario. No tiene miedo a dar miedo.

Will, WhiteHouse, great, congratulations, people, American, Trump, Obamacare han sido las palabras que más ha utilizado. Esa presencia de will, la forma más habitual para expresar futuro y promesa en inglés demuestra una de sus grandes características comunicativas: que parece que aún sigue en campaña electoral. Su forma de comunicar sigue siendo más la de un candidato, necesitado de lograr repercusión desde el escándalo, que la de un presidente, que transmita algo de serenidad a sus gobernados. En estos 100 días apenas ha cambiado.

Si algo bueno tiene la comunicación de Donald Trump es su capacidad para construir conceptos desde la repetición, que han calado, y mucho, en la opinión pública. Hay tres que se repiten: Fake News, su forma de despreciar a los medios diciendo que publican noticias falsas, America First, su principal concepto patriótico, y The Wall, el muro fronterizo que insiste en que pagarán los mexicanos.

Su estrategia comunicativa es extraña, por poco convencional en la política actual, pero normal, para quien llevara tiempo siguiendo la influencia de internet en la comunicación. Utiliza la red para dar noticias exclusivas. Genera contenido de interés. Si durante mucho tiempo nos preguntábamos, como en la serie Black Mirror, qué pasaría si se gobernase desde internet, ahora por fin podemos comprobarlo. Trump consigue cambiar el paradigma que dice que a las redes llega lo que dicen los medios. Con él es al revés: las redacciones están pendientes de su twitter para convertirlo en noticia. De esta manera logra su objetivo: comunicar sin filtros. De su pensamiento a las redes, y de ahí a las noticias. Al contrario de lo que muchos piensan, no es más arriesgado esta forma de comunicar que la tradicional. Todo lo contrario. Al eliminar intermediarios en su mensaje, logra que lo que se debata sea sobre sus palabras. Logra fijar su discurso y que los medios hablen de lo que él quiere, y con las palabras que él quiere.

Desde el comienzo de su mandato ha hecho frente a una enorme impopularidad por encima siempre del 50%, pero 100 días después su intención de voto apenas se ha resentido: el 95% de los que le votaron, afirman que volverían a hacerlo. Ese resultado habla por sí solo. Quienes le votaron, sabían lo que hacían. Querían de presidente a este Donald Trump. Y haremos mal si seguimos subestimándolo.

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